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lunes, 28 de mayo de 2018

Un Alma Compartida Capitulo 5


Capitulo 5
Isabella

Dios mío, ¿Edward era intenso o qué?

El coche se alejó y esperé dos minutos completos antes de salir del callejón y comenzar la caminata de tres cuadras hasta mi callejón.

Me abaniqué la cara al pensar en él. Dioses supremos, era simplemente divino.

Me miré a mí misma y mi cara se calentó. Ahí estaba yo, pensando en mi guapo ángel de la guarda, mientras yo parecía un extra de la película Swamp Thing.

Me abracé con mi brazo libre. Aferrando el reloj en mi mano, decidida a no arriesgarme, me lo puse. Desafortunadamente, mientras luchaba con el cierre, me di cuenta un poco tarde de que incluso en la posición más pequeña, me quedaba demasiado ancho. Aun así, lo empujé hasta mi antebrazo.


Devolvería este reloj, maldita sea. Aunque fuera lo último que hiciera.

Con la bolsa de comida rápida a mi lado, caminé a toda prisa. No quería correr el riesgo de llamar cualquier atención no deseada de esta noche. Así que necesitaba llegar a casa rápidamente.

Finalmente, llegué a mi destino y, moviéndome detrás del contenedor de basura, saqué mi bolsa.

Excelente. Toda mi ropa estaba sucia. No es que tuviera mucho, pero por lo menos podía ponerme mis vaqueros demasiado grandes y mi camiseta blanca. Levanté las prendas y de inmediato noté una mancha marrón en la camiseta que una vez fue blanca.

Tendría que ir mañana a la lavandería. Pero, mierda, todavía no tenía dinero.
Qué embarazoso. No podía empezar a trabajar con la jodida ropa sucia. Tendría que mendigar mañana por la mañana, rezando porque alguien me diera algunas monedas que necesitaba para una sola carga.

Una voz detrás de mí me sorprendió tanto que salté, chillé y me caí de culo sobre un charco de barro con olor a orina.

—No es mucho, pero es mi hogar, ¿eh?

Jadeante, me volví hacia Edward y dije con voz cortante:

—¿Qué diablos estás haciendo aquí?

Mi desprecio no lo frenó. No estaba enfadada con él, sólo mortificada. No podía exactamente saludarle con un "Bienvenido a mi humilde morada. ¿Agua mineral? ¿Whiskey?”.

Todo lo que podía ofrecer era olor a basura y charcos cuestionables.

Se acercó más, sus ojos brillando peligrosamente.

—Tenía la sensación de que no estabas siendo completamente honesta conmigo. Así que te he seguido.

Sí. No jodas, Sherlock.

Con mi culo en el charco, abrí mis brazos y sonreí burlonamente.

—¿Te gusta? Acabo de hacer las paredes. Creo que el color se llama mierda marrón. —Olí notablemente—. ¡Oh, no, espera! —El sarcasmo goteaba de cada palabra—. Eso es una mierda.

Su ceja se levantó, y quise tomar un poco de orina del charco y lanzársela. En cambio, me puse de pie mientras el líquido frío del charco goteaba por mis piernas. Mis mejillas se colorearon antes de bajar el tono.

—Creo que, después de ver el lugar, puedes entender por qué no quería compañía.

Él no me hizo caso.

—¿Tienes familia en alguna parte?

Empujando mi ropa de nuevo a mi saco de mierda, negué.

—Estoy seguro de que hay refugios por aquí. ¿Por qué no te quedas en uno?

Cerré la cremallera de la bolsa más fuerte de lo que debería. Él no lo entendería, incluso si se lo explicara letra a letra.

—Confía en mí cuando te digo que no son todo lo que parecen.

Tiré la bolsa por encima de mi hombro.

—Si me disculpas, tengo que encontrar una lavandería frente a la que mendigar mañana por la mañana, para no oler como un charco de orina.
Se enderezó con las llaves en la mano, y se volvió, señalando con la barbilla hacia mí.

—Vamos, ratón.

Suspiré. ¿Por qué estaba siendo tan amable?

—No necesito que me lleves. Puedo encontrar una yo sola.

Se detuvo a la entrada del callejón.

—No voy a llevarte a la maldita lavandería. Te voy a llevar a casa. —Él inclinó la cabeza ligeramente—. Es decir, a menos que no quieras una cama caliente para dormir y un lugar para lavar tu ropa.

No hice caso a su pulla y lo vi caminar de regreso a la calle.

El tiempo pasaba. Ni siquiera conozco a este tipo. Ni siquiera debería estar considerándolo. Pero cualquier cosa era mejor que la calle. Empujé mi bolsa más arriba en mi hombro.

Y, al igual que el cachorro perdido que era, seguí a Edward a casa.

***

—¿Esto es tu casa? —pregunté con asombro mientras presionaba un mando a distancia adjunto al visor solar sobre su cabeza.

Las grandes puertas de acero se abrieron y él gruñó una respuesta afirmativa.

Todavía asombrada, pregunté:

—¿No te pierdes aquí?

Resopló y sonó terriblemente cercano a una risa, pero seriamente lo dudaba.

—No te engañes. Son de hecho un complejo de tres casas. Mi hermano y mi hermana también viven aquí.

Eso me sacó de mi admiración instantáneamente. Un estremecimiento bajó por mi columna mientras el temor me tomaba por sorpresa.

—Espera, ¿qué? ¿Tu hermano? ¿El mismo hermano al que le robé la cartera?

Asintió silenciosamente y con los ojos muy abiertos con alarma, grazné:

—¡No puedo quedarme aquí!

—Relájate —dijo él en un tono tan aburrido que sonó como si le tomara todo el esfuerzo del mundo decirlo—. Está bien. Todavía no está en casa y mi hermana está fuera de la ciudad de momento. Tenemos todo el complejo para nosotros. Por ahora.

Mi estómago se apretó de nervios pero me quedé quieta por el miedo de perder la comida que acababa de comer. Condujo más lejos por la gran entrada hasta que llegó a un cruce en forma de T. Giró a la izquierda y vi una de las tres casas.
Aun así era mucho más grande en comparación que las otras casas y apartamentos regulares que estaba acostumbrada a ver. La casa de dos pisos estaba hermosamente diseñada desde afuera y tenía un estilo romántico con pintorescos tonos blancos y ligeros amarillos arenosos. Las luces estaban encendidas y repentinamente me pregunté si alguien más vivía con él. El grueso anillo de plata en su dedo anular lo sugería.

—¿Estás casado?

—No.

Mis tensos hombros se relajaron un poco. Bien, eso era bueno. No necesitaba una mujer alrededor acusándome de todo tipo de cosas desagradables. Las mujeres podían ser brutales.

Estacionó afuera de la propiedad, caminó alrededor y me ayudó a salir del coche, tomando mi bolsa de comida con una mano y ofreciéndome su codo graciosamente. Lo tomé casi inmediatamente y me llevó por los escalones frontales, hasta la puerta gigante de cristal.

Mi vientre rodó agresivamente. No pertenecía aquí para nada.

El interior de la casa era prístino, con brillante mármol blanco y mobiliario masculino de madera.

La primera cosa que capto mi ojo en el gran recibidor fueron las escaleras a la derecha y a la izquierda, que llevaban al segundo piso y se encontraban a la mitad.

¿Cómo se llamaba cuando las escaleras hacían eso?

—Es una escalera imperial. Muchas casas reales en Rusia la tienen.

Me giré hacia él, sin darme cuenta que había hecho la pregunta en voz alta. Luego me giré de nuevo hacia las escaleras.

—Es un poco arrogante, ¿no crees? —Lo miré de reojo—. Compararte con la realeza y todo eso.

Su labio se levantó tan ligeramente que podría haberlo imaginado.

—Eso es un poco presuntuoso, ¿cierto? —Me miró de reojo de vuelta—. Asumir que no pertenezco a la realeza.

Mis ojos se agrandaron cuando susurré:

—¿Lo haces?

Se giró hacia mí y juró que sus ojos me sonrieron.

—No.

Rodando mis ojos, sacudí mi cabeza mientras caminaba hacia el lado izquierdo de las escaleras y empezaba a subir.

—Sígueme, Ratón.

¿Ratón? ¿Por qué ratón? ¿Por qué no simplemente me decía lo que era?
Una rata callejera.

En la cima de las escaleras, pasamos a través de dos pasillos, uno llevaba hacia la izquierda y el otro hacia la derecha.

Pareció dudar un momento antes de girar a la izquierda y llevarme hacia la puerta al final de pasillo. Colocó su mano sobre la elegante manija y la abrió, levantando una mano para encender las luces.

Era un dormitorio. Definitivamente el dormitorio de un hombre. Una mujer sería demasiado conservadora para amueblar una habitación con mobiliario tan llamativo y fuertes colores reales.

Parecía más como un apartamento, en verdad, al menos cuatro veces más grande que un dormitorio normal. Definitivamente no podía quejarme sobre la habitación, si aquí era donde iba a dormir. Tenía ventanas de tres pisos de alto en esta sola habitación. Las cortinas eran elegantes, del tipo fruncidas en un borgoña oscuro con delineado dorado. En la esquina derecha de la habitación había un gran sofá de ante rojo granate, que tenía forma de L para encajar perfectamente en la esquina. La cama estaba colocada en el lado opuesto al sillón, una cama King size de caoba con mantas rojo oscuro y más almohadas de las necesarias. No había televisión o ningún tipo de entretenimiento más que un librero de pared a pared en el lado izquierdo.

Me paré ahí, con la boca abierta.

—Vaya. Esto es tan elegante.

Su siguiente oración me confundió.

—Esta es mi habitación.

—Entonces por qué…

Me tuve dando un paso atrás y alejándome de él. Con mi voz engañosamente calmada, dije:

—No voy a acostarme contigo.

Me miró de arriba abajo y resopló:

—No quiero tener sexo contigo.

¡Oh, Isabella… de nuevo con las suposiciones!

Giré mi cabeza para ocultar el hecho de que mi rostro ahora estaba color rojo betabel. Me estaba avergonzando. Por supuesto que no quería dormir conmigo, no cuando probablemente tenía un flujo eterno de hermosas mujeres jadeando por él en Bleeding Hearts. Era tan idiota.

—No entiendo.

Edward se adentró más en la habitación antes de girar a la izquierda y desaparecer en lo que parecía ser un armario escondido. Cuando regresó, ya no tenía puesta la chaqueta de su traje y sus mangas estaban enrolladas hacia arriba.
Se detuvo a medio metro de mí, levantó su teléfono y antes que pudiera decir una palabra, el flash se había apagado.

—Oye —me quejé, arrugando mi nariz.

Se encogió de hombros, colocando el teléfono en su bolsillo.

—Sólo una pequeña póliza de seguro, en caso de que decidas irte en medio de la noche con alguna de mis cosas. —Él me miró—. No es nada personal. No te conozco. No sabes nada acerca de mí tampoco. No me conoces. Pero mientras estés en mi casa, tú y yo dormiremos en la misma habitación.

Abrí la boca para protestar, pero él levantó una mano y siguió hablando.

—El sofá se despliega en una cama. Ahí es donde voy a dormir yo. Puedes tomar la cama. Perdóname por no confiar en alguien que conozco desde hace menos de tres horas. Sobre todo en las circunstancias en las que nos encontramos.

Bueno... cuando lo decía así, tal vez estaba siendo desagradecida por protestar.

Bien. Tendría que cambiarme a mis bragas grandes y lidiar con ello.

Hablando de bragas...

—No tengo nada de ropa limpia. —Levanté mi bolsa—. ¿Hay algún lugar donde pueda lavar esto?

Me quitó la bolsa y palidecí.

—¡No, espera, yo puedo hacerlo! —Salté por ella, pero lo sostuvo fuera de mi alcance—. ¡Devuélvemela!

—Sólo quiero estar seguro de que no tienes nada peligroso aquí. —Me observó—. Mi seguridad siempre vendrá antes de tu orgullo. ¿Entiendes?

Bueno, mierda.

Me tomó cinco segundos ceder.

—Está bien, pero, ¿puedo ser quien la vacíe? —Dudó. Declaré suavemente—. Por favor.

Esperó un momento antes de entregarme la bolsa.

—Está bien, pero lo harás justo aquí. Justo en frente de mí.

Maldición. Tendría que tratar de ocultar lo que necesitaba tan discretamente como pudiera. Uno por uno, saqué las cosas de mi mochila. Dos camisetas, suéter de hombres andrajosos, que me servía de mucho en el tiempo más frío, un jeans negro con agujeros en la parte inferior, un par de calcetines grises, y...

Envolviéndolos rápidamente, traté de deslizarlos en mi bolsillo, pero una mano agarrando mi muñeca me detuvo. Apretó y me puse rígida.

—Enséñamelo.

El orgullo me mantuvo quieta. Mis mejillas ardían.
Apretó con fuerza suficiente para hacer moretones e hice una mueca.

—Enséñamelo.

Las saqué de mi bolsillo y las arrojé sobre la cama. Consternada, dije en voz baja:

—Bragas. Son sólo bragas.

Echó un vistazo a las bolas negras de tela sobre la cama antes de poner mi bolsa al revés y agitarla. La pequeña navaja suiza que me encontré en la calle cayó del bolsillo lateral. Inmediatamente me defendí al ocultarla.

—No tiene filo.

Con ojos analizadores, la levantó para examinarla.

—Podrías atravesar a alguien si quieres hacerlo. —Él la puso en su bolsillo—. No necesitas esto.

Por supuesto que no lo haría. ¿Qué hay de mi alma? ¿Quiere eso también? No es que la necesite.

Estaba agradecida, por supuesto, pero todavía no entendía los motivos de este hombre.

Tomando mi bolsa, empujó la ropa de nuevo en ella y la tiró sobre su hombro.

—Ven —ordenó, y obediente como era, lo seguí. Una puerta en el lado izquierdo de la sala, junto a la estantería de la pared, se abrió, y al ver un baño, ducha, champú y jabones, un temblor de placer me recorrió.

—Te puedes lavar aquí. Tómate tu tiempo.

Dio un paso atrás y añadió:

—Sólo te pido que no bloquees la puerta. No entraré a menos que lo necesite. Cuando llame, por favor responde, o de lo contrario voy a creer que necesitas ayuda.

Eso sonaba razonable. Pero aun así, pregunté:

—¿Prometes que no entrarás?

Sus fríos ojos me traspasaron.

—No estoy buscando una emoción barata.

Ante mi mirada contundente, pronunció:

—No voy a entrar. No a menos que me lo pidas.

—Confía en mí, no te lo pediré. —Entré y fui a cerrar la puerta, pero me detuvo antes.

Un ojo color whisky me miró.

—Quítate la ropa y entrégamela a través de la puerta.
Justo cuando estaba a punto de preguntar para qué, en el tono menos mordaz posible, continuó:

—Voy a ponerla a lavar con las otras.

La puerta se cerró, me quité la ropa y envolví una toalla suave y esponjosa color burdeos a mi alrededor, di la vuelta a la perilla, tiré la ropa, y grité:

—Gracias.

Un momento de silencio, y luego:

—De nada.

Edward me dejó en paz y tranquilidad mientras llenaba la bañera con agua caliente y gel de baño perfumado de hombre. Miré a la bañera antes de mirarme en el espejo.

Estaba sucia. Mugrienta.

Por mucho que quisiera deslizarme en la bañera, decidí ducharme primero, y desde el momento en que el agua demasiado caliente me golpeó, recorriendo mi cuerpo desnudo, calentando el frío en mí, algo entre una risa y un sollozo se me escapó. Levantando la cara, me dejé ser consumida por el sentimiento de éxtasis cuando extendí la mano y masajeé champú en mi cabello. E hice esto sonriendo, a pesar de que me tambaleaba.

Continué lavando cuatro meses de suciedad. Decir que “se sentía bien” habría sido el eufemismo del siglo.

Se sentía divino.

Duchándome lo más rápido que pude, salí y me acerqué a la bañera, metiéndome con cuidado en el agua casi abrasadora y bañando noches solitarias en un callejón frío.

Y fiel a su palabra, Edward no irrumpió.
*****************************
Bueno que les pareció ahora que Edward la llevo a su casa…
Bueno chicas como saben mañana martes habrá adelanto de la adaptación así que estén pendientes la adaptación tiene 52 capítulos como ven son un poco cortos por son muchos así que esta adaptación es larga.
También muchas gracias por sus comentarios y también por leer y estar pendiente de las actualizaciones muchas gracias.
Nos vemos el miércoles con capitulo nuevo.

16 comentarios:

  1. Ayyy me encanta gracias por el.cap nuevo
    Cada vez amo más a este Edward!!!!:-)

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  2. Me encanta esta historia, ya espero el siguiente capitulo! Nada mejor que leer un poco un lunes en la noche :)

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  3. Ijole pero me quede con ganas de mas escribe 2 o 3 de un solo asi avanzas mas y no nos quedamos con ganas ajjajajaj

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  4. Me muero ya están en la misma casa ojalá que se lleven bien en serio espero con ansias el miércoles gracias por el capítulo

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  5. Grancia hermosa me súper encanto y emosionada x el siguiente cap graciassssssssssss graciassssssssssss graciassssssssssss gracias

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  6. Parece que Edward le va tomando cariño... Espero que puedan tener algo más que esta relación tan tirante... después de todo, Edward de verdad la esta ayudando sin conocerla :D
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  7. Hola me facina la hiatoria. Me tiene picadisimas picadisimpicadisima.

    Nos seguimos leyendo

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  8. Omg
    Me has atrapado en la historia.
    Estaré por aquí sin falta en cada actualización. 😊

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  9. Lo siento no habla leído este capítulo sigo con el siguiente
    Saludos y besos Annel 😘😘😘

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  10. Estoy ansiosa por saber más acerca de cómo es que Bella acabó en las calles.

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  11. Aaa!!! Mi ángel negro de la guarda ����
    Ya quiero ver un poco más de interacción.
    Pero como es que bella llego a la calle por qué solo dice que desde hace 4 meses por lo que algo feo tuvo que haber pasado ��...
    Y ya es miércoles!!! Ya quiero capi!!!!
    No nos hagas esperar tanto!!! ��������������

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  12. Muchas gracias por el capítulo

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  13. A mí me encanta la novela original y me pone contenta que hayas decidido adaptarla entre las que tengáis para hacer adaptación, para las que están leyendo les aviso que les va a encantar está novela

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