lunes, 16 de abril de 2018

No Esperaba Enamorarme de ti Capitulo 19


Capitulo 19
Isabella

Tuvimos los finales una semana después. Busqué a Edward cuando los acabé, pero no pude encontrarlo. No era un tema que me preocupara. Realmente no quería saber cómo le habían salido. Tampoco era como si no lo imaginara ya; estaba segura de que había hecho unos exámenes impecables. Era algo que no parecía preocuparle lo más mínimo, y cuando estudiamos, a pesar de que estaba distraído, respondió a todas las preguntas que le hice de los temas correspondientes con una certeza inquebrantable.

No, la verdadera razón por la que no quería hablar de los finales era porque se trataba de otra cuestión que me recordaba lo pronto que se marcharía. En cualquier caso, tenía que irme a casa para dejar mis cosas antes de hacer el turno en Alec’s. Al me había dicho que iba a tener más turnos para mí ahora que se acercaba el verano. La clientela era más numerosa durante los meses de verano, cuando abría la terraza, y también se habían marchado un par de camareras a trabajar en el nuevo local que se había abierto en Evansly. Esa era una buena noticia para mí. Sabía que mientras estuviera en Dennville, tendría ingresos regulares, al menos durante el verano. Después ya se me ocurriría algo. Ya idearía un plan alternativo. Sentí una punzada de decepción en el pecho, pero no le hice caso. Lo conseguiría. Había tomado la decisión adecuada y había seguido adelante con ella. No había vuelta atrás.


Mientras recorría la calle principal de Dennville, perdida en mis pensamientos, miré a mi izquierda y vi a Jessica hablando con Edward ante la puerta de un edificio abandonado. Permanecía ante él y lo miraba como si fuera de ella. Los celos me inundaron y me estremecí. Di un paso atrás de forma que quedé oculta por un grueso poste de teléfono y asomé la cabeza.

Genial. Ahora era una acosadora.

¿Qué estaba haciendo? Me mordí el labio mientras debatía conmigo misma si acercarme a saludarlos. ¿Por qué me sentía como si estuviera interrumpiendo algo? Solo habíamos estado juntos una hermosa noche en un campo de lavanda, pero tenía que significar algo. Me emocioné al recordar lo ocurrido y luego surgieron otra vez los celos. Volví a mirar a Jessica y a Edward. ¿Por qué una parte de mí se sentía como si fuera a interferir si me acercaba? ¿Por qué era yo la intrusa? Recordé el beso que les había visto intercambiar, y cómo se habían metido mano en la función, hacía ya tantos meses, y, de repente, sentí que se me revolvía el estómago. Cuando volví a mirar, ya no estaban. Parpadeé antes de mirar alrededor y ver cómo Jessica tiraba de su mano y él la seguía sin rechistar.
Me dio un vuelco el corazón. No sabía qué sentía. ¿Edward era mío? ¿Tenía derecho a reclamarlo de forma pública? Él había afirmado una y otra vez que se iba y que no podía hacerme ninguna promesa. ¿Cómo podría exigirle ahora nada, cuando había sido la primera en decirle que daba igual que se acostara conmigo aunque luego no se quedara? Pero él también había dicho que me amaba. Me sentí confusa. Si el amor no era una especie de reivindicación en sí mismo, ¿qué era entonces? Me amaba, tenía relaciones íntimas conmigo, ¿y aun así se sentía libre para estar con otras chicas? No era capaz de contener el dolor que fluía por mis venas. Me sentía caliente, vacía y con la piel erizada. No, él no haría eso. Edward no era así. Aunque solo fuera eso, sabía que era un chico honorable, ¿verdad?

Me dirigí lentamente a casa, aunque debería haber ido lo más deprisa posible. Habíamos pasado lo que consideré una preciosa noche juntos, una noche que me había cambiado. Le había dado todo de mí, mi cuerpo y mi corazón. Y de repente, solo una semana después, me sentía insegura de nuevo. Vacilaba.

—No me gusta el amor —murmuré por lo bajo.

Entré precipitadamente en la caravana y lancé los libros al sofá. Alice salió del cuarto de baño abrochándose la camisa blanca.

—Hola —me saludó sonriente—, ¿qué tal los finales?

No la miré mientras cogía el uniforme de trabajo del armario.

—Oh, mmm… Creo que bien —mentí—. Estoy contenta de que hayan acabado ya. —Me volví hacia ella y le brindé una enorme sonrisa, que esperaba que la distrajera.

Me miró con los ojos entrecerrados, pero asintió con la cabeza muy despacio.

—Bien. Bueno, ¿estás preparada? Si nos vamos ahora, no llegaremos tarde.

—Sí, en dos minutos —pedí, corriendo al cuarto de baño.

Cinco minutos después nos dirigíamos de regreso al pueblo.

Se televisaba un partido importante de baloncesto y el lugar estaría a rebosar, por lo que las dos estábamos deseando llegar. Los clientes nos darían propinas extras, y dado que estábamos trabajando las dos, ganaríamos el doble. Ese día al menos había traído consigo un resquicio de esperanza. Yo no recibía demasiadas propinas, pero si los clientes estaban suficientemente borrachos, acabarían confundiéndome con una camarera y quizá pudiera conseguir algo de dinero extra. Por lo general, me mantenía alejada de su camino todo lo posible, en especial cuando se trataba de ejecutivos ebrios que trabajaban en las oficinas de la mina, en Evansly, pero hoy no lo haría. De hecho, me acercaría a ellos. Fruncí el ceño mientras me miraba los pies. Ellos acostumbraban a ir vestidos con trajes de marca y llevaban relojes de oro, pero en el fondo no eran diferentes de cualquier otro hombre; se comportaban así ante las mujeres para llamar su atención. Por supuesto, eso era lo que pensaban muchas chicas, y actuaban en consecuencia. En una ocasión había oído gritar a uno de aquellos ejecutivos «Elijan, caballeros, que salen baratas» en voz alta. El problema era que la comida y el calor no, por lo que a veces hacías lo que tenías que hacer. Y algunas de esas veces, se te metía en la cabeza que uno de ellos quería salvarte de la miserable vida que estabas viviendo.

A las seis, el lugar estaba en su apogeo, la barra llena de hombres bulliciosos que gritaban y animaban las jugadas que veían en la enorme pantalla plana que había en la pared.

Atravesé la multitud con la bandeja para recoger los vasos vacíos y entregar los pedidos que habían hecho. Un tipo particularmente borracho con una camiseta roja me pellizcaba el culo cada vez que estaba cerca, así que hacía un recorrido más largo para evitarlo.

—¡Venga, bombón! —gritó cuando regresé a la cocina para meter los vasos sucios en el lavaplatos—. Quiero ver ese culito de vuelta por aquí.

—¿Te está dando problemas ese tipo, cariño? —me preguntó Rosalie, una camarera curtida y con bastante experiencia parando los pies a los clientes, que llevaba trabajando en Alec’s desde siempre, cuando regresé a la barra, señalando al hombre de la camiseta roja.

Lo miré.

—No te preocupes, Rose, puedo ocuparme de él —aseguré, esbozando una sonrisa.

—Si necesitas que me haga cargo de su sección, dímelo. Tengo mucho que compartir aquí atrás —dijo, señalando su generoso trasero al tiempo que me guiñaba un ojo. Me reí.

Evité con éxito al tipo de la camiseta roja durante el resto del turno, que se marchó con sus amigos cuando terminó el partido, y el local comenzó a estar menos lleno.

Alice se acercó a mí cuando estaba limpiando las mesas de la parte posterior.

—Oye, Bella, he hablado con Rose y me ha dicho que puede subirte a casa.

Dejé de limpiar y la miré. Ella se movió incómoda bajo mi escrutinio.

—¿Por qué? —pregunté, entrecerrando los ojos.

—Er… —Clavó los ojos en el tipo que estaba sentado en una mesa cerca de la puerta, seguramente un ejecutivo de la mina. Lo observé con intensidad—. Es RIley. Me ha preguntado si quiero ir a cenar con él esta noche…

¿Cenar? Era demasiado tarde para cenar. Me moví de tal manera que la oculté de la vista de Riley.

—No quiero que vayas a casa con un hombre que acabas de conocer en un bar, Alice. ¿Te has olvidado ya de cómo terminan esas cosas?

Ella se irguió.

—No, no lo he olvidado. —Miró a Riley por encima del hombro y esbozó una sonrisa, luego volvió los ojos hacia mí—. No soy estúpida, Bella. Sé lo que quiere Riley. No me imagino que piensa casarse conmigo ni que cabalgaremos juntos hacia el atardecer, blablabla… Solo quiero tener un poco de compañía, ¿es tan malo?
Suspiré, dejando caer los hombros.

—¿Y Emmet?

Ella se erizó.

—¿Qué pasa con Emmet? Solo somos amigos. No hay nada entre nosotros.

—A él le importaría que fueras a casa con Riley —expliqué.

—Bien, pues no debería. Es una estupidez por su parte.

Suspiré de nuevo.

—Sí. —Estudié su hermoso rostro durante un momento—. Ten cuidado, ¿vale? Y ve a lugares públicos, o a zonas bien iluminadas, que luego…

Alice se rio y se inclinó hacia delante para abrazarme.

—Lo tendré. Estaré en casa dentro de un par de horas.

—Vale.

Me giré para limpiar la última mesa mientras Alice iba a la trastienda a cambiarse. Luego me saludó cuando salió con Riley por la puerta.

Me preparé cuando llegó la hora y me acerqué a Rose.

—Cariño, lo siento. He salido a encender el coche y no arranca. Royce vendrá a buscarme dentro de una hora. ¿Te importa esperar?

Lo cierto era que no quería pasar más tiempo dentro del bar lleno de humo esperando al marido de Rose.

—No te preocupes, estoy acostumbrada a andar y no hace frío.

—¿Estás segura?

—Sí. —Sonreí. Después de despedirme de todo el mundo, salí a la calle. Era una suave noche de primavera, aun así me puse el jersey y crucé los brazos sobre el pecho. Iba a tener que comprar ropa nueva muy pronto porque algunas de mis prendas tenían agujeros. Debía hablar con Alice, a ver qué nos podíamos permitir.

Las agujas de pino que levantaba la brisa volaron entre mis pies mientras recorría el camino de tierra que había junto a la carretera. El suave viento también se enredaba en mi pelo. Levanté la vista hacia la luna, recordando lo redonda que estaba de el día que estuvimos en el prado, mientras Edward se movía sobre mí, con la piel húmeda por la pasión. Me estremecí y aceleré el paso. Quizá debería pasar por su casa. No podía estar mal que lo hiciera. Oí el motor de un coche a mi espalda y me aparté de la carretera todo lo que pude. El coche pasó zumbando a mi lado y luego se detuvo bruscamente a un lado del camino.

Aminoré el ritmo y entrecerré los ojos mientras me acercaba al coche plateado. ¿Era el coche del hermano de Jemma Clark? Al aproximarme supe que no lo era, este vehículo estaba en mejores condiciones, y seguía en marcha, aunque no salía nadie. Entonces se abrió la puerta y vi que salía el tipo de la camiseta roja, con una sonrisa de medio lado.

—Hola, bombón, te estaba esperando. —Curvó los labios por completo antes de caminar hacia el lugar donde me había detenido. Nerviosa, miré hacia donde se perdía la carretera en ambas direcciones. Estaba desierta.

—Llegarán a buscarme en cualquier momento —dije con firmeza mientras empezaba a rodear el coche—. Ha sido un placer verte.

Cuando pasaba junto al asiento del copiloto, él se acercó de frente a toda velocidad, lo que hizo que yo empezara a correr. Al ver que se ponía a perseguirme, me sentí llena de miedo. Emití un grito cuando noté su mano en el hombro, pero luego el contacto se perdió, y, por un breve instante, pensé que se rendiría y regresaría al coche. Me atreví a mirar por encima del hombro justo en el mismo instante que me agarraba el jersey con una mano y tiraba de mí. Salí despedida hacia atrás, impactando contra su pecho mientras me rodeaba con los brazos. Emitió un grito que fue mitad risa, mitad victoria.

—¡Suéltame! —grité al borde del pánico, con los ojos llenos de lágrimas, mientras ahogaba un sollozo.

Un coche pasó lentamente junto a nosotros.

—¡Ayuda! —Mis ojos se encontraron con los de la mujer que iba al volante, pero ella apartó la mirada y aceleró por la carretera.

Sentí el aliento caliente del hombre de la camiseta roja en el oído.

—Relájate, bombón, eres mía. Eres peleona, ¿verdad? Pero yo solo quiero conocerte mejor. Te me escapaste en el bar, pero ahora iremos a un lugar donde podremos conocernos mejor. —Me pasó la mano por la caja torácica hasta llegar a uno de mis pechos, que apretó con fuerza.

—¡No! —grité, dándole patadas como podía en las espinillas.

Emitió un gruñido de dolor al tiempo que me soltaba. Me di la vuelta y le golpeé con el puño un lado de la cabeza. Entonces emitió un sonido furioso, devolviéndome el golpe. Sentí una dolorosa explosión en el ojo antes de caer sobre mi trasero en la tierra del camino y se me escapó todo el aire de los pulmones. Me arrastré hacia atrás por el suelo mientras mi agresor se acercaba. Me levanté justo cuando aparecía un vehículo detrás del tipo de la camiseta roja. Un hombre saltó del asiento del conductor.

—¡Isabella! ¿Estás bien? —gritó el recién llegado.

Giré la cabeza y vi que se trataba de Jacob Black. Al ver que se dirigía hacia mi atacante, me quedé donde estaba, con las lágrimas cayendo por mis mejillas mientras aspiraba grandes bocanadas de aire.

Jacob estaba en mi curso en el instituto, su padre era Charlie Black, el mismo hombre con el que mi madre había mantenido una relación.
—¡Hola, hombre! —le saludó el tipo de la camiseta roja, tendiéndole la mano—. Todo está controlado…

Jacob le soltó un puñetazo en la cara y el otro tipo cayó bruscamente sobre la grava sin poder evitarlo. Grité, pero luego me cubrí la boca con las manos. Temblaba de pies a cabeza. Cuando Jacob levantó al de la camiseta roja y lo arrastró hasta su coche, hice balance de mi propio estado. Tenía el jersey roto por el lugar donde me había agarrado, y sentía que el ojo se me hinchaba por momentos. Me llevé el dedo a la boca y cuando lo bajé, estaba manchado de sangre.

Jacob lanzó al hombre inconsciente al interior del coche. Luego sacó las llaves del encendido y se inclinó para hacer algo que no pude ver. Cuando se incorporó, llevaba en la mano unos vaqueros y en la otra las llaves. Cerró la puerta, después echó el brazo hacia atrás para lanzar las llaves al bosque que había a un lado de la carretera.

—¿Estás bien? —preguntó, con los vaqueros colgando del brazo, cuando se volvió hacia mí.

Asentí con la cabeza de forma temblorosa mientras se acercaba. Lo vi apretar los labios cuando me levanté, pero no me tocó.

—Venga, te llevo a casa.

Vacilé. Jacob y yo habíamos sido compañeros de clase durante cuatro años, pero no lo conocía demasiado bien. De hecho, lo evitaba todo lo que podía porque imaginaba que no sentiría cariño por ningún miembro de mi familia. El día que mi madre nos arrastró hasta la puerta de su casa, él estaba allí; había visto cómo su padre nos escupía. Había estado mirando por la ventana cuando nos rechazó.

Me observó durante un rato y luego se metió la mano en el bolsillo para sacar algo rojo y brillante. Se acercó a mí con aquel objeto en la mano y me lo tendió. Era una navaja suiza.

—Si se me ocurre hacer algo que te haga sentir incómoda, puedes clavármela en el ojo —propuso con una especie de sonrisa en los labios.

Solté un suspiro antes de devolverle la sonrisa. Me había tranquilizado lo suficiente como para lograr llenar mis pulmones por completo. Cogí la navaja sin decir nada, pero lo seguí a su coche y me senté en el lado del copiloto. Él se estiró para lanzar los vaqueros en el asiento de atrás. Los miré, confusa, pero al final me acurruqué contra la puerta mientras Jacob arrancaba. Miré por la ventanilla el coche del tipo de la camiseta roja, que todavía no había recuperado el sentido.

—¿No estará muerto? —pregunté.

Jacob clavó los ojos en el retrovisor.

—No está muerto. Pero cuando despierte, tendrá un buen dolor de cabeza y una resaca de órdago… Y va a tener que regresar a su hotel andando en calzoncillos. Se lo merece, por cabrón. —Me miró curvando la comisura de la boca. Lo estudié con el ojo sano y también sonreí al imaginarlo caminando por la carretera, desnudo de la cintura para abajo. Luego me puse seria.
—Puede localizarme por mi nombre —dije.

Jacob me miró y luego volvió a concentrarse en la carretera mientras giraba hacia el camino que llevaba a las colinas.

—No te molestará —afirmó. Después se quedó en silencio un segundo—. Me aseguraré de ello, ¿vale?

Le eché un vistazo.

—Vale. —No sé por qué confié en que lo iba a hacer, pero así era. Jacob alternaba con los chicos más populares, eran un grupo pequeño de alumnos que vivían en Evansly, cuyos padres trabajaban en las oficinas de las minas. Niños ricos. No sé si podía considerárseles ricos en realidad, pero para mí sin duda lo eran. Nuestras vidas eran muy diferentes.

Le di las indicaciones precisas para que llegara a la caravana, y cuando se detuvo delante, permanecimos sentados en el interior del vehículo durante un rato. Me sentía demasiado entumecida y dolorida para prestar atención al entorno. En ese momento, el remolque me parecía un refugio; solo quería entrar para acostarme en el sofá donde acostumbraba a dormir. Abrí la puerta del coche.

—Oye, Isabella… —me dijo Jacob. Me detuve, aunque no me volví hacia él—. Sé que quizá no sea el mejor momento para pedírtelo, pero ¿quieres ir al baile de graduación la semana que viene? Quiero decir si quieres ser mi pareja.

Lo miré por encima del hombro. Jacob era guapo. No tanto como Edward, pero sus rasgos eran agradables y amables.

—Gracias, Jacob, pero no. No sé bailar y… —«No me puedo permitir un vestido ni unos zapatos de fiesta. Además, estoy enamorada de otro chico».

—Venga, va, me lo debes. —Noté en su mirada que estaba bromeando.

Dejé salir un suspiro con una sonrisa.

—Gracias, Jacob, de verdad. No sabes lo que te agradezco lo que has hecho, pero podría decirse que estoy saliendo con alguien, y… —Se me llenaron los ojos de lágrimas ante mis palabras. ¿Estaba saliendo con alguien? Dios, era todo muy confuso. Y, de alguna manera, sentía el corazón tan magullado como el ojo.

—Eh… —dijo con ternura—. Lo entiendo. Solo he pensado que…, ya sabes…, tú y yo… —Apretó los labios como si estuviera considerando sus palabras—. Nunca me he esforzado en llegar a conocerte, y lo lamento. Me doy cuenta de que no queda mucho tiempo, pero se me ocurrió que quizá en el baile… —Sus ojos se movieron por mi cara—. Aunque si estás saliendo con alguien, entiendo que probablemente quieras ir al baile de graduación con él.

Me miré el regazo y sacudí la cabeza, pero no dije nada. ¿Cómo podía hacerle entender a este muchacho que tenía tan poco que algunos días me contentaba con agradecer que hubiera comida para comer? Bailes, citas…, esas cosas estaban fuera de mi alcance. No tenía ni idea de qué eran. No sabía lo que era vivir con solo ese tipo de preocupaciones.
—Gracias otra vez —le dije.

—¿Isabella? —Volví la cabeza—. Es que… er… no sé…

—Dilo de una vez, Jacob.

—Soy gay.

¡Oh! Me volví por completo hacia él.

—Entonces, ¿por qué me has pedido que vaya contigo al baile?

—Solo quería pasar tiempo contigo.

Ladeé la cabeza.

—¿Qué habría pasado si te hubiera dicho que sí y tuviera esperanzas de gustarte? —pregunté.

—Creo… creo que no se me ocurrió. Lo siento.

—No pasa nada —suspiré después de estudiarlo durante un segundo.

—No puedo decírselo a mis padres. Es decir…, puedo. Y lo haré. Pronto. Creo… Quizá… —Miró por la ventanilla del conductor.

Respiré hondo y volví a sentarme en el coche.

—Estoy segura de que todo irá bien.

Él me miró y sacudió la cabeza.

—No, no será así. No va a ir bien. Pero supongo que tengo que hacerlo de todas formas. Se me ha ocurrido que contárselo antes de irme a la universidad estaría bien. Así tendrán tiempo para digerirlo mientras no estoy, ¿entiendes?

Moví la cabeza para asentir.

—Sí. —Estiré la mano y le apreté el hombro—. Bueno, buena suerte.

—Mi padre se crio igual que tú —explicó, mirando a la caravana—. En su despacho tiene una imagen de la cabaña en la que vivía en Virginia, cuando era niño.

Apreté los labios mientras me clavaba las uñas en el muslo.

—Bueno, eso hace que sea peor.

—¿Cómo? —preguntó, clavando la vista en mi ojo bueno.

—Sabe lo que es vivir así e hizo que para nosotras todavía fuera peor. —«Y para él fue una enfermiza y excitante manera de recordarse a sí mismo lo lejos que había llegado, y que otros habían quedado por debajo de él».

Jacob se encogió un poco y clavó los ojos en la distancia antes de volver a mirarme.

—Lo sé. —Se quedó callado un segundo—. Si te hace sentir mejor, no me gusta donde vivo a pesar de lo que tengo. —Frunció el ceño mientras estudiaba la ventana, a mi espalda—. Ese día… —Sus ojos se encontraron con los míos—, el día que mi padre os dijo que os fuerais de nuestra casa, yo estaba mirando. Lo vi. Y quise irme con vosotras. Os vi en el camino a las tres, cogidas de la mano, alejándoos, cómo os apoyabais las tres y… por estúpido e insensible que te parezca oír esto, quise ir con vosotras. Quería lo que teníais. Una familia.

Lo miré conmocionada.

—Yo quería lo que tenías tú. Una familia, y… —me reí por lo bajo— algo de comida en la nevera.

Soltó una risa sin humor que terminó en una especie de mueca.

—Nada es fácil, Ponyboy —dije en voz baja, llamándolo como al protagonista de Rebeldes.

—¿Qué?

—Nada. Gracias de nuevo, Jacob. Buenas noches.

Él asintió con la cabeza con expresión preocupada.

—Buenas noches, Isabella. Ponte hielo en el ojo.

—Lo haré. —Abrí la puerta y salí.

Lo observé mientras daba la vuelta para regresar al pueblo. Me quedé allí fuera un minuto, respirando el aire fresco de la noche, pensando qué iba a decirle a mi madre. No podía decirle la verdad, no sería útil porque no podía hacer nada al respecto y solo empeoraría las cosas. Le diría que me había tropezado con la puerta de vaivén que había en el bar.

Pero mientras estaba allí, me invadió una especie de angustia. No quería mentirle. Quería que me abrazara mientras lloraba. Necesitaba que alguien me dijera que todo iba a ir bien. Miré al cielo con las mejillas manchadas por las lágrimas.

—¿Bella? —Volví la cabeza al oír su voz. Edward.

Me sequé las lágrimas y me volví hacia él. Al acercarme lo suficiente, distinguí sus rasgos. Vi cómo su expresión cambiaba de confusión a furia.

—¿Qué coño…? —dijo entre dientes, moviéndose con rapidez hacia mí y alzándome la cara hacia la luna para verla mejor.

—¿Quién te ha hecho esto? —demandó.

—Edward… —Se me ahogó la voz y dejé de luchar. Me envolvió con sus brazos y me pegó contra su cuerpo, sólido y seguro. Me fundí con él, aferrándome a su camiseta con los puños mientras lloraba. No solo me caían lágrimas porque tenía el rostro golpeado, sino porque podría volver a ocurrir. Lloraba porque tenía miedo y no me quedaba esperanza, y porque a pesar de que Edward me abrazaba, a pesar de todo lo que habíamos compartido, sentía que reprimía sus emociones. Así que mis lágrimas cayeron con más fuerza y me pegué más a él.

—¿Quién te ha hecho esto? —repitió, ahora mucho más tranquilo.

Sorbí por la nariz.

—Un tipo… —susurré, limpiándome las mejillas.

—¿Uno de los clientes de Alec’s?

Asentí.

—No me he querido subir a su coche y no le ha gustado.

No dijo nada, pero tensó la mandíbula con la vista clavada en el infinito.

—¿Sabes su nombre?

Negué con la cabeza.

—No importa, Edward. Jacob Black lo ha dejado inconsciente de un golpe y luego me ha traído a casa. Me ha dicho que se aseguraría de que ese tipo no me molestara de nuevo… —Se me apagó la voz. En cualquier caso no sabía qué pensaba hacer Jacob.

Edward no habló durante varios minutos y, al final, se limitó a asentir.

—Está bien. —Me miró y me colocó un mechón de pelo detrás de la oreja—. Siento no poder hacer nada. Me siento una mierda. Un inútil —se torturó con la voz ronca.

Vacilé al oír su tono, intentando abrir los ojos.

—No eres un inútil, Edward. No vuelvas a decirlo.

Bajó la mirada hacia mí, su expresión era de dolor puro.

—Ve dentro y ponte hielo en el ojo —me sugirió—. ¿Tienes paracetamol o algo parecido?

Asentí moviendo la cabeza.

—¿No podemos ir a tu casa? —pregunté tentativamente, deseando que me abrazara una vez más.

—No es una buena idea —me cortó bruscamente—. No podemos hacerlo.

—¿Por qué? —insistí, con la voz quebrada por el dolor que me atravesaba.

—Porque he vendido la cama. Estoy durmiendo en el suelo de casa.

¡Oh!

—De acuerdo. Dormiré contigo en el suelo —dije.

«Te necesito, Edward».

Él volvió a negarse, moviendo la cabeza, otra vez con los dientes apretados.

—No, no vas a dormir en el suelo, Isabella. —Ante la expresión de dolor de mi cara, su expresión se suavizó y soltó un largo gemido—. No dormirás en el suelo. Ve dentro de la caravana y métete en la cama. Vendré a verte por la mañana, ¿vale?

Quise gritarle. Quise rogarle que se quedara conmigo, que me llevara con él… Lo que fuera. Recordé a mi madre gritando a Edward en el salón de actos y me miré los pies, comprendiendo de repente algo del profundo dolor que debía de sentir.

—Te he visto antes con Jessica —le dije—. Esperaba que me acompañaras a casa, pero estabas con ella. —No pude reprimir la acusación en mi voz.

«¿Estoy exigiendo demasiado?».

Me observó en silencio durante unos segundos.

—Fue solo un momento, Ten, quería enseñarme el coche de su hermano. Nada más.

Recorrí sus rasgos con la mirada durante un minuto. No me sentía mejor.

—Vale —claudiqué—. Te amo.

Lo vi cerrar los ojos.

—Yo también te amo. Entra ya. Quiero oír la cerradura.

Me volví y me acerqué reticente a la puerta de la caravana. La abrí, pero miré por encima del hombro antes de entrar. Edward estaba un poco alejado, y me miraba. Me hizo un gesto con la cabeza; vacilé sintiendo un poco de miedo ante la expresión decidida de su rostro. No sabía qué significaba exactamente, pero sabía que no era bueno.

Cerré la puerta a mi espalda y giré la llave antes de hundirme en el sofá. Luego me cubrí la cara con las manos y sollocé.

**********************************************************
Hola a todas perdón por no actualizar pero he aquí  tres capítulos mañana habrá martes de adelantos en el grupo de Elite Fanfiction la próxima actualización será el miércoles gracias a toda por sus comentarios y por leer.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Wow... gracuas oor los capitulos.. que pensara hacer Edward

Unknown dijo...

Estaba literalmente desesperada por actualuzación, se que tienes cosas que hacer y todo, asi que mil gracias por los capitulos.
La melancolia que se describe en los capitulos, asi como la tristeza y la inminente separación me hacen querer abrazar a Ed y Bells.
Nos vemos en la siguiente actualización, ten un gran inicio de semana.

Anónimo dijo...

Gracias por actualizar!!
Oh siento que algo grande se acerca y no muy bueno para ellos, me siento mal por los dos

beata dijo...

Gracias por actualizar.

Kar dijo...

Hola hola puede la separación es inminente y cada día les pesa más eso el dolor no está siendo fácil de manejar y los celos también están haciendo su aparición, pronto se sabrá quien obtiene la beca y eso determinará el futuro de su relación
Gracias por los capítulos nena, espero ansiosa los siguientes
Saludos y besos 😘😘😘😘😘

Kar dijo...

Hola hola la separación es inminente y el dolor es latente entre ellos, los celos han hecho su aparición, y pronto se sabrá quien ganó la beca y será un momento cumbre en sus vidas
Gracias por los capítulos nena, espero ansiosa los siguientes
Saludos y besos 😘😘😘

cari dijo...

❤😘😢❤😘❤😘 Gracias

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina