lunes, 16 de abril de 2018

No Esperaba enamorarme de ti Capitulo 17


Capitulo 17
Isabella

—¿Por qué me estás evitando?

Él giró la cabeza con una mirada de sorpresa.

—Isabella, por Dios, me has asustado. —Recordé aquellas primeras veces, cuando era él quien me sorprendía a mí y cómo me daba un vuelco el corazón. Sentía como si lo estuviera perdiendo, y él ni siquiera se había marchado todavía. Los dos habíamos estado ocupados últimamente; yo había tenido al menos tres turnos a la semana, lo que era bueno, pero según habían ido pasando las semanas, me había quedado claro que no nos veíamos tanto como antes, porque él se empeñaba en ello. Lo miré expectante hasta que apretó los labios y soltó un suspiro—. Tengo muchas cosas que hacer… Se acercan los finales, tengo que pensar qué hacer con la casa, con todas las cosas… —Su voz se apagó.

—Me estás evitando.

Algo que parecía dolor se apoderó de su rostro por un breve segundo antes de que su expresión se volviera más neutra.

—Isabella… —susurró—. ¿No te parece que será más fácil luego si nosotros…?


—¿Si nosotros qué? —exigí. Estábamos de pie en el camino que conducía a la carretera que subía a la cima de la colina, el camino que él estaba utilizando desde hacía un mes para ir del instituto a su casa. Me miré los pies al ver que no respondía—. Te echo de menos. Nos queda poco tiempo juntos. Y todo está muy poco claro… —Negué con la cabeza—. Ninguno de los dos sabe qué va a pasar, y quizá…

—Me voy a ir. Eso es lo que va a pasar. ¿Creías que lo que hay entre nosotros iba a hacerme cambiar de idea de alguna manera?

Aquello me dolió, y no pude evitar hacer una mueca.

—No, eso no es lo que pensaba. Pero nunca esperé… Nunca…

Sus ojos empezaron a arder como si supiera dónde quería llegar con mis palabras. Se acercó a mí, su cuerpo ocupó mi espacio hasta que se detuvo justo delante.

—No —me pidió casi suplicante—. No. Por favor, no.

Reuní todo mi valor y alcé la vista, negándome a retroceder.

—No esperaba enamorarme de ti. Y he pensado que quizá…
«… que quizá querrías volver. Incluso aunque te marcharas, podrías amarme igual».

Edward estaba completamente inmóvil. En algún lugar en lo alto, un halcón hacía su llamada, y la brisa agitaba los árboles que nos rodeaban. Sus ojos no se alejaban de los míos.

Maldijo por lo bajo y luego se apoderó de mis labios, hundió su lengua cálida con exigencia separándome los labios. No era exactamente la respuesta que yo esperaba, pero al menos era algo. Sin llegar a ser suficiente, era algo.

Se retiró al cabo de un rato, respirando con dificultad, y encerró mi cara entre sus grandes manos. Apoyó la frente en la mía y nos limitamos a coger aire durante un minuto.

—Esta noche me voy de acampada.

Parpadeé.

—¿De acampada? —repetí. No, sin duda, no era la respuesta que esperaba.

Se alejó y me miró; su expresión seguía siendo tensa.

—Sí. —Se pasó la mano por el pelo, intentando domarlo—. Mi familia… Era algo que solíamos hacer todos los años por mi cumpleaños. Nos gustaba ir a ese campo lleno de lavanda y… —Volvió a pasarse la mano por el pelo—. Bueno, es algo que he intentado seguir haciendo durante todos estos años.

Asentí.

—Conozco ese lugar. Es donde recojo la lavanda que utilizo para hacer té… Y las bolsitas perfumadas… —Se me apagó la voz. Esto resultaba incómodo, y quise llorar.

«¡Oh, Edward! Ya te echo de menos y ni siquiera te has marchado».

Me miré los pies.

«Le has dicho que lo amabas y no te ha respondido».

Cuando levanté la vista hacia él, lo vi entrecerrando los ojos para ver el cielo. Después de un momento, me miró. Había algo salvaje y crudo en su expresión, pero se me quedó estudiando durante un segundo antes de cogerme de la mano y empezar a caminar hacia su casa. Me parecía que había pasado mucho tiempo desde la última vez que me tocó. Sentía su mano, caliente y sólida, en la mía.

Avanzamos en silencio mientras el corazón me latía a toda velocidad. Me daba la impresión de que Edward era más intenso cada minuto. No me soltó la mano cuando pasamos junto a la caravana, así que continué con él hasta llegar a su casa.

No sabía si quería llorar o tirarle algo, pero la tristeza que llevaba semanas sintiendo estaba calentándose repentinamente en mi interior para dar pie a una ira oculta.
Edward me soltó la mano solo para abrir la puerta de su casa. Entré con él sin ni siquiera saber por qué estaba allí.

Cuando estuve en el interior, jadeé, y mi ira se vio sustituida por un conmocionado dolor. Había cajas por todas partes, y la estufa de leña que ocupaba un lugar en el salón había desaparecido.

—¿Dónde está? —pregunté.

Edward siguió la dirección de mis ojos.

—Se la he vendido a un tipo de Evansly por doscientos cincuenta dólares. Vino a verla y la compró. También se llevó el juego de mesa y sillas de la cocina.
Lo miré boquiabierta mientras me recorría una punzada de tristeza. Asentí moviendo la cabeza y, al final, se me escapó una lágrima. Me la sequé, avergonzada.

«Iba a ocurrir. Se iba a marchar».

—Isabella—me dijo con la voz ronca—. Por favor, no llores. —Dio un paso hacia mí—. Lo que quieras menos eso. Por favor. —Parecía desesperado—. Esto es lo que estaba tratando de evitar. Esto. No quiero que ninguno de nosotros nos sintamos así.

«Se ha alejado de mí para que me sea más fácil. Sin embargo, solo ha conseguido hacerme más daño».

—¡Bueno, pues me siento así! Te amo, y aunque sé que eso no significa nada para ti, el amor que siento por ti es mío. Y lo voy a seguir sintiendo si quiero.

—Isabella… —repitió con la voz quebrada—. No me ames. Por favor, no me ames. No puedo quedarme aquí. No me ames.

—Es demasiado tarde. —Negué con la cabeza desafiante—. Muy tarde. No te estoy pidiendo que te quedes, pero es demasiado tarde para que yo no te quiera.

La mirada que me dirigió era torturada.

—No puede ser —aseguró, sacudiendo la cabeza.

—Es.

Sus ojos se encontraron con los míos y se acercó lentamente a mí, con una mirada cada vez más intensa. Se aproximó todo lo que pudo y luego clavó la vista en mi boca durante un rato muy largo antes de apretar sus labios calientes contra los míos. La suavidad del beso fue todo un contraste con la expresión de su rostro y la energía que vibraba entre nosotros. No sabía qué hacer con él.

—Te amo, Edward —susurré cuando nuestros labios se separaron. Le cubrí la mejilla con la mano—. Y te amaré igual si estás aquí, en Dennville, o en Nueva York, Londres o Júpiter. Te amo.

Él cerró los ojos y emitió un largo silbido antes de hundir los dedos en mi pelo y tirar de él con suavidad.

—Esto es un error.
Negué moviendo la cabeza lentamente como respuesta mientras él movía las manos en mi cabello, agarrándolo con suavidad.

—¿Cómo puede ser un error amar?

Lo rodeé con los brazos y deslicé las palmas hacia arriba por debajo de su camiseta para sentir su suave y cálida piel. Él también me abrazó.

—Yo también te amo, Bella —confesó finalmente con un susurro—. Por eso es tan difícil todo esto. —Parecía casi derrotado, como si al decir esas palabras lo hubieran despojado de algo.

Me dolió el corazón como si tuviera una herida abierta al escuchar la angustia en su voz, la certeza de su inminente partida. Lo abracé con más fuerza.

—Edward, te daré cualquier cosa que necesites. Sea lo que sea, te lo daré.

Él emitió un largo suspiro, pero luego permaneció en silencio.

El problema era que no sabía si amarnos había cambiado algo. De hecho, después de todo lo que Edward había compartido conmigo durante los últimos meses, entendía mejor que nadie por qué tenía que marcharse. Se merecía vivir una vida lejos de esta casa solitaria y perdida. Imaginaba el tormento que había sufrido todos los días, escuchando los gritos de su hermano entre aquellas paredes, recordando la voz de su padre en todas las habitaciones, sintiendo la ausencia de su madre, su abandono. Quería marcharme de aquí tanto como él, sin embargo, no estaba tan dolida. Me mordí el labio. Pero quizá… podía ser que en caso de ganar la beca, no me dejaría atrás. Quizá en algún momento, de alguna manera, podríamos tener una vida lejos de aquí. Quizá no todo lo de Dennville, Kentucky, tuviera que doler. Y quizá él estaría dispuesto a aceptar la única cosa que no dolía, yo, primero en su corazón y, más tarde…, más tarde su casa y su vida. Quizá necesitara antes exorcizar sus demonios, empezar a creer que el amor no siempre tiene que doler, que a veces es suficiente. Lo esperaría. Esperaría por él todo el tiempo que fuera necesario.

Nos tumbamos juntos en el sofá y nos quedamos así durante mucho tiempo, con Edward perdido en sus pensamientos y yo en los míos. Después de un rato, me preguntó si quería quedarme y estudiar un poco para los finales, que eran el lunes. No volvimos a discutir sobre nuestros sentimientos.

«¿El amor tiene que doler tanto?».

Comimos sopa de verdura con los platos encima de la mesita para el café y luego le di un beso de despedida. Alice se iría pronto a trabajar, y tenía que ir a casa para asegurarme de que mi madre estaba bien.

—No nos veremos este fin de semana —dije con tristeza—. Cuídate, ¿vale?

Edward asintió con una especie de triste anhelo en los ojos. Pero era él quien iba a desaparecer. Era su elección. Y quizá lo necesitaba. Tal vez era necesario ese tiempo en ese lugar donde tenía tan buenos recuerdos de su familia. Quizá era justo lo que necesitaba. Tal vez era exactamente eso. A lo mejor solo tenía que dejarlo marchar.

«Lo amo. Yo le daría todo lo que necesita».
—Mañana también es tu cumpleaños —recordó en voz baja—. ¿Qué tienes pensado hacer?

Me encogí de hombros.

—Oh, seguramente Alice hará una tarta tan dura como un ladrillo y leeré un poco. —Sonreí, pero él no me devolvió la sonrisa mientras me apartaba un mechón de la cara.

—Feliz cumpleaños, Isabella.

—Feliz cumpleaños, Edward.

Nos dimos un beso lento y profundo sin levantarnos del sofá. Sentí su deseo por mí. Pero cuando me eché atrás, él me lo permitió. Lo volví a besar una última vez en la boca y luego regresé a la caravana. Sentí que el corazón se me rompía en muchos pedazos, y, aunque me fuera la vida en ello, no podía encontrar la manera de pegarlos. Y ni siquiera estaba segura de que quisiera hacerlo.

1 comentario:

cari dijo...

GRACIAS 😢😘❤

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina