lunes, 5 de febrero de 2018

Enredos de amor Capitulo 7

Capitulo7

No estamos bien
Isabella

Justo estaba decidiendo si tocar o no su puerta cuando él la abrió, un botiquín en sus manos.

―¿Qué estás haciendo? ―Levantó sus cejas y tomó una leve distancia.

―Todavía no tengo un botiquín, así que iba a pedirte prestado el tuyo ―dije rápidamente―. Pero no importa, compraré uno mañana.

―Me lo imaginé. ―Se rió, aunque no parecía encontrarlo graciosos. Alzó su botiquín―. Iba a darte esto.

―Oh, gracias… ―Me estiré por el botiquín.

Lo apartó, mirando mi tobillo cuando me equilibré en mi otra pierna.

―¿Qué tan mal está? ―Se arrodilló enfrente de mí―. ¿Sentiste que algo se reventó?

―No, está bien. ―Pisé, solo para estremecerme y levantarlo otra vez.

―No está bien. Entra. ―Agarró mi codo, ayudándome.

―Edward…


―Sigue caminando. ―Me guió hacia su sofá gris.

Todo en su apartamento era o azul marino, gris o blanco, e irritantemente limpio como aquellas casas de espectáculo o… bueno, como un hospital.

―Siéntate ―ordenó cuando alcanzamos el sofá.

―No soy un perro…

Suspirando, simplemente me empujó hacia abajo lentamente.
Cuando mi trasero tocó el sofá, sentí el impulso de acomodarme. La cosa era tan suave.

―Esto es… agradable ―susurré, pasando mi mano por los cojines.

―¿Verdad? Es llamado sofá, una invención de verdad maravillosa. Con todo ese espacio vacío en tu casa, no estaba seguro si sabías de tales artículos. ―Se sentó en su mesa de centro de madera, levantando mi pierna.

―No eres gracioso… ah. ―Me estremecí cuando apretó mi tobillo.

―¿Qué pasó? ―Finalmente me miró.

―¿Por qué te importa?

―Porque si la gente te ve entrar así, el valor de este lugar podría disminuir.

Estirándome, intenté golpearlo.

Apretó mi tobillo.

―¡Auch! ¿Qué pasó con “no hacer daño”?

―Disculpa, sólo comprobando si te rompiste algo. ―Se encogió de hombros, una pequeña sonrisa satisfecha en sus labios traicionando la mentira―. Primero que todo vas a necesitar hielo ―murmuró para sí mismo, sacando una compresa de hielo grande y cuadrada―. Después que la hinchazón baje, lo vendaré. Pásame ese cojín.

Estirándome, le pasé el cojín azul marino.

Lo puso debajo de mi pierna.

―¿Hay alguna posibilidad que puedas mantenerte quieta durante unos veinte minutos? Sé que podría ser difícil, pero…

―No lo sé, doctor Cullen. Tengo cinco años. ―Puse los ojos en blanco, cambiando mi pie otra vez cuando él lo dejó sobre el cojín y caminó alrededor del sofá―. Gracias ―murmuré.

―¿Qué fue eso? ―insistió, incluso cuando estaba segura que había oído.

Este hombre está tratando de molestarme hasta la muerte.

―¡Dije que gracias! ―grité.

―Está bien, Jesús, no necesitas gritar.

Desplazándome, me volteé para mirarlo.

Me miró en blanco, sosteniendo una botella de cerveza y agitándola.

―¿Quieres una? También tengo Coca Cola, y…

―¿Tienes helado de vainilla? ―Soné tan excitada, podría decir que se defendía de un comentario.

―Lamentablemente, odio la vainilla, así que eso sería un no.

―¿Cómo puedes odiar la vainilla? Es la piedra angular del helado.
―No, ese sería el chocolate. Entonces, ¿estás diciendo no a la cerveza?

Estaba siendo demasiado amable,

―¿Viene con una trampa?

―¿Decirme qué pasó?

―No, gracias, estoy bien. ―Miré hacia al frente otra vez, donde él, como todos los chicos que conocía, tenía una televisión gigante colgando en la pared.

―Haz lo que quieras. ―Se sentó a mi lado, destapando la botella y cambiando la Tv a un hombre tratando de camina una cuerda floja entre dos montañas.
Me volteé, sin mirar la pantalla.

―¿Qué?

―¿Nada?

―Entonces, ¿por qué me estás mirando?

―Lo siento. ―Me moví, mirando hacia el reloj.

―¿Le temes a las alturas? ¿Es tan malo que ni siquiera puedes verlo?

―No.

―Bien. Ahora mismo, él está aproximadamente a sesenta metros del suelo…

―Le temo a las alturas.

―¿De verdad?

Lo miré.

Cambió el canal a Animal Planet.

―¿Mejor? ―preguntó, asintiendo hacia las tortugas marinas.

―Mucho.

―Tan exigente ―murmuró, bebiendo su cerveza.

Nos quedamos en silencio por un rato, mirando las tortugas nadaban despacio por el océano. El silencio, y él cómodamente bebiendo sin mí, me hicieron cantar como un canario.

―Me lastimé el tobillo por huir del restaurante. Pensé que vi a Pet… Peter y Charlotte juntos, así que traté de irme, pero choqué contra un camarero que derramo el helado sobre mí. ―Suspiré.

No dijo nada, sólo descansó contra el sofá y me dio su cerveza.

―Pero no estaban ahí, ¿correcto? Él y Charl… ¿no estaba en una cita? ―preguntó con suavidad, mirando las tortugas marinas en la pantalla.
―No, estaba equivocada, lo que me hizo sentir incluso más idiota, así que cojeé lamentablemente a casa y tomé una ducha. Esa es mi historia. ―Le devolví la botella.

Bebió un largo trago, y entonces miró la botella.

―Yo de verdad la vi hoy. No fue un error; ella estaba realmente allí. Ha estado en el hospital durante una semana, y yo no lo sabía. Cuando la vi, casi tuve un ataque de pánico en el elevador. Así que, ¿cuál de nosotros fue en realidad el más lamentable?

―¿Qué le dirías si te encontraras cara a cara con ella? He pensado tanto en ello, que la confrontación es grande. Ese momento donde podría acercarme a él y decirle cuánto daño me hizo, cómo… cómo me sentí.

Bebió de nuevo.

―Hola.

―¿Qué? ¿Acabas de decir hola?

―Sí. ―Asintió―. Decirle que me hizo daño o mostrarle ira solamente quiere decir que todavía me importa. Esto quiere decir de algún modo, que sigo enamorado de ella. Es por eso que quiero decirle sólo hola, no como si nada pasó, pero sí que fue removida de mi presente que no importa más. ―Se vio orgulloso por ese pensamiento, pero el orgullo no llegó a sus ojos―. No creo que sea capaz de hacer eso, aunque es por eso que soy lamentable.

―Aunque todavía te gané hoy ―dije.

Finalmente me miró.

―¿Por qué?

―Porque me avergoncé delante de las futuras y verdaderas amas de casa de Nueva York. Lo que es peor, en tres semanas tengo que ir a una boda con todos ellos ahí, no creerías cuán fuera de sitio me vi…

―Oh, puedo, créeme. ―Se rió, terminando el resto de la cerveza.

―¡Oye! Se supone que nos tenemos que ayudar.

―Pensé que sólo estábamos hablando.

Tenía un punto.

―¿Podemos hacer ambas? ¿Cómo sabes que me vi fuera de lugar?

―Bueno… ―Inclinó su cabeza hacia atrás.

―Bueno ¿qué?

―No da la impresión que seas millonaria, ¿lo eres?
―¿Qué significa eso? ¿Se supone que tengo que usar una camiseta o algo?

―Podría ayudar. ―Rió.
Mis manos se elevaron y apretaron su rostro antes de dejarlas caer.

―No, pero en serio. Tienes tu propio estilo; usas botas militares con vestidos. Eso está bien, pero no esperes ser tratada como una igual por gente que vive y respira Prada.

―Tengo tacones.

―¿Pero son de diseñador?

Crucé mis brazos.

―¿Por qué demonios gastaría tanto dinero en unos zapatos?

―Ahí está. ―Me señaló―. Tu primer pensamiento es el precio, incluso cuando pudieras permitírtelo. Para personas como ellos, su primer pensamiento es: ¿esto se ve bien? No encajas porque no encajas. No ves el mundo como ellos lo ven.

―Dices ellos, pero la última vez que me fijé, ¿no eras ridícula y asquerosamente rico?

Negó.

―Mi familia es rica. Yo, Edward, sólo soy financieramente estable.

―Sabes que eso es exactamente lo que un niño rico diría, ¿sabes?

Se movió, mirando de nuevo a la televisión.

―Entonces qué haces con todo el dinero que estafas… quiero decir, ¿ganas de tu arte?

―No creas que no sé que ese desliz fue por accidente, y respondiendo tu pregunta, manejo unas cuantas organizaciones benéficas… ¿qué? ¿Por qué me miras así?

―¿Unas cuantas organizaciones benéficas? ―Su cejas se alzaron―. ¿De verdad? ¿Quién eres, la madre Teresa? Tienes que tener algo en que gastes el dinero. Una cosa donde derroches; todos tienen algo.

―Supongo que podría ser… ―Hice una pausa.

―¿Vas a terminar la oración o simplemente vas a seguir viendo fijamente hacia el espacio?

Me volteé para ver las tortugas marinas.

―Entonces ¿en qué gastas tu dinero financieramente estable?

―Ropa agradable, relojes, sobre todo autos…
―Rico. ―Tosí, colocando mi mano en mi garganta―. Eres justo como ellos.

―Nunca dije que tuviera algo en contra de ellos. Sólo dije que eras diferente, y no pretendas que hay algo más sexy que un hombre bien vestido, como yo, en realidad.

Dios, ¿podría su ego ser más enorme?

―Entonces ¿en qué derrochas tu dinero? Comparte.

―En nada, viajando y… ―Fui a la deriva.

―Isabella diría-tu-segundo-nombre-pero-no-me-lo-sé Swan, ¿en qué derrochas tu dinero? ―Se sentó más recto―. No puede ser…

―¿Qué? ―Sentí que sus ojos me estaban perforando.

Una gran sonrisa cruzó su rostro como él sabía, y prendió la TV otra vez.

―Nada.

―¿Qué?

Se encogió de hombros.

―Es sólo, eres la única mujer que estaría nerviosa por admitir que tendría que ser sexo.

―¡No es sexo!

―Te estás poniendo realmente a la defensiva ahora.

―Son novelas románticas. ―Tengo una colección en mi habitación que pondría a algunas mujeres celosas.

―¡Lo sabía! ―Sonrió con satisfacción.

―Eso no es sexo.

―Por favor, ¿estás diciendo que derrochas en Dickens? Déjame adivinar, tienes todo desde Orgullo y Prejuicio hasta Cincuenta Sombra de Grey.

Odiaba demasiado a este hombre.

―Son libros…

―Oh vamos, es porno en papel, ¿y tienes el atrevimiento de llamar a mi puerta, diciendo que soy demasiado ruidoso?

―¿No dejarás ir eso?

―A algunos de nosotros de verdad nos gusta la experiencia del sexo en la vida real y no sólo en nuestras cabezas, muchas gracias.

Levanté mis manos para estrangularlo, pero las dejé caer.

―Al menos no eres tan mojigata como pensé, solamente estás en un armario…

Coloqué mi mano en su boca.

―Primero, lo que sea que vas a decir, no lo hagas. Y segundo, sólo porque no pego a hombres contra la pared no me hace una mojigata. ―Aparté mi mano de su rostro.

―¿Por qué no? No estás casada, ni comprometida, eres una persona libre. No hay ninguna razón en la vida para que no disfrutes…

―Esas mujeres con las que te acostaste, ¿te hicieron sentir mejor? Y no me refiero a lo que haces o justo después. Cuando ellas se van y te quedas solo, ¿te sientes mejor? Dime que lo haces, y mañana mismo saldré y traeré un hombre a casa.

Se levantó, sentándose en la mesa de café otra vez mientras agarraba mi tobillo y empezó a trabajar en vendarlo.

No me estremecí esta vez.

―Supongo que esa es mi señal para…

―No siento nada. ―Me miró fijamente a los ojos, impasible, su rostro casi asustado―. Tienes razón. Las traje de vuelta, desnudándolas, follándolas de cada manera que podría pensar hasta que ninguno podía caminar, e incluso así no sentí nada después. ¿Pero qué harías en mi lugar, Isabella? ¿Suspirar por ella? ¿Leer libros sobre alguna persona perfecta que no existe? Estaba listo para darle mi vida, mi nombre, todo lo que era, todo lo que poseía; estuve a punto de dárselo, y ella lo devolvió en mi rostro como si nada. Así que sí, follo a mujeres, y en ese momento, me siento genial. Preferiría tener ese momento que nada, porque nada duele. Deberías saberlo. ―Cuando terminó, recogió todo de la mesa y caminó hacia la cocina.

Levantándome, no dije nada, mirándolo solo una vez antes que dejara su apartamento. Cuando entré al mío, Taigi se me acercó, rozando mis piernas y siguiéndome a mi habitación. Las únicas cosas aquí eran la cama y mi estantería de libros del piso al techo, miré fijamente a todo. Mis libros no eran nada, eran todos pequeños sueños diferentes.

Él tenía el sexo para proporcionar su momento de alivio.

Yo leía sobre ellos, y las vidas de los personajes.

Éramos absolutamente iguales.

Edward

¿Cómo era posible? Incluso con la ruidosa música de fondo, ella todavía estaba en mi cabeza. Cuando Isabella se fue, me vestí y llamé a Jasper, saliendo a la calle 83, que era actualmente el club más caliente en la ciudad; calculé que tendría dos o tres semanas más antes que la gente encontrara algo nuevo. Esto era Nueva York; nada era “genial” por mucho tiempo.

―Fuiste el que me invitó aquí, y aún tengo toda la diversión. ¿Qué te pasa? ―preguntó Jasper, recostándose contra el bar, sus ojos en una hermosa morena detrás de mí.

―No te diviertas, sé miserable ―murmuré, derribando mi whisky escocés.

―Vaya. En serio, ¿qué está mal contigo?

―Isabella Swan ―dije, agarrando otro trago―. Por cierto, ¿cuál es su nombre completo? No puedo maldecirla correctamente cuando no puedo decir su nombre completo.

―¿Cómo demonios lo sabría?

―Fuiste quien me la puso en la cara. ¿No lo recuerdas? Invitaste a su prometido a mi boda, y luego ellos huyeron, y eso fue lo que dejó a Isabella y Edward, les misérables. ―¿Por qué hay dos de él? Me siento… borracho―. Así que no deberías divertirte, deberías ser miserable como nosotros.

―Mamá dijo que viste a Charlotte hoy. ¿De eso se trata esto?

―No. ―Sonreí, palmeando su hombro―. No todo puede ser sobre Charlotte. No puedo tener mi vida entorno a ella. Mi ira esta noche es hacia Isabella, por hacerme analizar cuando no quería hacerlo. Ahora, si me permites, necesito seducir a una mujer porque eso es lo que hago. ―Girando en la silla, traté de encontrar a alguien, quien sea, realmente. Sin embargo, sin importar a donde miraba, parecía que todo lo que veía era su rostro en forma de corazón y sus grandes ojos negros por todas partes.

¿Te hace sentir mejor? Su voz resonó en mi mente.

Suspirando, volví al bar.

―¿Qué paso con seducir…?

―Sólo diviértete, Jasper. ―Asentí hacia el barman para que me diera otro trago.

Nota: sólo aléjate de las mujeres. Pueden joder tu cabeza y corazón de una manera demasiado fácil. Debe haber una escuela para ello o algo.



3 comentarios:

cari dijo...

GRACIAS 😘❤

Anónimo dijo...

Se están volviendo amiguitos!!! *w*
xD para maldecirla bien xD
Pff... ya quiero que se hagan más cercanos 7u7
Gracias!!!
Mañana leeré el otro cap para que subas actu y no me quede con ansias de más :D

Laura Natalia dijo...

Q bien q Edward pudo ayudar a Bella con su herida.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina