sábado, 3 de febrero de 2018

Enredos de Amor Capitulo 5

Capitulo 5
Fondo bullicioso
Edward
Casi no reconozco a Isabella cuando entró al café. Su cabello estaba muy bien arreglado y rizado, y su camiseta de algodón rojo se aferraba a cada curva de su pecho, haciendo que se destaque de una forma extraña. Tal vez fue porque nunca la había visto con tacones es la razón por la que sus piernas lucían más largas bajo su falda blanca.

―¿Qué? ―dijo, mirándose a sí misma cuando llegó a la mesa.

―Nada, es sólo que es la primera vez que te he visto lucir bien ―respondí, bebiendo mi café.

―¿Cómo es posible que me alagues y me insultes al mismo tiempo? ―Frunció el ceño, a punto de tomar asiento, cuando mi madre regresó. Por alguna razón, ella se puso de pie de nuevo.

―Por favor, no te preocupes por mi hijo, no estoy segura dónde fueron sus modales ―dijo, colocando una taza humeante delante de Isabella―. No sabía qué beberías, así que, es sólo capuchino. Espero que no te importe que haya ordenado, la fila estaba larga.

―No, está bien. Muchas gracias ―respondió cortésmente.

Podrías pensar que ella es la que está por pedir un favor.

―¿Ha dicho que ha estado intentando contactarse conmigo?

Mi madre sonrió con tristeza, mirándonos.

―Sí. Nunca me di cuenta de que estaríamos conectados por esto.

―Mi madre es la jefa en el hospital, y se preguntaba si podrías pintar un mural ―dije, tratando de acelerar las cosas.

―¿Un mural?


―Sé que estás ocupada, pero si pudieras considerarlo… no tienes idea de lo mucho que significa tu trabajo para mí. Edward realmente no entiende el arte, así que pensó que estaba loca por comprar tu obra Susurros del este. Me hizo llorar.

―Esa es la razón por la que me llama artista estafadora. ―Rió.

Mi madre me miró.

―¿Artista estafadora?

Tenía que sacar el tema. Sin decir nada, bebí mi café.

―No puedo creer que lo compró. ―Se enderezó―. Me sorprendió cuando la pintura se vendió, realmente no pensé que nadie más que yo lo entendería.

―¿He leído que lo has pintado después de la muerte de tus abuelos? Dijiste que dolía respirar por un tiempo. Vi la fecha; en realidad, mi marido murió una semana después de eso, y mirándolo, entendí.

Por un breve instante, vi una expresión en el rostro de mi madre que no había visto en más de dos décadas… desde que murió mi padre. Siempre había hecho todo lo posible por mantenerse optimista y feliz cerca de nosotros. Al crecer, a menudo me preguntaba cómo podía seguir adelante tan bien con su vida, y ahora parecía que ese no era el caso en absoluto.

Isabella se movió en su asiento, agarrando su capuchino.

―Mis abuelos significaban más de lo que podría expresar en palabras. Pintar eso fue muy terapéutico para mí. Estoy tan feliz que haya encontrado un buen hogar. En cuanto a la pintura mural, voy a hablar con mi agente, y voy a tener que buscar un espacio, pero estaría más que feliz de hacerlo, Sra. Cullen.

―¿De verdad? ―Mi madre sonrió y le tomó la mano―. Gracias. Edward puede mostrarte el espacio cuando estés libre.

―¿Qué?

Isabella me dio una patada debajo de la mesa.

―Muy bien, estoy segura que coincidiremos en un horario.

―Tengo que correr a una reunión, pero por favor, ten a tu gente en contacto conmigo en mi oficina. ―Se puso de pie, al igual que yo, apartando su silla―. Oh, no, por favor terminen su café, voy a verlos después. Oh, y Edward, llama a tu hermano.

―Sí, madre.

Saludo con la mano, ya hablando por teléfono. Su conductor apareció en la puerta, manteniéndola abierta para ella y dándome un breve movimiento de cabeza antes llevarla a la salida.
Cuando se fue, Isabella se sentó de nuevo y tomó una respiración profunda. Su postura cambió por completo, y puso sus codos sobre la mesa.

―¿Por qué estabas tan nerviosa? ―pregunté.

―Siempre me pongo nerviosa alrededor de los padres, o cualquier persona mayor de cincuenta años, de verdad. No sé, siempre quiero gustarles.

Luché contra una risa.

―¿Por qué?

―¿Quieres ser una persona odiada por ancianos?

Ni siquiera estaba seguro de qué decir a eso, además de:

―Eres rara, Isabella Swan.

―Por favor, llámame Bella, y, ¿quieres esto? Soy alérgica al café.

¿Tú qué?

―¿Por qué lo aceptaste?

―Tu madre lo compró para mí, así que no quería ser grosera.

―Isabella, estoy seguro que si le decías que no podías tomar el café, ella no se habría ofendido. ¿Qué tan grave es tu alergia?

―Simplemente no puedo digerirlo y beberlo me da un pequeño dolor de cabeza a veces o mi rostro se hincha. Pero no es un gran problema. Y sólo dime Bella.

¿Pero no es un gran problema?

No ―dije, dejando una propina sobre la mesa y arrojando el café a la basura mientras ella me siguió a la calle, sus tacones sonando contra el piso mientras me alcanzó.

―¿Por qué no me llamas Bella?

―Tres razones ―respondí mientras caminaba hacia la esquina.

―¿Las cuales son?

―Uno: Llamarte Isabella parece realmente molestarte. ―Sonreí.

Golpeó mi hombro mientras caminamos al otro lado, cuando el semáforo se puso en verde.

―¿No quieres saber los otros dos?

―Ya lo sé. Eres un idiota, y eres un idiota.

Haciendo caso omiso de ella, continué:
―Segundo: si te llamo por un apodo significaría que tenemos una relación más estrecha. Tercero: si lo hiciera, puede que tan sólo te enamores de mí, y no querría romper tu corazón.

Se detuvo una vez que llegamos a la acera de enfrente, me miró de arriba abajo, y se rió.

―¡Ja! Eso es todo.

―¿Qué quieres decir, “ja”?

―Me refiero a lo que escuchas. Es decir, tal vez, desde la distancia, si entrecierro los ojos y no estás hablando, es posible que luzcas atractivo. Pero aparte de eso, yo no lo veo.

―Sí, porque definitivamente eres perfecta, especialmente con la baba que salía de tu boca esta mañana.

Sus ojos se agrandaron.

―¡No babeo!

―Estaba allí, y sí. Ni tu perro tenía tanta saliva saliendo de su boca. ―No había sido tan malo, pero al ver la fluencia de terror en su rostro era muy divertido. Era muy fácil de molestar.

―Eres un moderno príncipe azul, ¿sabes eso? ―espetó.

―Me lo dicen mucho… ―Mi voz se apaga cuando veo su foto colgada en la galería en la calle. Isabella Swan: Héroes, rebeldes y ladrones, dice el cartel bajo su nombre.

―Wow, ya está. Con todo lo demás, casi olvido esto ―susurró, caminando por la acera y mirándose a sí misma en las ventanas―. ¿Puedes creerlo? Pasé un año trabajando en esto, y debido a un chico, casi lo olvido.

―Me aseguraré de venir cuando abra la próxima semana.

Se giró hacia mí.

―No seas agradable, es raro. Está bien, sé que esto no es lo tuyo.

―No, quiero saber en qué está gastando dinero mi madre, y si es lo suficientemente bueno para estar en mi hospital.

Frunció el ceño.

―¿Qué? Me dijiste que no sea agradable.

―¿Por qué no lo ves ahora? A menos que tengas que pisotear el ego de alguien más.

―No puedo volver a trabajar hasta mañana, así que, llévame ―dije dando un paso a la calle. Honestamente, quería entender por qué mi madre se sentía tan unida a las obras de Isabella. Incluso después de descubrir quién realmente era Isabella, todavía no podía dejar de exaltar su arte.

Esa era la única razón por la que iba.

Isabella

A pesar que sabía que él no tenía idea del arte, aún estaba nerviosa. Siempre estaba nerviosa cuando la gente veía mi trabajo. Mi arte no era sólo hecho por mí, era una parte de mí. Cada vez que lo tenía en exhibición, sentía como si un reflector estuviera en mi alma para que todos la vieran. Si no les gustaba, de alguna manera, es como si yo tampoco les gustara.

―Bienvenida, lady Isabella. No estaba esperándola. ―El Sr. D’Amour se encontró con nosotros en la entrada. Él era bajo, moreno y anciano de Le Mans, Francia, con una espalda encorvada y arrugas más profundas que el Gran Cañón. En su mano había un viejo bastón de madera. Era dueño de la galería, junto con otras personas de todo el mundo. Había sido uno de mis primeros seguidores.

Era como un mentor para mí, y la única otra persona que se negaba a llamarme Bella. Abrazándolo, dije:

―Sólo pasé para mostrarle el lugar a uno de mis críticos.

―¿Un crítico? ―repitió cuando me aparté.

Me hice a un lado así podía ver a Edward, que estaba de pie con las manos detrás de su espalda, mirando a las imágenes que cambiaban en el techo de personas de todas las razas y estilos de vida, haciendo signos de paz o levantando el pulgar.

―Ah ―gruñó cuando le di un codazo en las costillas para llamar su atención.

―Edward, Sr. D’Amour. Sr. D’Amour, Edward Cullen.

―Sólo un hombre con un corazón defectuoso podría ser un crítico del arte de lady Isabella ―se jactó el Sr. D’Amour por mí.

Asentí.

Los ojos azul verdosos de Edward parecían brillar mientras una sonrisa adornaba sus labios.

―¿Lady Isabella? Parecen ser muy cercanos, señor. ¿Seguro que no es un poco parcial?
―Vamos a ver si se sigue sintiendo de esa manera cuando vea todo ―contrarrestó el Sr. D’Amour mientras un empleado se acercó para hablarle―. Por favor, tómense todo el tiempo que quieras. Recuerden, siguen colocando algunas obras.

―¡Gracias! ―Lo salude con la mano mientras nos alejábamos.

―Tienes algunos fans muy pasionales. ¿Segura que nadie me va a deshuesar si no me gusta algo? ―Él ya había empezado a caminar.

―Entonces, que no te disguste nada.

―Eso es difícil de cumplir. Bueno, entonces, lady Isabella ―se mofó―. Por favor, ilumina a lo que aparentemente he sido ciego.

Poniendo los ojos en blanco, empecé por el inicio de la galería. Fue el espacio más grande que me había llevado hacer. Los techos eran bajos y arqueados, lo que funcionaba bien para que las fotografías se reflejaran en ellos. Todas las luces estaban atenuadas ligeramente, excepto las de mis pinturas. El piso era completamente negro, y tan liso y brillante que podía ver mi reflejo. Antes que los clientes vieran la primera obra, se les ofrecía auriculares inalámbricos mientras caminaban por la galería.

―Hmm… ―Dio un paso atrás, rascándose la barbilla cuando llegamos a mi primer cuadro.

Tomé uno de los auriculares y los coloqué sobre mis orejas.

―Deja de tratar de entenderlo y simplemente observa… en silencio, si es posible. ―Por Dios, es un dolor en el culo.

Edward
Hubo u largo silencio antes de que la música empezara. Por unos momentos, fue como si estuviera sordo; ni siquiera podía oírme a mí mismo. Lentamente, la melodía suave derivó hacia mis oídos.

Ella tomó mi mano.

Mis ojos inmediatamente fueron a nuestras manos unidas.

Poniendo los ojos en blanco, me soltó, señalando para que fuera al siguiente cuadro.

Cuando lo hice, me di cuenta que el volumen aumentó, y las notas cambiaron. De nuevo, la miré.
Sólo asintió como si pudiera leer mi mente. La música cambiaba dependiendo a lo que estaba mirando.

Eso es muy bueno, el pensamiento pasó por mi mente antes de poder detenerme. Por el rabillo del ojo, pude verla sonreír, e intenté recomponerme, caminando lentamente hacia el próximo cuadro, deteniéndome y dando pasos hacia atrás sólo para asegurarme si la música cambiaría de inmediato. Para mi sorpresa, sí.

Me dio un golpe en el brazo y, caminando detrás de mí, me obligó a mirar el cuadro.

Cediendo, me concentré. No estaba seguro cómo describir la música para la siguiente imagen más que trágica. El cuadro era gigante, casi cubría toda la pared. Era rojo, oro y con detalles naranja, con figuras sin rostros bailando alrededor. Dándome cuenta del cambio de luz, levanté la mirada al techo inclinado, en el cual se proyectaba una foto de primer plano de un bombero luchando contra un autobús en llamas, sudor goteando de su rostro mientras tomaba la manguera con las manos. Sentí como que me quedé mirando la foto durante horas antes de que mis ojos finalmente regresaran al cuadro. Noté que esos no sólo eran detalles, eran llamas, y las figuras sin rostros no estaban bailando, estaban atrapados. Mi pecho se sentía pesado, y no quería seguir mirando.

Con mi siguiente paso, la música cambió a lo que parecían disparos o petardos. Esta vez, la pintura era mucho más clara, representando un disturbio en la calle entre la policía y civiles. Arrojaban cosas y la escena parecía como si una guerra estuviera a punto de establecerse. Cuando levanté la mirada, esta vez, la foto en el techo era de dos adolescentes en el medio del caos, besándose sobre un auto.

Haz amor, no guerra. Sonreí, caminando hacia la pintura siguiente.
La música cambió a risas, la pintura era de un anciano sosteniendo un bate frente a un carrito de helado derribado, el contenido se esparcía por el suelo. Sobre mí, la foto mostraba a tres chicos jóvenes, de menos de siete años, sus manos llenas de helado y las sonrisas más grandes en sus rostros mientras huían.

Dando un par de pasos hacia atrás, traté de ver los tres cuadros al mismo tiempo, la música mezclándose entre tragedia, disparos y risas.

―Héroes, rebeldes y ladrones ―dije en voz alta, entendiendo la transición entre ellos. Me di cuenta que toda la galería debía estar en grupos de a tres.

Una vez que entendí cómo funcionaba todo, continué. Se sentía como si el espacio me estuviera absorbiendo, y estaba demasiado curioso como para detenerme. No estaba seguro cuánto tiempo pasé entre foto o pintura. No podía negar que cada uno me hacía sentir algo, incluso cuando no quería. Ella era capaz
de capturar las emociones humanas a niveles extremos. En un momento estabas sufriendo, y en el siguiente estabas riendo, todo en el lapso de un paso.

Cuando llegué al final, no sólo pasé dos horas ahí, también estaba emocionalmente agotado… algo que no había sentido desde el día de mi boda.

―¿Y bien? ―me preguntó, quitándome los auriculares―. ¿Sigo siendo una artista estafadora?

Ella era algo, es sólo que no tenía un nombre para eso todavía.

―Fue… mejor de lo que esperaba, supongo. No eres Jackson Pollock, pero es decente.

Sólo sabía el nombre del artista porque lo había visto en un libro viejo. Sin embargo, no estaba seguro qué más decir, sin aumentar su ego. Ya era lo suficientemente difícil lidiar con ella ahora.

Sonrió, dándose a sí misma una palmada en la espalda.

Luché contra la urgencia de poner los ojos en blanco.

―Dos cumplido en un día del Dr. Cullen. Puedo morir feliz…

―¿Qué otro cumplido? ―Intenté recordar.

Giró, con sus tacones en la mano.

―Dijiste que me veía bien.

―Obviamente es por la falta de sueño ―dije en voz baja. No me gustaba esa sonrisa en su rostro.

―Está bien, seguro… De todas formas, gracias por ver todo.

―¿Le gustó? ―preguntó el anciano, su bastón chocando contra el suelo mientras se acercaba.

―Sí, pero su orgullo no le permite admitir que soy asombrosa ―respondió.

Oh, Dios.

―¿No se supone que debes ser humilde?

―Trabajaré en eso.

―Si le importa, ¿puedo robarla ahora? ―interrumpió el Sr. D’Amour.

Asentí.

―Por favor, necesito un descanso. Nos vemos. ―Saludé con la mano dirigiéndome a la salida. Cuando la brisa de verano golpeó mi rostro pensé en lo que acababa de hacer.

Isabella

Saludándolo con la mano mientras Edward se iba, el Sr. D’Amour tomo mi mano en la suya, caminando lentamente por el resto de la galería que todavía no estaba lista.

―Es tu mejor trabajo, lady Isabella. ―Se detuvo frente a una pared vacía, mirando a su equipo levantando gentilmente mis cuadros, casi como si fueran niños. Él miró con agradecimiento por el cuidado que ponían.

―Siempre dice eso, Sr. D’Amour. ―Sonreí.

―Por supuesto, si no lo diría, significaría que estás empeorando. Ese es uno de las metas de un artista, hacer cada trabajo mejor que el último.

―No estoy seguro si intento hacer cada trabajo mejor. ―Algunas veces todos lucían como un completo desastre sin ton ni son detrás de ellos.

―¿Estás bien?

―¿Huh? ―Lo miré―. Lo siento. ¿Qué dijo?

Frunció el ceño, rascándose su barba.

―Dije, ¿estás bien? He oído que terminaste tu compromiso, Isabella, y no te he visto desde entonces. Así que, reitero, querida, ¿estás bien?

¿Cuánta gente ha oído sobre eso? Traté de sonreír, pero por alguna razón no pude fingir con él, y no pude enfrentarlo tampoco. Me quedé mirando a la pared mientras hice que siguiéramos caminando.

―Lamento desaparecer por el tiempo que estuvo arreglando todo esto. Lo… lo olvidé. La única razón por la que vine a la ciudad fue por mi arte. Cuando llegué aquí la primera vez, eso era lo único que me importaba, todo lo que quería. Y ahora, estoy abriendo otra galería, y es muy hermosa. Siento que he llegado tan lejos, y, sin embargo por alguna razón, no puedo sentirme de la forma que soñé. Quiero superar todo lo que sucedió y nunca pensar en eso de nuevo. No quiero que eso me afecte. ¿Cuándo piensa que eso sucederá?

―Tu corazón se rompió, Isabella. No hay una manera de superarlo rápidamente o evitar el dolor. Primero debes aceptarlo antes de poder sanar. Tú y  tu arte serán mejores por eso. Si no me crees, hay miles de millones de canciones sobre eso.

Reí. Tenía razón, porque mientras más pensaba sobre las últimas semanas, más me daba cuenta que era capaz de reír.

Había olvidado que sólo porque tu corazón está roto, no significa que el mundo llega a su fin. No estaba mejor. No creo que lo esté por un tiempo, pero no estaba terrible tampoco, lo que me hizo sentir de alguna forma orgullosa.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

vayaaaaaaa
al menos ed se esta comportando de manera mas descente
y esta dejando de culparla por algo de lo que no es responsable
me cayo muy bien esme es una lastima que carlisle no tenga un papel en esta historia, se extraña a jasper

cari dijo...

El idiota doctor ya se comporta un poquito mejor, BELLA si q es buena en su arte 😘❤ gracias

Anónimo dijo...

Woow!!!
Realmente me imaginé los cuadros pero lo que más me gustó fue el que cambiara de música dependiendo el cuadro.
xD o siii!!! Edward está mejorando \^w^/

Laura Natalia dijo...

Por lo menos Edward se esta comportando y entiendio ahora el arte d Bella.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina