jueves, 1 de febrero de 2018

Enredos de Amor Capitulo 4

Capitulo 4
Juguetes Defectuosos
Isabella
―¿Bella?

Sentí dedos en mi rostro. Parpadeando, levanté la mirada a la pequeña taza de té frente a mí.

―Gracias ―le susurré a la secretaria de Rosalie mientras se iba.

Rosalie se sentó en su escritorio, colocando las manos sobre los papeles.

Su oficina era, en una palabra, pulcra, todas las superficies blancas o grises.

―¿Estás bien? ―preguntó, poniendo mi atención de nuevo en ella.

―Estoy bien, es sólo que pasé la mañana hablando con estudiantes universitarios sobre lo asombroso que es ser yo. ―Me obligué a reír, lo que sonó más lamentable de lo que esperaba.


―Quizás esto mejorará un poco tu día. ―Deslizó el documento hacia mí―. Todo lo que necesitamos es tu firma, y quedarás libre de tu contrato. Estuvieron de acuerdo con todos nuestras condiciones e incluso nos dieron una bonificación por despido más grande… ¿por qué no te ves feliz?

No me había dado cuenta que había dejado de respirar hasta que me habló directamente. Tomando una profunda respiración, dejé la taza en su escritorio y tomé la pluma.

―Todo lo que tengo que hacer es firmar, ¿verdad? ―pregunté, leyéndolo apenas.

―Sí, ellos ya han firmado. ―Cuando dijo ellos, se refería a él.

Clavé la pluma justo en el centro del papel antes de arrastrarla hacia abajo, desgarrándolo hasta el final.

―¿Qué estás haciendo?

―¿Hice algo mal? ―le pregunté.

―¿Qué?

―¿Hice algo mal? Creo que no. Entonces, ¿por qué soy yo la que huye? ¿Por qué me siento como la otra mujer que deben pagarle para mantener su boca cerrada, acepar dinero y desaparecer?

―Bella…

―¿Cuánto más dura el contrato?

―Cinco meses, pero Bella…

―Trabajaré hasta que termine, y sólo entonces, me iré. Así que, llámalo y dile que estaré esperado el próximo proyecto. ―Me puse de Swan, tomando mis cosas.

―¡Bella! Detente por un segundo. ―Rosalie caminó frente a mí―. Entiendo lo que dices, de verdad, pero no deberías pasar por esta clase de abuso emocional por el amor a tu orgullo. No hay nada malo con cerrar el libro con respecto a él y todo esto. No es huir.

―Para mí sí. ―Me siento como si tuviera que estar avergonzada de algo―. Estoy cerrando el libro y dejando todo esto detrás de mí, y necesito hacerlo con fortaleza. Cinco meses. Puedo lidiar con eso… no es como si estuviera ahí todos los días. Puede que lleve dos o tres sesiones de fotos. Gracias por tu preocupación, pero, por favor, sólo haz lo que pedí y hazles saber.

―Bien, los llamaré. ―Se apartó de mi camino.

―Gracias ―dije dirigiéndome a la salida. De alguna manera, me las arreglé para mantenerme calmada hasta que subí al ascensor. Sola, apoyé mi frente contra la pared.

No sólo era hermosa y educada, sino también extremadamente inteligente. ¿Cómo te comparas con eso? Su voz se repetía en mi mente, como un cuchillo en mi alma. Lo peor, no importa cuán profundo estuviera herida, no podía estar enojada con él. ¿Qué me importaba si no pensaba que era lo suficientemente buena? Ni siquiera lo conocía realmente, y él tampoco. Era bueno que piense tan bien de ella; había querido casarse con ella, así es como se suponía que debía pensar. Tu esposa es la persona a la que se supone que le dedicarías el resto de tu vida; ¿no debería ser la persona más perfecta para ti? Ella era su persona. Si la situación fuera a la inversa, habría dicho lo mismo. Lo que me dolía era el hecho de que Peter, mi persona, también pensó que no era buena. Peter me conocía, había visto lo mejor y lo peor de mí, y a sus ojos, todavía no era lo suficientemente buena.

Dirigiéndome hacia mi bicicleta, intenté concentrarme en las personas pasando a mi lado en lugar de mis oscuros pensamientos. Alcancé mi bolso, saqué la cámara,  y me hice a un lado en mi bicicleta mientras tomaba un par de fotografías. El mundo lucía mucho mejor a través de una lente. Quizás era debido a que podía detener el tiempo por un segundo y mirar detalladamente a las personas alrededor de mí.

Nueva York está tan lleno de gente, todo el mundo tiene prisa, conociendo personas pero apenas conectando con ellas, apenas confiando verdaderamente en el otro.

Yendo hacia adelante, disfruté de la brisa mientras me dirigía de vuelta a casa. Fue un corto viaje de regreso, por suerte. Tuve el impulso de pintar de nuevo. Llegando a mi edificio, llevé mi bicicleta hacia la entrada cuando una niña pasó corriendo a mi lado, dejando caer su osito de peluche y casi tirándome. Un brazo del oso estaba rasgado, uno de sus ojos de botón no estaba y se le estaba saliendo el relleno por la parte trasera.

―Lo siento. Está muy emocionada. ―Un hombre rubio con una sombra de barba que ya parecía una barba completa en mi opinión, mirándome a través de esas gafas negras gruesas sobre su nariz. Era lindo de una forma nerd.

―Está bien. Ten, ella tiró esto. ―Le tendí el oso de peluche.

―Eres la nueva inquilina del 34B, ¿verdad? ―Extendió la mano―. Soy Emmet McCarty. Vivo en el 32C, dos pisos abajo. Encantado de conocerte.

―Isabella Swan, pero puedes llamarme Bella. Encantada. ―Estreché su mano.

―¡PAPÁ! ―grito la niña desde la puerta principal.

―Bienvenida de nuevo ―dijo antes de correr rápidamente detrás de su hija.
Reí al ver al oso de peluche colgar inútilmente bajo su brazo antes de ir hacia el elevador. La última cosa que esperaba cuando llegué a mi piso fue ver a Edward apoyado contra su puerta con una botella de vino en una mano y una bolsa de papel en la otra. Había cambiado su traje a medida por unos vaqueros oscuros y una camisa a botones.

No dije nada, empujando mi bicicleta por la puerta. Él tampoco me miro, haciéndome preguntar de nuevo cómo infiernos terminé siendo su vecina.

―Lo siento ―dijo mientras colocaba la llave en la puerta.

Volteándome, me fijé si no había nadie más en el pasillo.

―Sí, te estoy hablando a ti. ―Se levantó del piso y me enfrentó―. Lamento lo que dije, fue… fui un idiota. Estoy aquí para hacer una tregua. ―Levantó el vino hacia mí, junto con la bolsa.

Apartando la mirada, abrí la puerta.
―Estoy bien.

―Sé que no.

Me sentía irritada de nuevo.

―Sé que no estás bien porque yo no estoy bien. Decimos eso porque en realidad no sabemos cómo nos sentimos en un momento dado, y es demasiado difícil explicarles a los demás.

Le eché un vistazo.

Una vez más, levanto la botella.

―¿No eres un médico? ¿No deberías estar trabajando o algo en lugar de beber a medio día?

―Debería, pero he trabajado más horas de lo que permite nuestro hospital. Estuve trabajando sin parar por un mes cuando debería haber estado en mi luna de miel ―respondió honestamente.

Sus ojos… sus ojos estaban como los míos: heridos. Lo escalofriante de la realidad es que todos nuestros monstruos eran humanos… humanos que tienen la habilidad de hacerte beber con gente que ni conoces.

Quitándole el seguro a mi puerta, la mantuve abierta para que pasara, colocando mi bici a un lado de la puerta.

―Sigues sin tener muebles ―dijo, mirando el espacio abierto.

Tenía razón, mi apartamento estaba vacío. Mi sala de estar no tenía nada más que un televisor montado en la pared y mi gran ventanal con vista a la ciudad, con una almohada al lado donde suelo sentarme.

―Menos muebles, más espacio para trabajar ―respondí, quitándome los zapatos y dirigiéndome a la cocina―. Pero, tengo copas de vino.

―¿No tienes un estudio o algo? ―Su mirada todavía vagaba.

No estaba segura qué buscaba.

―Sí, pero tengo mucha más inspiración cuando estoy en casa. Es mucho más sencillo sólo tomar un lienzo en blanco aquí que correr hacia mi estudio. Lo reservo para proyectos más grandes y planeados. ¿Por qué? ―Le tendí la copa y el sacacorchos.

Se encogió de hombros.

―Sigo pensando cómo puedes vivir de esas cosas.

―Esas cosas es el trabajo de mi vida…
―No pretendo ser un idiota, sólo pregunto. ―Sacó galletas de la bolsa y destapó el vino, luego, sirvió una copa para cada uno.

Así que, ser un idiota ya está en su sistema. Tomando la copa, caminé hacia la sala de estar y me senté entre la pared y la ventana.

Me siguió, caminando alrededor de Taigi, que estaba recostado cerca de la puerta, dando patadas mientras soñaba. Edward se sentó en el piso frente a mí, pero ninguno habló. Luego, Taigi decidió soltar un gas, y la expresión del rostro de Edward me hizo reír.

―Esa es una gran forma de romper la tensión ―murmuró, negado hacia mi perro―. Honestamente no pensé nada más luego de la parte de “Lo siento”. De hecho, pensé que me cerrarías la puerta en la cara.

―Estaba tentada a hacerlo ―dije y bebí. Oh, mierda, esto es delicioso.

―Es bueno, ¿verdad? ―Sonrió.

Frunciendo el ceño, me encogí de hombros.

―Está bien.

Maldito fuera.

―Debería haberte sólo cerrado la puerta. ―Bebí un poco más.

Me incliné contra mi ventana antes de dar un sorbo de nuevo.

―¿Por qué no lo hiciste?

―¿Honestamente?

Asintió.

―No podía después de que me dijiste que trabajaste cuando se suponía que tenías que estar de luna de miel.

―Entonces, es lástima de nuevo. ―Hizo una mueca, terminando su copa y sirviéndose más.

―Nunca te tuve lastima, ¿cómo podría? Tú y yo estamos en el mismo bote. Es más comprensión. Al igual que tú sabías que no estaba bien.

Nuevamente, estuvimos en silencio por un momento.

―Sabes ―digo en voz baja, terminando mi copa antes de hablar de nuevo―, me refiero a que todavía ninguno de los dos realmente se presentó apropiadamente. No sé nada de ti.

Llenó mi copa.
―Mi nombre es Edward Cullen, mido casi un metro ochenta y ocho, ochenta y tres kilos, treinta y un años hace dos días, nací el veintitrés de junio. También soy neurólogo en el presbiteriano de Nueva York. Mi hermano menor le presento a mi prometida su amante, y huyó con él el día de nuestra boda. Encantado de conocerte.

Reí, enderezándome con el fin de presentarme.

―Isabella Swan, exactamente mido un metro ochenta, mi peso no es de tu incumbencia, veinticuatro años desde el trece de febrero. También soy artista y fotógrafa. Mi prometido me llevó como acompañante a una boda, sólo para huir con la novia, dejándome sin forma de regresar a casa. Encantada, Edward.

―Salud. ―Levantó su copa y luego de tintinear las copas, bebimos.

―Bien, esto está realmente bueno. ―Levanté la botella para leer el nombre―. ¿Red Savannah Sun? Nunca he escuchado esto antes.

―Eso es porque fue hecho por mi padre y no se vende en tiendas. ―Tomó la botella de nuevo, una vez más sirviendo―. Por cierto, eres mucho más joven de lo que pensé.

Me di cuenta que cambió de tema rápidamente, pero no me detuve con eso.

―¿Qué edad pensabas que tenía?

Me miró de arriba abajo.

―Veintiocho o veintinueve…

―¡Veintinueve!

―¿Un veintinueve decente? ―intentó salvarse―. En mi defensa, estás dando consejos de vida a universitarios como si tuvieras muchísima experiencia. Probablemente te graduaste, ¿qué, hace un año?

―Intenta tres. ―Hice mala cara, bebiendo―. ¿Cuántos años tiene ella? ―Sabía que estaba caminando en la cuerda floja, pero por alguna razón, de verdad quería saber acerca de ella.

―Treinta y uno.

Refunfuñé, apoyándome hacia atrás, contra la pared.

―¿Qué?

―Peter tiene veintisiete. ¿Generalmente no prefieren a la mujer más joven? Ella debe tener algo.

Se tensó por el nombre de Peter por un momento antes de sacar su celular.

Vi la foto de Charlotte y él de fondo. Estaban abrazados, riendo. No se veía tan mal con esa sonrisa en su rostro.
Lo sostuvo lo suficientemente bajo para poder observar mientras abría el menú de configuración, intentando cambiar la foto pero deteniéndose en el último paso.

―Urgh, soy lamentable ―se burló, cerrando de golpe el teléfono.

―Ambos lo somos. ―Levanté mi celular para mostrarle mi fondo de pantalla.

―¿Eso es…?

―¿La foto que me enviaste después que pasteaste su trasero? Sí, lo es. ―Sonreí hacia la imagen antes de fruncir el ceño―. Me da un poco de satisfacción cada vez que lo veo, pero ¿eso significa que no lo estoy superando? He seguido adelante, corté todo contacto, incluso me las arreglé para dejar algunos de los regalos que me dio, sin embargo, sigo sin superarlo.

Me quitó mi teléfono y me tendió el suyo.

―Cambia la imagen, y disfruta el hecho que ellos no van a estar juntos mucho tiempo.

―¿Cómo sabes eso?

―Porque he pensado sobre eso millones de veces desde que huyeron. ¿Cuándo podrían haber estado juntos? Charlotte es una adicta al trabajo como yo. Entre nosotros y el hospital, no tenía mucho tiempo libre, entonces, ¿cómo podría haber tenido otra relación? Así me di cuenta que probablemente no era una relación, sólo sexo. Debe haber sido muy emocionante, escaparse, preguntarse si alguno de nosotros se iba a enterar. Pero, una relación basada en nada más que sexo y emociones, no dura. Cualquier pareja con órganos funcionales puede tener una buena follada, pero, créeme, eso no cambia lo vacío y significativo que realmente es. Puede que no lo noten ahora, pero un día lo harán. ―Levantó la mirada hacia mí, mostrándome el nuevo fondo de pantalla de un bebé panda―. O, por los menos, eso es lo que me digo a mí mismo.

―Entonces, también me diré eso a mí misma ―respondí, cambiando la foto de él.

―Sin vergüenza promocionando tu trabajo, por lo que veo ―dijo cuando le regresé su teléfono. Lo había cambiado a una de mis pinturas en óleo de un niño bajo la lluvia.

―Una chica tiene que comer ―bromeé, aceptando mi celular.

Sin importar lo mal que habíamos terminado Peter y yo, por los menos, nunca podría decir que nuestra relación fue vacía y sin significado.


Edward
Gruñendo, me volteé y tomé mi teléfono mientras vibraba y zumbaba en el piso. Mi cabeza se sentía como si se abriría.

Urgh, bebí demasiado.

―Dr. Cullen. ―Bostecé en el teléfono.

―Edward, ¿dónde estás? ¿Estás bien?

Mi madre sonaba mucho más preocupada de lo que debería, dado a que era un hombre adulto.

―Estoy bien, mamá…

―Entonces, ¿olvidaste nuestro desayuno?

―No, nuestro desayuno es a las… ―Levanté mi muñeca para ver la hora: quince minutos para el mediodía―. Mierda.

―¿Por qué hablas tan fuerte? ―dijo nadie más que Isabella, hecha un ovillo a mi lado en el suelo de su sala de estar. Su cabello castaño oscuro cubría la mitad de su rostro, baba se filtró por la comisura de su boca.

Eso es definitivamente atractivo, pensé sarcásticamente mientras me senté, mi espalda dolorida por estar acostado en el piso.

―¿Quién era esa? ―Mi mamá seguía en la línea.

―Mamá, ¿ahora dónde estás? Me encontraré contigo en veinte minutos.

―Acabo de llegar a tu apartamento…

―¿Qué? ―grité mientras corría hacia la puerta. Había esperado encontrarme con ella a mitad del pasillo, pero, cuando abrí la puerta, ahí estaba, vestida con un traje melocotón suave, su cabello detrás de sus orejas. Con el teléfono aún en su mano y un plato de pastelillos recién horneados en la otra, se volteó, mirándome con confusión.

―¿Por qué estás…?

―¿A qué le gritas tan temprano por la mañana? ―Isabella se levantó con torpeza de la sala de estar, viniendo hacía mí. Frotó sus ojos y bostezó, su perro aproximándose para acostarse a su lado.

La miré fijamente, sin palabras, antes de mirar a mi madre de nuevo, sus ojos se agrandar cuando se dio cuenta; no me gustaba lo que sea que estaba pensando en ese momento.

―Mamá, esta es Isabella Swan.
Cuando dije “mamá”, vi que Isabella giró la cabeza rápidamente hacia mi madre.

―Wow, esto se ve muy mal. Estuvimos bebiendo anoche… no, quiero decir… mierda, no pasó nada ―divagó, queriendo golpear mi cabeza contra la viga de la puerta al instante y pedirle que se calle.
Mi madre dio un paso adelante, una sonrisa creciendo en su rostro.

―Espera, ¿dijiste Isabella Swan? ¿Como la artista?

―Sí ―respondí―. Y, estoy seguro que tiene mucho trabajo que hacer.

―Sí, mucho trabajo ―repitió ella.

Salí de su apartamento.

―Deberíamos irnos…

―Espera.

Mi madre se apartó de mí mientras intentaba llevarla a mi casa.

―Íbamos a ir a la cafetería de la 5ª. Por favor, acompáñanos. He estado intentando ir a tu estudio en semanas, pero es malditamente imposible.

―No estoy realmente presentable.

Eso diría.

Mi madre rió.

―¿Presentable? ¿A quién te estás presentando? Estás preciosa.

Tosí por eso.

Isabella me miró antes de regresar su atención a mi madre.

―No te preocupes por él, está preocupado que lo avergonzaré. Pero, hice pastelillos. ―Le regaló uno a Isabella, que me miró como si fuera a gritar por ayuda.

Abrí mi boca para decir algo… cualquier cosa, pero nada salió. Colocando mi mano sobre mi boca, negué, no muy seguro de qué hacer con la situación.

¿Por qué nos quedamos dormidos? Nos habíamos emborrachado y hablamos toda la noche sobre nuestras vidas de mierda… vagamente recuerdo regresar por más vino antes que todo fuera borroso.

―Está bien, ¿qué tal si los veo allí en media hora, les parece?

Ella cedió… fue débil.

Charlaron por un segundo más antes de que mi madre la dejara ir, y abrí la puerta de mi apartamento. Cuando estuvimos dentro, me golpeó en el hombro.
―¡Mamá!

―¡Cómo puede ser que seas vecino de Isabella Swan, sabiendo muy bien lo enamorada que estoy de sus trabajos, y no decir ni una palabra!

Poniendo los ojos en blanco, caminé hacia la cocina, tomando una aspirina y agua.

―Porque para mí no es Isabella Swan. Ella es la prometida del hombre que huyó con Charlotte.

―¿Qué? ¿Era ella? ―susurró lentamente, sentándose en mi sofá, probablemente toda la escena reproduciéndose en su mente.

―¿Te refieres a la segunda persona más humillada el día de mi boda? Sí, era ella. Peter Evans era su prometido.

―Está ciudad es malditamente pequeña.

En realidad, lo era.


Que les pareció ya se van a empezar a llevar bien bueno nos vemos el sábado muchas gracias a todas por sus comentarios y por leer las chicas que me piden que las etiquete por facebook se me complica un poco por a veces no me sale los nombres pero muchas gracias por seguir la adaptación les invito a unirse al grupo de facebook mordidas de ensueño al igual que la pagina les dejo las pagina abajo ahi siempre subo cualquier noticia de la adaptaciones cada ves que aactualizo.

3 comentarios:

cari dijo...

X lo menos ya se disculpo x ser tan idiota ahora son buenos vecinos q asta se emborracharon juntos y también se quedaron dormidos 😉😛 y Esme ya sabe quien es la vecina d su hijo q pequeño es el mundo 😉😘❤ gracias

Kar dijo...

Después del oso del capítulo anterior, en este mejoró mucho sus relación ji ji, veremos como se compartan ahora
Gracias nena, te leo en el siguiente
Saludos y besos 😘😘😘

Laura Natalia dijo...

Ya se empezaron a llevar bien genial, q escena tan graciosa llega Esme y los encuentra a los dos juntos.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina