lunes, 12 de febrero de 2018

Enredos de Amor Capitulo 11

Capitulo 11
Algo nuevo y viejo
Isabella
Se suponía que los vestidos de las damas de honor debían ser feos.

Sin embargo, el vestido que usé, y en el que había gastado casi mil dólares, probablemente era mejor que cualquiera de mis vestidos. El elegante vestido rojo con un hombro descubierto me hizo sentir con estilo. Vicky incluso había elegido la joyería y zapatos que sugirió para combinar. Sí, era costoso, bueno, para mí lo era, pero había tomado lo que Eli había dicho de corazón y decidí derrochar el dinero esta vez. Mi vieja amiga se casaba, quería su día, y si ella quería que sus chicas se vieran casi a la perfección humana posible, entonces bien. Arreglaría mi cabello, maquillaje, y uñas profesionalmente hechas, y ni siquiera podía mentir que era divertido. Me sentí como una Barbie, pero de una manera buena.

Caminé por la sala de espera buscando al resto de las damas de honor, y cuando cuatro de ellas me miraron, sus bocas ―bueno, excepto por Josephine― se volvieron en amplias sonrisas, así que lo tomé como una buena señal.

―¡Bella, te ves asombrosa! ―Jadeó una de las mujeres, acercándose―. De ahora en adelante, solamente usa rojo. Definitivamente es tu color.

―Gracias. Intenté lo mejor. ―Me reí.


―Chicas. ―Josephine se levantó―. Victoria saldrá en cualquier segundo. Recordemos que es su día.

Sus sonrisas desaparecieron, y se alejaron un paso.

Quería preguntarle a Josephine qué le había hecho para hacerla molestar tanto conmigo, pero de nuevo, recordé que después de este día nunca iba a verla otra vez, así que no me preocupé.

―Señoritas. ―La madre de Vicky salió del vestidor, manteniendo las puertas cerradas detrás de ella con una sonrisa tan grande que podría agrietar su rostro―. ¡Permítanme presentarles, a la futura señora Van Allan! ―Abrió las puertas.
Vicky se dio la vuelta, y en mi cabeza lo hizo en cámara lenta con música romántica e iluminación, así de hermosa se veía. Su cabello estaba en un moño flojo con una rosa roja a través, y llevaba el mejor vestido de boda de princesa que nunca había visto, con un pequeño lazo y brillos.

―¿Bella? ―me gritó.

Me di cuenta que era la única que no se había acercado.

―Lo siento, sólo estoy sorprendida ahora mismo. Te ves tan hermosa, Vicky. ―Finalmente me acerqué―. Tan hermosa que voy a llorar.

―¡No llores! Si lloras, lloraré. ―Rió, abrazándome.

―Oh, no podemos permitírnoslo. ―La mamá de Vicky se acercó, dándome un pequeño abrazo también―. Ya vamos tarde. Rápido, chicas.

Edward

¿Por qué estoy aquí?

No, de verdad. ¿Por qué?

Incluso después que entré en el hotel, seguí preguntándome, ¿por qué?

Jasper sonrió a mi lado como si supiera que hice algo, y mi madre estaba orgullosa porque no tuve miedo de una boda… lo que, como un hombre maduro, no debería haber sido una sorpresa, pero lo que sea. Por alguna razón, esa tarde me había puesto el mejor traje que tenía, pulí mis zapatos, y peiné mi cabello… como si fuera a una promoción. Sin embargo, estaba allí, en la boda de James y Victoria, sentando como cada uno charlando sobre cuán maravilloso era el salón de la boda. En mi mente, no solo el lugar era molesto porque el aire olía como demasiadas malditas rosas, sino que también se veía bastante modesto en comparación con muchas de las cosas que Charlotte hizo para la nuestra.

―Ah, ¿no se ven lindos? ―Mi madre sonrió hacia James mientras él y su padrino de boda caminaban, tomando sus lugares en el frente bajo el arco rosas blancas y rojas.

―Supongo. Con esos trajes, parecen pingüinos disecados ―murmuré.

Me dio un codazo.

―Si ibas a criticar, ¿para qué viniste?

Buena pregunta.

―Él quiere ver a alguien ―susurró Jasper.

Estirándome por detrás de mi madre, golpeé la parte trasera de su cabeza. Mala respuesta.

―Hombres maduros, puedes actuar como tal, ¿por favor? ―Pellizcó nuestras piernas―. Señor en el Cielo, ayúdame.

―Lo siento ―dijimos ambos, aunque todavía lo fulminé con la mirada. Él siguió tratando de insinuar sobre algo entre Isabella y yo, y con toda honestidad, no lo había. Pensaba en ella como una amiga, nada más, nada menos.

―Oh mi Dios, ¿esa es Bella? ―susurró mi madre cuando todos nos levantamos al sonido de la música.

―No puede ser ―me dije a mí mismo, mirando la persona que venía. La Isabella que conocía no llevaba ni un poco de maquillaje, su cabello marrón siempre estaba liso o a un lado y no pensaba tanto en ello, y apenas usaba joyería más que sus pendientes de pluma… que estaban en la oreja de esa mujer―. Es ella ―susurré. Simplemente una muñeca de su versión.

―Se ve asombrosa ―dijo mi madre cuando ella caminó directamente hacia nosotros.

―Sí. ―Por alguna razón, tratar de pensar en ello hacía doler mi corazón.

―La novia está por ahí. ―Jasper se rió disimuladamente detrás de mí, y sabía que quería decir que dejara de mirar a Isabella.

Sólo somos amigos. ¿Y qué clase de amigo sería si no pensara que tenía la capacidad de verse atractiva a veces? Ella se veía hermosa, y no había nada malo con decirlo o pensarlo. Noté que Jasper había cambiado de puestos con mi madre para hacer lo que todos los hermanitos nacieron para hacer: molestarme hasta el cansancio. Pero, lo detuve antes que pudiera decir algo.

―Personas como tú son la razón por la que un hombre y una mujer no pueden ser sólo amigos sin que pase algo. Ella se ve bien. También lo piensas. ¿Cuál es el gran problema?

No dijo nada.

Sonreí con satisfacción.

―Sólo iba a preguntarte si tenías chicle ―susurró con una sonrisa.

Tratando lo mejor para ignorarlo, miré al frente. Por alguna razón, más porque no conocía tan bien a James o Victoria, mis ojos siguieron a la única persona que conocía, parada en rojo. Ella no pareció desconcertada en absoluto, simplemente sonrió un poco, una verdadera sonrisa para su amiga. Cuando sus ojos se enfocaron y miraron entre el gentío, finalmente me notó. Su sonrisa se hizo más grande, abarcando todo su rostro.
Se ve tan tonta ahora mismo. Jesús. Cualquiera que la viera pensaría que se había ganado la lotería o algo. Levantando mi dedo, la señalé para que mirara hacia atrás a donde se suponía que debía mirar.

Hizo una rápida mueca antes de regresar la mirada.
Isabella

―Estoy tan feliz que estés aquí ―dije, ahora que corría hacia él ya que me las arreglé para escaparme de la sesión de fotos mientras todos entraban a la recepción.

―¿Por qué? ―dijo casualmente cuando una mujer en el frente de la mesa de las tarjetas de mesa le tendió una con una llave con bordes colgando.

―Sabes por qué. Sé que no viniste por mí, pero me alegro que alguien más esté…

―¿Miserable? ―Sonrió.

―No miserable, sólo… ―No sabía cómo decirlo, de verdad. No quería que él lo odiara allí, pero…

―Entiendo, Isabella. No pienses tanto, explotarás una vena.

―Sabes que siempre me he estado preguntando, ¿es eso realmente posible?

Negó, buscando su mesa.

Girando mi cabeza, lo miré de arriba abajo. Llevaba una pajarita negra con un smoking clásico negro que estaba bastante liso.

―Te ves bien.

Se detuvo, mirándome.

―¿Qué? ―pregunté.

―Nada. Tú también. Pusiste mucho esfuerzo…

―Oye, puedo arreglarme como la mejor. Esta noche, ni siquiera babearé.

Se rió disimuladamente.

Caminé junto a él.

―¿Dónde te sientas, en la mesa principal?

―No, la mesa principal es de James y Vicky, además sus parientes van al otro lado. Estoy en la mesa… ―Hice una pausa cuando vi la tarjeta con mi nombre en la mesa al lado de Jasper―. Bueno, es aquí. Debe haberme puesto aquí después que le dije que los conocía, ya que no conozco a nadie más.
―Bella, ¿te sientas con nosotros? ―habló Jasper, su madre agarrada a su brazo y un coctel en la otra. Estaba vestido como su hermano, pajarita y todo.

Tuve que admitir, que eran una buena pareja.

―Buenas noches, doctora Cullen, y es agradable verte otra vez, Jasper. Sí, al parecer estoy sentada con ustedes, ¿si eso está bien?

―Por supuesto, y te ves absolutamente asombrosa, mi querida. ―Me atrajo en un pequeño abrazo.

―¿Asombrosa? Bella, estás para morirse. ―Jasper sonrió, abrazándome también con un brazo.

―No lo haces tan mal. ―Me reí cuando sacó mi silla mientras Edward sacó la de su madre―. Qué caballeros.

―Lo sé, me hacen sentir orgullosa. Si solo pudieran ser siempre así.

Y, como hijos, ambos gimieron bajo su mirada fija.

Era gracioso verlos a los tres.

―¿Hace cuánto que conoces a Victoria, Bella? ―preguntó Jasper.

―Desde que tenía seis. Nos conocimos cuando… bueno, ya oirán todo sobre eso. Hice parte de su brindis, así que me ahorraré nuestra historia hasta entonces. Con suerte no haré el ridículo.

―¿Por qué harías el ridículo? ―preguntó Edward.

Encontré su mirada a través de la mesa iluminada con velas y cubierta de pétalos de rosas.

―Me pongo nerviosa cuando hablo a grupos grandes de personas.

―Lo hiciste bien cuando estuvimos en la universidad.

―¿La universidad? ―preguntó su madre, mirando entre ambos.

Asentí.

―Básicamente peleamos por cuál es el mejor plan de carrera: el arte o las ciencias. Gané. ―Sonreí.

Se burló.

―En todo caso, fue un empate, pero eso es solo porque trajiste el argumento “me necesitas y te necesito”. Estoy bastante seguro que conseguí a algunos para ver la razón y venir a mi lado. ¿Recuerdas cuán genial soy?

Aplaudí lentamente.

―Te digo que eres un doctor decente un momento y…
―Sonó más asombroso a mis oídos. ―Bebió su agua.

―Se te sube a tu gran cabeza ególatra. Disculpe, señora Cullen ―le dije. Después de todo, el imbécil era su hijo.

―No. ―Ella sonrió, viendo entre ambos―. En realidad me recuerda cuando conocí a su padre. El hombre podía alabarse. “Esme, deberías haberme visto hoy, te digo que no hay mejor doctor que yo en este estado. Esme, ¿viste cuán rápido hice esa puntada?”. Oh, Dios. No lo llamé ególatra, lo llamé doctor Brainiac.

Pensé en ello durante un segundo.

―¿No es eso un súper-villano en DC comics?

―Es por eso que lo molestó tanto. ―Se rió.

Entonces lo hice. No sabía por qué eran tan gracioso, pero sólo verla reírse tan feliz por sus recuerdos se sintió agradable. ¿No se suponía que esto fuera normal que pasara en las bodas?

―¿Cómo te llamó a ti? ―preguntó Edward suavemente, mirándola mientras bebió su whisky.

Inclinándose, ella puso su mano en el brazo de él.

―Sabes que nunca lo supe. Estoy segura que me llamó de alguna forma en su cabeza, pero sin importar qué, cuando él estaba enfadado sólo decía Esme, cuando lo agotaba y no podía soportar más una pelea.

―Mi padre sólo hacía muecas. ―Pasé mi mano por el borde mi copa―. Mi madre se molestaba si él olvidaba hacer algo, o si estropeaba algo totalmente, y él simplemente se sentaba en su silla y la miraba tratar de arreglarlo, lo que hacía molestar más a mamá, y luego él me miraba y comenzaba a hacer muecas. Él podía adivinar cuáles iba a ser sus siguientes palabras. Cuando era una adolescente, me preguntaba: “¿Por qué sólo se sienta allí? Mamá va a enloquecer”. Luego me di cuenta que él la conocía muy bien. A mi madre le gustan las cosas de un modo en específico. La mejor ayuda que él podía ofrecer era mantener sus manos alejadas y esperar hasta que ella le diera instrucciones.

―¿Dónde están tus padres ahora? ―preguntó la señora Cullen.

Cypress, Alaska ―dijo Eli en una voz extraña.

―¿Es un lugar de verdad? ―preguntó Jasper a mi lado.

―Es la casa del mejor salmón en el país ―dijimos Edward y yo al mismo tiempo, aunque él estaba menos serio que yo. Lo único que pude darle fue una mirada a través de la mesa.

Se encogió de hombros.
―Damas y caballeros, por favor denle la bienvenida al señor y señora James Van Allan ―dijo el presentador, y todos nos pusimos de pie, aplaudiendo.

Aplaudí tan fuerte como era posible, sin preocuparme quién me viera.

Jasper participó, levantando su copa.

Edward
Después que cada uno se instaló y el champán fue servido, Isabella caminó hasta el frente del salón de baile. La iluminación cambiaba ligeramente, enfocándola. No parecía nerviosa en absoluto, pero tal vez simplemente se acostumbró a esconderlo. Se hizo a un lado, y una vieja foto fue proyectada en la pared, mostrando a dos niñas vestidas en jumpers de jeans, su cabello en coletas y brazos alrededor de la otra. La pequeña Isabella hacía una señal de paz mientras Victoria aparecía para abrazarla fuertemente.

―El día que conocí a Victoria Murray fue en el primer día del jardín de niños. Los niños de primer grado decidieron molestarnos, y yo, siendo la rebelde que siempre fui, no iba a permitirlo. Nadie me molestaba.

Victoria y sus padres gimieron al mismo tiempo, tratando de no reírse, cuando de repente la foto cambió a una de ellas sentadas encima de dos chicos y dándose los cinco.

De manera extraña, tomó una larga pausa como si considerara algo antes de parpadear y regresar a Victoria.

―Nadie sino Victoria. Puedo decir, que sin importar lo que pasó en mi vida, cuando volví, ella siempre estuvo allí. Estuvo allí cuando, con catorce años, decidimos detenernos en la carrera de atletismo, pero solo después de haber llegado a la terminal de autobuses antes de entrar en pánico y correr hacia la casa. Ella estaba allí cuando, a los dieciséis, pensamos en teñir nuestro cabello blanco porque podríamos vernos más maduras. Y ella estaba allí en cada paso del camino, alentándome para seguir mis sueños. Por eso cuando conocí a James, estuve un poco celosa. Me seguí preguntando: ¿quién es este chico, tratando de llevarse a mi mejor amiga? Me llevó un momento, pero lo vi, la manera en que sonrió tan amplio que pareció que su rostro se rompería. Cómo él siempre estaba tan dispuesto a todo lo que ella hiciera… con la lógica más simple de estar juntos. Cómo hizo su mundo diez veces más grande, y me sentí muy agradecida. ―Trató de no llorar―. Porque mi mejor amiga estaba con la mejor persona para ella, y sonreiría y reiría así para el  resto de su vida, la forma que lo mereció. Eres un tipo afortunado, James, y gracias. Por favor nunca dejes de hacerlo.

Cuando terminó, suspiró, devolviendo el micrófono cuando Victoria fue a darle un fuerte abrazo.

―¿Te gusta ella? ―preguntó mi madre.

Su pregunta me forzó a verla.

―No.

―Sí ―respondió Jasper―. Si no, ¿por qué te molesta tanto cuando te lo digo? Si no te gustara alguien, ni siquiera pensarías en ello. Es porque ella te gusta y preferirías no admitirlo, lo que te molesta.

―Simplemente nos encontramos…

―Conocí a tu padre por dos semanas antes de salir. Cuatro cuando él me dijo que me amaba ―agregó mi madre, mirándome antes de beber agua.

―Por última vez, sólo somos amigos.

―Está bien. ―Jasper levantó las manos―. Sigue mirando fijamente a tu sólo amiga como si fuera la única mujer en la habitación. Lo siento.

Cuando ella regresó a nuestra mesa, se sentó en la silla vacía a mi lado, no de Jasper.

Odiaba cómo olía a rosas por todas las malditas flores. Siempre olía como lluvia fresca… ¿qué estoy pensando?

―Tu discurso fue hermoso, querida ―le dijo mi madre.

―Gracias. ―Ella sonrió, pero no era real.

―¿Qué es? ―Algo le estaba molestando, podía verlo.

Se inclinó, colocando su mano en mi brazo.

―Lo que sea que hagas, no mires atrás. Charlotte y Peter están sentados a dos mesas de distancia.

Mi primer instinto era voltearme, pero ella me dio un apretón.

―No mires. Simplemente iba a irme, pero no quería hacerlo sin decírtelo. Verlos a ellos juntos nos va a molestar, y con el alcohol, vamos a hacer una escena. Por favor, no hoy.

Tomando el agua, asentí. Venir había sido una mala idea. Lo sabía desde el principio.
―¿Has tomado todas tus fotos, Bella? ―preguntó mi madre, inclinándose hacia nosotros.

Ella asintió.

―Entonces, Edward, llévala a casa. Les diré que no te sentías bien. Está bien no estar aquí.

―Estoy bien, gracias. No hice nada malo. ¿Por qué debería huir? El evento no tiene que ver con ellos, son viejas noticias. Les deseo lo mejor. ―Bella observó mientras el mejor amigo de James daba su discurso―. Oh, gracias, pero no pedimos esto ―dijo cuando una camarera vino con un plato de carne.

―Yo lo hice, para ti. No te gustó el pescado, ¿verdad? ―No había comido nada más que pan y brócoli de su plato mientras se sentaba con nosotros. Imaginé que no quería decirles que se lo llevaran y le trajeran algo más.

Me miró.

―¿Qué, no te gusta la carne?

―No, sí. Gracias. Estaba hambrienta ―respondió antes de cortar su comida.

Incluso si me dijo que no lo hiciera, no pude evitar inclinar mi cabeza un poco, buscándolos en la habitación.

―No, Edward ―dijo, ni siquiera levantó la mirada antes de tomar un bocado.

¿Cómo lo supo?

Lo que sea. Suspirando, me enderecé. Odiaba las bodas. Me recordaban tanto viejas como nuevas situaciones incomodas… como ahora, cuando todo el mundo estaba caminando hacia la pista de baile al terminar los discursos.

―Madre, ¿te gustaría bailar? ―Jasper extendió su brazo, robando mi idea antes de poder actuar. Me guiñó, y, por supuesto, mi madre aceptó.

―Síp, está va a ser mi última boda por un tiempo ―susurró Isabella.

―La única a la que planeo asistir será a la de mi hermano. ―Los miré en la pista de baile―. Y eso puede que tome un tiempo.

Rió.

―No lo sé, tu hermano puede ser todo un partido.

―¿Para quién?

―Oh, vamos. Es joven, atractivo…

―¿Me estás pidiendo emparejarte con mi hermano?
―Dios, no. Es como mi hermano pequeño; sólo estoy diciendo que tiene encanto. Sólo espera, alguna chica hará que se enamore, más rápido que un abrir y cerrar de ojos. Así es como funciona el amor.

―¿Todavía crees en esas cosas del amor? ―Había esperado que fuera más cínica con respecto a todo. Como yo.

Señalo hacia James y Victoria en la pista de baile.

―Por supuesto. No tuve suerte. Las personas algunas veces son desafortunadas en el amor, pero prefiero ser desafortunada una docena de veces más que cerrarme y nunca tener la oportunidad de estar con alguien.

―Culpo a tus libros ―respondí.

Sonrió.

―Lo sé, una mujer que lee. Dios. Ja, pero, si quieres que te preste alguno…

―No, gracias.

―Una lástima. Los chicos que leen me parecen sexy.

―Entonces, ¿quieres que cumpla con tu idea de sexy?

Se congeló y me miró directamente.

―Eso salió mal.

―Sonaste bastante clara para mí. ¿Con qué libro quieres que empiece?

―¿Quieres que te considere sexy? ―Se veía confundida.

―Si una mujer en mi presencia no piensa que vale la pena babear, he fallado como hombre.

Pretendió ahogarse.

―Lindo ―respondí.

Sólo bebió, mirando a la multitud en la pista de baile.

―Por favor, no me digas que quieres bailar.

―No ―mintió.

Suspirando, me puse de pie, tomando su mano.

―No, en serio, no…

La atraje hacia mí.

―¿Cuándo te darás cuenta que puedo notarlo cuando me estás mintiendo? Tienes que bailar por los menos una vez en una boda. ¿Sabes bailar el vals? ―le pregunté cuando la música cambió.
―No me subestimes, Dr. Cullen. Tomé clases de baile de salón 101 y 102 en la universidad, y pasé con una A+.

―Estoy tan intimidado ahora mismo ―me burlé―. Sólo mantén el ritmo.

―Haz lo peor que puedas ―dijo e inmediatamente levantó mi brazo en la posición correcta.

Siempre tenía que desafiarme. Empezamos lentamente, sus pies siguiendo mi guía mientras, primero, nos movíamos de derecha a izquierda, luego, de izquierda a derecha.

―¿Qué tal lo hago? ―Me sonrió.

―Esto es básico ―respondí, acelerando mis pasos con la música.

Nunca perdió el ritmo o siquiera me pisó los dedos, sólo me siguió perfectamente. Haciéndola girar, su vestido se levantó un poco antes de enderezarse.

―¿Aún con lo básico?

Nuevamente, aceleramos el paso, es como si la música estuviera siguiéndonos mientras seguíamos bailando, girando alrededor de la pista. Me di cuenta que estaba mucho más cerca de mí de lo usual, pero ninguno de los dos se fijó en eso. La miré, tratando de ver si en algún momento dudaba, pero sus grandes ojos marrones estaban enfocados en mí, una pequeña sonrisa en sus labios. Me siguió de todas las maneras, incluso cuando incliné su espalda inesperadamente. Su rostro estaba tan cerca del mío, que casi perdí la concentración.

Se ve tan hermosa. Querido Dios, ¿qué estoy pensando?

Finalmente, cuando la música lentamente se detuvo, nosotros también… rodeados de aplausos.

Ambos miramos alrededor para ver que toda la pista estaba vacía, y ahora, todos estaban de pie a un lado, incluso James y Victoria.

―¿Cómo escapamos? ―susurró, asintiendo hacia ellos.

―Sólo sigue caminando ―respondí, ayudándola a salir de la pista de baile.

No queríamos regresar a la mesa, en su lugar, caminamos hasta que estábamos fuera de las puertas doble y en el vestíbulo principal del hotel. Aferrándose a mí, se quitó los zapatos.

―Oh, gracias a Dios. ―Suspiró alegremente―. Tengo ballerinas en los vestuarios. Ya regreso.

¿Por qué me importa?

―No estaré esperando.

―Lo que sea ―dijo, tomando su vestido mientras corría.

Cuando estuve solo, tomé una profunda respiración. ¿Qué era esto? ¿Por qué me sentía así?

―Te veías feliz.

Me congele al oír su voz. Sabía que este día llegaría, pero, ¿por qué ahora?

―Hola, Charlotte.

Me volteé a la mujer llevando un vestido de gala de un rosa suave.

―Te ves bien.

―Vaya. Incluso ahora, siempre eres un caballero. ―Sonrió tristemente―. Y aquí pensé que me estabas evitando.

―No, lo siento, simplemente no tengo nada que decirte. Deberías regresar. Tu novio, prometido, o lo que sea, puede que piense mal.

―No estamos juntos. Solo coincidimos con el evento ―dijo cuando estaba por voltearme―. Él todavía la ama, y yo…

―¿Él todavía la ama?

¿A quién demonios le importa si él todavía la ama? No puede tenerla… ¿qué estoy pensando ahora mismo?

―Edward, Edward, por favor, escúchame. Yo… yo creo que cometí un error. No, sé que cometí un error.

¿Cometió un error? ¿Está bromeando? Hay un millón de cosas que me imaginé que me diría, sólo para presumir que él era un mejor amante, un mejor hombre, y habría preferido cualquier cosa que esa respuesta.

―Tus errores no son de mi incumbencia, Charlotte. ―Me alejé de ella.

Me tomó del brazo.

―Edward, espera…

―¿Todo bien? ―preguntó Bella, acercándose pero manteniendo sus ojos en Charlotte.

Isabella
Mis pies no se sentían tan mal, sólo necesitaba un momento alejada de Edward. Él había estado tan cerca de mí, tan cerca que cualquier hombre en lo que se sentía como una eternidad. Eso, y la forma en que sus ojos se mantuvieron fijos en mí como si fuera la única persona en el mundo… era difícil incluso escuchar la música por lo rápido que latía mi corazón contra mi pecho. Por alguna razón, confiaba en él; incluso cuando dijo que no iba a esperar, sabía que seguiría ahí cuando regresara. Simplemente no estaba esperando que ella lo estuviera deteniendo, y por alguna razón, verlo me molesto infinitamente.

―¿Todo bien? ―pregunté cuando llegué a ellos.

Edward apartó la mano de ella.

―Está bien. ¿Buscaste tus zapatos?

―Sí. Sigo intentando pensar porqué estás aquí. ―Señalé a Charlotte.

Suspiró.

―Sé que lo que te hice, a ambos, estuvo mal. Lo siento tanto…

―¿Tu “lo siento” mejorará algo? ―Le sonreí―. Quiero decir, no sólo destruiste los sueños de dos personas en, qué, ¿treinta segundos? Sin mencionar todas esas llamadas y correos electrónicos que tuve que enviarle a toda mi familia y amigos, tratando de encontrar una forma de explicarles que mi prometido huyó con otra mujer… en su propia boda.

―No estamos juntos…

Sólo lo miré a él con sorpresa.

―Charlotte, no estás ayudando. ―Edward suspiró.

―Déjame golpearla ―le dije―. Por favor, déjame golpearla.

―No quieres hacer una escena…

Di un paso hacia ella.

Charlotte no se apartó.

―Lo merezco.

―Lo mereces. Debería maldecirte, arrojarte agua, y muchas cosas más, no sólo por herirme, también por herirlo a él. Lo que lo hace peor es que ni siquiera tuviste la decencia de durar con tu amante. ¿Debería sentirme bien con eso? Si ustedes dos fueran almas gemelas, por los menos podría decir “realmente se enamoraron”. Soy así de romántica. Pensé que era la que daba lastima, pero, la verdad es que ustedes lo son. Cuán estúpidos deben sentirse ahora mismo por arrojar todo. Siento lastima por ti. ―Di un paso atrás y me volteé.



4 comentarios:

cari dijo...

Bien Bella muy bien esa zorra cree q con un lo siento Edward va a regresar OMG q no lo haga x q seria tan desgraciado si lo hace la zorra q aprenda q no todo es como ella quiere q fácil lo deje ahora podemos seguir? OMG q cínica , gracias 😘

laia dijo...

no hay nada mejor que entrar al blog y que haya capítulos nuevos

Anónimo dijo...

O sii!!!
Bella poniendo en su lugar a Charlotte.
Jum... bitch please!!!
Siii!!! Ellos ya están enamorándose
Aaa!!! Ya quiero la escena del beso!!! :3
Gracias gracias!!!

Laura Natalia dijo...

Q cinica es Charlotte al tratar d volver con Edward disculpandose,por favor si tanto dudaba de sus sentimientos por Edward se lo pudo haber dicho personalmente en vez de dejarlo plantado en el altar.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina