jueves, 21 de diciembre de 2017

Dulce Arrogante Capitulo 9

Capitulo 9
Isabella

Evitar a Edward los últimos días fue realmente difícil, pero sentía que necesitaba alejarme por mi propio bien. La verdad era que no podía confiar en mí misma. Cualquier mínimo contacto me habría llevado al límite. Fue bastante malo que pensase en él todo el día y me masturbase con imágenes de él toda la noche. Que yo sepa, en el momento en que me rindiese, se habría ido. Y no quería que esto terminase. Me encantaba la excitación de preguntarme qué haría o diría, preguntándome qué sería lo siguiente. No podía arriesgarme a rendirme demasiado pronto y perder esta sensación… o perderlo a él. Odiaba esa parte de mí que aún sentía como si fuese a desaparecer una vez nos acostásemos.

Sin embargo, estaba preparada para que eso pudiese ocurrir, porque realmente no confiaba en mí misma a su alrededor. Incluso aunque me juré no tener sexo con él todavía, me aseguraba de tener las piernas depiladas y vestir la lencería con más encaje que tenía. También me aseguraba de tener el control de natalidad al día.


Eché zumo de naranja y ron en el bol de ponche que estaba sobre la mesa de buffet que habíamos colocado en la tienda de tatuaje. Rosalie colgó unas alegres luces rojas de Navidad como decoración, aunque no eran vacaciones. Bob Marley sonaba mientras sacaba algunos aperitivos. Emmet aún estaba trabajando en el último cliente en la parte de atrás antes de cerrar para la fiesta. Habían colocado un bar improvisado en la esquina con nuestro amigo Leroy, que hacía tanto de camarero como DJ.

Mariposas revolotearon en mi estómago ante el pensamiento de Edward conociendo a mis amigos. Aunque no podía imaginarlo entrando aquí con su carísimo traje. Esa iba a ser una visión divertida. Esperaba que Emmet y Rosalie no pensasen que estaba loca por traerle aquí. Ya estaban desconfiando por mis descripciones iniciales de su brillante personalidad. Había sido difícil dar marcha atrás y explicarles por qué, de repente, estaba enamorada del Sr. Gran Imbécil. Aún seguían llamándolo así.

Comprobando el teléfono innecesariamente, noté que Edward llegaba unos cinco minutos tarde. La gente estaba comenzando a llegar, pero él era todo en lo que podía pensar. Decidí distraerme sacando algunos dulces. Fue ahí cuando escuché la voz de Rosalie.

—Por favor, dime que el sexy Clark Kent que acaba de entrar no es el Sr. Gran Imbécil, porque puede que tenga que pelearme por él contigo.

El corazón comenzó a latir sin control ante la visión de Edward en la puerta.

Oh. Dios. Mío.

Su vestimenta no se parecía en nada que hubiese visto antes. No había traje. En cambio, estaba llevando un polo blanco que le quedaba en el pecho como un guante hecho para sus pectorales, junto con un vaquero negro. Su cabello estaba alisado hacia atrás desde un lado de un modo que le hacía parecer más joven. Funcionaba para . Un poco demasiado.

Mi cuerpo reaccionaba más con cada paso que daba hacia mí. El golpe de su aroma casi quitándome el aire. Mientras había estado intentando refrenarme, Edward me tomó en un relajado abrazo y hundió la boca en mi cuello.

—Te eché jodidamente de menos, Isabella.

El sonido tenso de sus palabras contra mi piel fue suficiente para matarme. La noche ni siquiera había comenzado y mis bragas ya estaban húmedas. Estaba preparada para meterlo en el armario de suministros.

Jesús. Contrólate.

Edward tenía sus ojos marrones fijos en mí bajo sus lentes. Los bajó hasta mi escote y los subió de nuevo. Me había teñido las puntas del cabello de púrpura y llevaba un vestido de un color similar a juego. Tomó unos cuantos mechones y tiró suavemente, susurrando seductoramente en mi oído:

—Violeta, ¿eh?

Me aclaré la garganta.

—Sí.

—Me comentaste que el rojo significaba enfado. ¿Qué significa el violeta?

—¿Qué sucede con los lentes?

—Respóndeme primero.

—El violeta representa confusión o dilema.

Sonrió.

—Ya veo.

—Así qué, ¿por qué los lentes?

—Honestamente, no he estado durmiendo bien. He estado preocupado por ti, pero intentando darte algo de espacio. Cuando no consigo descansar, mis ojos se secan. Los lentes son más cómodas que las lentillas.

Estuvimos allí mirándonos a los ojos el uno al otro durante casi un minuto antes de que Rosalie interrumpiese nuestro momento.

—Bueno, si es el Sr. Gran Imbécil…

Maldición.

Edward abrió los ojos como platos mientras le ofrecía la mano, antes de mirarme con una expresión molesta.

—Supongo que mi reputación me precede. Elegiré creer que Isabella creó ese apodo basada en la traducción literal y no figurativa de prick.

—Era lo que te llamaba antes de conocernos… en la época cuando te estaba guardando el teléfono.

—¿Y qué te hizo salir con ese nombre específicamente?

—Me recordaste al imbécil Sr. Big de Sexo en la Ciudad. Así que, Sr. Gran Imbécil.

Edward deslizó la mano por mi cintura.

—¿Y quién serías tú… la obscena Samantha?

Entrecerré los ojos con sorpresa.

—¿Veías ese programa?

—Mi madre solía hacerlo.

—Eso es divertido. —Sonreí.

—Ahora que ya me conoces un poco mejor, ¿aún te sigo recordando a ese tipo?

—Bueno, tienes un conductor. Así que, supongo que hay algunas similitudes.
Frunció el ceño.

—Aunque, no hay sexo en nuestra ciudad, ¿cierto?

Cuando lo miré, me besó juguetonamente la mejilla luego pasó su mano por mi espalda, causando que me recorriese un escalofrío. Esta iba a ser una noche larga.

Después de presentarle a Leroy y otros cuantos invitados, lo convencí para presentarle a Emmet. Mi amigo tenía un cigarro colgando de su boca cuando le ofreció a Edward un apretón de manos.

—Señor Gran Imbécil… ¿Cómo cojones estás?

Edward puso los ojos en blanco.

—Estoy bien. Debes ser Emmet.

—De todos modos, no sé si Isabella te lo contó, pero es como mi hermana. Y viendo que no tiene hermanos de sangre o siquiera un padre que valga un trozo de mierda en su vida, eso significa que, si le haces daño, voy a tener que ser el que te pateé el trasero. Solo quería sacar eso del camino.

Edward asintió lentamente con entendimiento.

—Aprecio que la cuides.

—Encantado de que aclarásemos eso —se burló Emmet—. Te preguntaría si quieres un tatuaje gratis mientras estás aquí… pero algo me dice que no te gusta la tinta.

—Me gusta su tinta. —Edward me guiñó un ojo, luego se rascó la barbilla, como si estuviese considerando algo—. En realidad, puede que esté interesado. ¿También arreglas tatuajes?

—Sí. ¿Qué quieres decir concretamente?

—Tengo uno que ya no quiero. Fue un error y me gustaría cubrirlo, convertirlo en otra cosa.

¿Tenía un tatuaje? De ninguna manera.

—Echemos un vistazo. —Emmet movió la mano, indicándonos que le siguiésemos.

Tenía la mirada pegada en el trasero de Edward, que se veía increíble en ese pantalón. Mis manos deseaban apretarlo. Me preguntaba cómo reaccionaría si lo hiciese.

Los sonidos apagados de los invitados desaparecieron en el fondo cuando entramos en la silenciosa habitación trasera. Se me aceleró la respiración cuando Edward se sacó lentamente la camiseta por la cabeza, despeinándolo. Era la primera vez que había visto su pecho marcado en carne y hueso. Su físico era más hermoso que en mi imaginación. Estaba claro que ejercitaba. No podía apartar la mirada de sus abdominales marcados. Su piel era muy suave y morena.
Era todo lo que había fantaseado y más.

Me hormigueaban las manos con una desesperada necesidad de sentir su piel. Pasé la mirada sobre la fina estela de vello que llevaba hacia su pantalón antes de volver a subir la mirada y que aterrizase en él: el tatuaje en la parte izquierda del torso. Entrecerré los ojos. Era un nombre escrito en cursiva: Tanya. Me dio un salto el corazón. Tragando mis celos, específicamente elegí no hacer la pregunta que me estaba muriendo por hacer.

¿Quién demonios es Tanya?

Sentí como si me estuviesen ardiendo las orejas. Lo único peor que preocuparme de que Edward fuese un mujeriego, era la posibilidad de que hubiese alguien ahí fuera que en realidad había significado algo para él, significado lo suficiente como para marcar permanentemente su cuerpo con su nombre.

Emmet me miró, sintiendo mi incomodidad se giró hacia Edward.

—¿Quién es Tanya?

Edward me miró cuando respondió:

—Es una ex novia. Como dije, el tatuaje fue un error. —Su expresión carecía de humor y me hizo sentirme más curiosa sobre lo que podía haber pasado entre él y esta mujer.

Emmet sacó un libro que ofrecía todo tipo de diseños con detalles que podían enmascarar las letras del nombre. Edward eligió un intrincado diseño tribal.

Permanecí allí hipnotizada, escuchando el sonido de la aguja. La tensión en el aire estaba cargada mientras Edward miraba hacia mí de vez en cuando. Emmet fue capaz de colorear y sombrear sobre el nombre así que al final, parecía que nunca había estado allí. El nuevo tatuaje se veía increíblemente sexy contra la piel olivácea de Edward. Para ser honesta, quería pasar la lengua sobre él.

Emmet puso un vendaje sobre el diseño y le dio instrucciones sobre los cuidados posteriores antes de que Edward volviese a ponerse la camiseta.

—Gracias, hombre. ¿Cuánto te debo?

Emmet extendió las manos.

—Por favor. Es a cuenta de la casa.

—Insisto.

—Simplemente cuida a mi chica. Es todo lo que necesito de ti. Nada más.

Edward me miró.

—Puedo hacer eso.

Poniendo su mano en mi espalda, Edward me guio por la puerta y de vuelta a la habitación principal.

—¿Puedo conseguirte una bebida? —preguntó.

—Sí. Tomaré algo de esa bebida de allí.

Edward volvió con dos vasos del zumo con alcohol y ambos lo tragamos con rapidez. Un reguero de líquido rojo goteó por mi escote, Antes de que pudiese limpiarlo, sentí el largo dedo de Edward deslizándose por el medio de mi pecho.

—Niña sucia —comentó mientras lamía la bebida de su dedo índice.

Ese único golpe prácticamente me mató. Estaba tan increíblemente atraída por él, pero nunca le había querido tan desesperadamente como esta noche. La ropa casual, los lentes, la forma en que me estaba mirando, viéndolo sin camiseta… todo fue demasiado. Pero más que nada, los persistentes celos sobre “Tanya” era lo que más me estaba volviendo loca. Un extraño e incontrolable sentido de posesividad me atravesó. Mi reacción era una llamada de atención. Ya estaba demasiado hundida, destinada a ser herida. Darte cuenta de eso, añade un poco de ponche de ron y tienes un desastre.

—Esta noche estás ensimismada, Isabella. Dime qué se te pasa por la mente.

Lo que se sentía como un sofoco comenzó a impregnar mi cuerpo.
Nunca en mi vida había reaccionado así a un hombre. Nunca había sentido tanto miedo y deseo al mismo tiempo. Ciertamente, nunca tuve al monstruo de los celos alzando su fea cabeza. No quería que él lo notase. Necesitaba tranquilizarme.

—Volveré ahora mismo —comenté antes de dirigirme a la parte trasera de la tienda. Antes de poder llegar muy lejos, sentí una mano firme en la cintura. Luego, me metió en la oficina de Emmet y cerró la puerta, apoyándome contra ella, atrapándome entre sus brazos.

—¿Crees que eres la única que está jodida por lo que está sucediendo aquí? —masculló.

Permanecí en silencio, intentando recuperar el aliento.

No había luz y no intentó encontrar una. En la oscuridad de la oficina, apenas podía ver nada. Solo podía sentir su pecho contra el mío y su respiración contra mis labios mientras decía:

—Me estás volviendo loco. Necesito tocarte. Por favor, simplemente déjame saborearte… solo una vez.

Echando la cabeza hacia atrás, presioné su cabeza contra mi pecho mientras pasaba lentamente su lengua sobre mi escote, gimiendo sobre mi piel. Bajó la parte de arriba de mi vestido, exponiendo mis pechos y tomando un pezón en su boca, chupándolo tan fuerte que me hizo chillar. Los músculos entre mis piernas estaban palpitando con necesidad. Incluso, aunque lo quería en mi interior, estaba aterrorizada. De repente alejé el rostro de él y comencé a cubrirme.

Jadeando, hundió la nariz en mi cuello y puso la mano sobre mi corazón. Me acercó a él.

—Dios, escucha tus latidos. Me quieres. Puedo sentirlo. Pero estás extraordinariamente asustada de mí. ¿Por qué?

—No lo sé —susurré.

Se echó hacia atrás y tomó mis mejillas entre sus manos.

—Habla conmigo. Por favor. ¿Qué sucedió para hacerte tan desconfiada?

—Solo estoy asustada de resultar herida.

—¿Quién te hirió?

Era duro incluso para mí entender de dónde provenía esto. Ni siquiera había tenido un novio que rompió mi confianza o me partió el corazón. No tenía sentido. Realmente nunca antes había estado enamorada. Los sentimientos que tenía por Edward eran nuevos para mí, pero no quería admitírselo. Lo único que sabía con certeza era que, de algún modo, mi padre era la raíz de mi paranoia. Así que decidí contarle una historia a Edward que pudiese explicar mi miedo al rechazo, aunque no podía decir que realmente lo entendiese yo misma con claridad. Aunque, cualquier cosa era mejor que admitirle que nunca me había sentido de este modo antes.

—Cuando tenía unos diez años, mis padres se divorciaron. Mi padre acabó casándose con una mujer del vecindario. Sue era viuda. Tenía tres hijas, una de las cuales tenía mi edad e iba a mi escuela… Leah. De todos modos, mi padre comenzó a convertirse en su padre y pasaba menos y menos tiempo con mi hermana y conmigo como resultado. Hubo una ceremonia de la rosa padre e hija y un baile que la escuela estaba representando para las niñas de mi grupo de edad. Se suponía que los padres comprasen una docena de rosas para sus hijas y luego se tomasen fotografías juntos en el baile.

»En fin, mi madre le había preguntado a mi padre si era capaz de llevarme. Nunca volvió. Así que acabé apareciendo en la escuela, completamente engalanada y esperando que él apareciese. Y lo hizo… con Leah. Ahí estaba ella, sosteniendo un gran ramo en una mano y con la otra la mano de mi padre. Corrí a casa llorando y cuando mi madre se enfrentó a él, le dijo que no se dio cuenta de que yo estuviese interesada en ir. Dijo que, ya que el padre de Leah estaba muerto, era importante que él estuviese ahí para ella. Dijo que pensó que yo lo entendería. De todos modos, esto no tiene nada que ver contigo, Edward. Me preguntaste por qué tenía problemas de confianza y mi padre es realmente la única razón en la que puedo pensar.

Volvió a tomar mi rostro entre sus manos y me dio un beso firme y apasionado en los labios. Relajé mi cuerpo contra él y cuando se alejó, anhelé que simplemente siguiese besándome.

—Siento que eso sucediese. Eso es increíblemente asqueroso. Y explica muchas cosas.

—Si… gracias.

—Fui hijo único —comentó—. Mi padre nunca estuvo en la fotografía, lo que supongo que ha sido mejor que un rechazo posterior. No lo sé.

—Así que, ¿era simplemente tu madre y tú?

—Sí.

—¿Cómo murió?

—De cáncer de pulmón cuando era un adolescente.

—Lo siento mucho.

—Gracias. —Se detuvo, luego añadió—: Fue duro. Juré nunca permitirme estar tan encariñado a alguien después de eso. No quería volver a sufrir ese tipo de pérdida. La muerte de mi madre es una gran razón por la que soy como soy… cerrado y frío. Al mismo tiempo, me motivó a ser lo mejor que pudiese de otras formas, para hacer que se sintiese orgullosa. Así que, algo bueno y malo salió de ello.

Se me revolvió el estómago mientras me preparaba para hacer una pregunta de la que necesitaba una respuesta.

—¿Te encariñaste con Tanya?

—Sí —contestó simplemente.

Me estaba palpitando el corazón.

—¿Cuánto tiempo estuviste con ella?

—Dos años y medio.

—Ya veo.

Cuando bajé la mirada puso una mano en mi barbilla y movió mi rostro para encontrar sus ojos en la oscuridad.

—¿Qué quieres saber, Isabella? Pregúntamelo.

—¿Qué sucedió entre tú y ella?

—Tanya aceptó un trabajo conmigo como bróker justo después de la universidad. Éramos serios… o eso pensé. En fin, para resumir la historia, en realidad comencé mi compañía con un amigo mío llamado Alec Vulturi. Alec, Tanya y yo trabajábamos muy de cerca todos juntos. Con el tiempo, averigüé que estaban teniendo una aventura a mis espaldas. Alec se marchó para comenzar su propia compañía, que ahora es una de mis competidoras y Tanya se fue con él.

Vaya.

—Eso es espantoso. Ni siquiera sé qué decir. Lo siento.

—No lo estés. No estaba destinado a ser.

—Lo sé, pero puedo decir que te hirió.

—Estoy aquí contigo, ¿no?

—¿Qué tiene que ver con ello?

—Porque no quiero estar en otro lugar. Si algo fuese diferente en mi vida, puede que no estuviese. Tampoco lo entiendo, Isabella. Esto. Lo que está sucediendo entre nosotros. No puedo hacer ninguna promesa. Simplemente sé que no quiero que se detenga.

Yo tampoco.

—Sería mejor que volviésemos allí antes de que piensen que estamos…

—¿Follando?

—Sí.

Hundió el rostro en mi cuello y rió contra mi cuello.

—¡Dios me libre!

—Gracias por ser paciente conmigo.

Masculló:

—Paciente no es la palabra correcta…

—Tal vez no.

Mientras tomaba su mano para guiarlo fuera de la habitación, me empujó atrás un momento.

—Oye… —Cuando me giré para enfrentarlo, apoyó la frente sobre la mía—. Esperaré tanto como quieras. No voy a ninguna parte.

—Gracias.

Ambos estábamos mucho más relajados después de nuestra charla.
Pasamos el resto de la noche escuchando tranquilamente las conversaciones a nuestro alrededor en la fiesta. Me recliné contra Edward, quien me rodeó la cintura con los brazos, el calor de su cuerpo manteniendo a raya mi piel erizada por el contacto. No sabía a dónde iba esto y, por primera vez, decidí no analizarlo.




4 comentarios:

Anónimo dijo...

^O^
Puedo entender a bella eso de los papas es tan freak
Pero uff!!! Si que se está ardiendo!! O y los celos un buen aliado como premisa ^w<
Gracias :D

cari dijo...

El papá un hdp como puede dejar a su hija plantada y llevar a la hijastra hdp los hay hijos son primero, la Tanya zorras como siempre lo mejor es q el papá y la zorra están lejos d sus vidas, ahora hay q vivir niños hermosos hay q empezar d nuevo 😘❤ gracias

Laura Natalia dijo...

No puedo creer q Charlie haya hecho eso con su propia hija, antes q mirar en los sentimientos de sus hijastras debio pensar en la sangre de su sangre.

Dess Cullen dijo...

Qué romantico!!!!!

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina