martes, 19 de diciembre de 2017

Dulce Arrogante Capitulo 6

Capitulo 6
Edward
Estuve de un humor pésimo toda la mañana. Pensándolo bien, mi ira empezó a surgir en algún momento la noche anterior. Justo en el momento en que la mujer con cuerpo de diablo y rostro de ángel, me dijo que preferiría estar en una cita con algún imbécil que la llevara a un funeral, a que yo la invitara a salir.

Si no tuviera una reunión temprana esta mañana, me habría metido en ese tren y le diría exactamente quién era yo. Mirando la imagen de sus deliciosas tetas en mi teléfono de nuevo, me di cuenta de exactamente quién era yo... más o menos un acosador, últimamente. Y eso me molestaba aún más. A la mierda ella y su cita.

—¡Rebecca! —Presioné el intercomunicador y esperé que mi secretaria respondiera.

Nada.


—¡Rebecca! —La segunda vez, gruñí tan fuerte, que el intercomunicador no era necesario. Toda la maldita oficina tenía que haberme escuchado.

Aún nada.

Lanzando una carpeta en mi escritorio, caminé hacia mi secretaria.
Una pelirroja estaba sentada en su escritorio.

—¿Quién eres tú?

—Soy Lynn. Su secretaria por los últimos dos días. —Frunció el ceño como si yo supiera de qué diablos estaba hablando.

—¿Qué le pasó a Rebecca?

—No lo sé, señor Cullen. ¿Quiere que lo averigüe?

—No. Me gustaría que me trajeras un almuerzo. Pavo en trigo integral ligeramente tostado con una rebanada de Alpine Lace Swiss. No dos. Una. Café. Negro.

—Bueno.

—La recepcionista controla el dinero para gastos menores. Habla con ella.

Me sonrió, pero no se movió.

—Bueno, ¿qué estás esperando? Ve.

—Oh. ¿Quiere que vaya ahora?

Me quejé y regresé a mi oficina.

Era temprano por la tarde cuando mi teléfono vibró y destelló una nueva imagen de las piernas de Isabella. Nunca antes había iniciado nuestras conversaciones.

Jódeme.

Esta mujer iba a ser mi muerte. Necesitaba que estuviera de acuerdo en verme.

Edward: Muéstrame más.

Isabella: Eso es todo lo que vas a recibir.

Edward: Eres tan provocadora. Ábrelas para mí.

Isabella: De ninguna manera.

Edward: ¿De repente tienes moral?

Isabella: Tengo mis límites, y mostrarte entre mis piernas es definitivamente un límite duro.

Edward: Y definitivamente no hay límite en cuán DURO me pondría. De hecho, solo imaginarlo me está poniendo como una roca en este momento.

Isabella: Pervertido. ¿No estás en el trabajo?

Edward: Sabes que estoy en el trabajo. ¿Por qué me enviaste una foto de tus piernas entonces? Estás tratando de irritarme.

Isabella: No se necesita mucho.

Edward: No me mostrarás tu coño. Al menos déjame oír tu voz.

Isabella: Ya has escuchado mi voz.

Edward: Sí, pero estabas molesta. Quiero oír cómo suenas cuando estás mojada y caliente.

Isabella: ¿Y cómo sabes que estoy mojada y caliente?

Edward: Puedo sentirlo.

Isabella: De verdad...

Edward: Sí.

Mi teléfono empezó a vibrar. Isabella.

Mi voz fue intencionalmente baja y seductora.

—Hola, nena.

—No me digas nena.

Solo el sonido de su voz hizo que mi cuerpo vibrara de excitación.
Mi voz sonaba tensa.

—Quiero verte. Necesito saber cómo eres.

Dios, necesito tocarte.

—No creo que sea buena idea.

—¿Por qué no?

—No creo que seamos indicados el uno para el otro. No soy tu tipo.

Levantando una ceja, le pregunté:

—¿Y cuál es exactamente mi tipo?

—No lo sé... ¿una perra pretenciosa y rica? Alguien que elogie a un arrogante trajeado como tú.

Una profunda risa me invadió.

—Un arrogante trajeado, ¿eh?

—Sí. Eres pomposo, y crees que puedes andar sobre toda la gente.

—Bueno, solo hay una persona sobre la que quiero estar ahora, Isabella.
Completamente. Encima. De. Ti.

—¿Cómo llegaste a ser tan Imbécil de todos modos?

—¿Por qué todo el mundo es cómo es? No hemos nacido de esa manera.
Se aprende.

—Entonces, ¿ser un Imbécil es un arte que has dominado?

—Soy un Imbécil porque... —titubeé—. Porque no quiero lidiar con la mierda que inevitablemente viene cuando dejo bajar mi guardia.

—¿Qué pasó para hacerte querer tener la guardia alta?


—¿Qué sucede con las preguntas profundas, Isabella? No me abro a las mujeres que ni siquiera he follado.

—¿Si te dejo que me folles, me contarás todos tus secretos?
Mi polla se estremeció pensando en estar con ella.

—Te diré lo que jodidamente quieras saber si tener sexo contigo es una posibilidad ahora.

—Exactamente. ¡Exactamente ese es mi punto!

Aunque discutimos un poco, pude sentir el humor en su tono. De alguna manera supe que estaba sonriendo conmigo y disfrutando de nuestro pequeño intercambio.

Me aclaré la garganta y le dije:

—Está bien... vamos a cambiar las cosas. ¿Cómo te volviste una chica traviesa tan rara?

—Siempre he sido así.

Me reí entre dientes. De alguna manera, creía eso. Parecía ser naturalmente valiente, no haciendo un drama. Así era realmente.

 —¿Qué haces para vivir, Isabella?

—¿Qué crees que hago?

Esa es una pregunta difícil. —Me rasqué la barbilla y puse mis piernas sobre mi escritorio—. Basándome en lo poco que sé sobre ti... un increíble par de tetas y piernas... diría que tal vez eres una bailarina de striptease en algún club oscuro y lleno de humo.

—Bueno, acertaste en la parte oscura y llena de humo. Mi oficina es aburrida, y a mi jefe le gusta esconder colillas.

—Será mejor que no se esté escondiendo con tu trasero.

Jesús. Tranquilízate antes que piense que eres un lunático celoso.

—Él es un ella... y son colillas de cigarrillos las que esconde detrás de una puerta cerrada en su oficina. Trabajo para una columna de consejos. Es un trabajo triste, solo paga mis facturas.

—En realidad creo que suena muy intrigante. ¿Qué columna es?

—No estoy segura que deba decírtelo. Podrías intentar acecharme en el trabajo.

—¿No sería irónico? ¿No recuerdas cómo te presentaste?

—Es Pregunta a Alice.

—Siento que conozco ese nombre.

—Ha estado alrededor por años.

Está bien. Mamá solía leerla.

—Mi madre solía leer esa columna. ¿Qué haces ahí?

—Me encargo de organizar papeles y respondo a algunas de las consultas que llegan a través del sitio web, y asisto a Alice.

Me reí.

—¿Así que tú le das consejos a la gente?

—¿Qué es tan difícil de creer?

—Necesito un consejo.

—Bueno…

—¿Cómo puedo hacer que aceptes verme?

—Créeme. A veces, es mejor mantener las cosas en misterio. No puedo pensar que salga algo bueno de encontrarnos.

—¿Por qué?

—Solo me estarías usando por sexo.

Tuve que pensar si tenía razón. La atracción sexual estaba fuera de cuestión. Pero en el fondo, sabía que esta conexión con ella era mucho más profunda que eso. Simplemente no podía averiguar de dónde venía o qué significaba. Isabella había encendido una especie de fuego en mí que no podía extinguir. Tenerla desnuda debajo de mí era definitivamente una meta, pero no era solo eso. Necesitaba entenderlo.

—No es por ser un imbécil, pero puedo conseguir lo que quiera cuando quiera, de casi cualquier persona. No se trata de eso.

—¿Entonces qué es?

—No lo sé exactamente —dije, sinceramente—. Pero quiero averiguarlo.

Permaneció en silencio durante unos segundos y luego pareció retirarse.

—Creo que debería irme.

—¿Por algo que dije?

—Solo necesito irme.

—Bien entonces. ¿Cuándo volveremos a hablar?

—No lo sé.

Entonces, simplemente colgó.

Isabella Swan Venedetta jodidamente me cortó. Un deseo por perseguirla me alcanzó.

Calma tu polla, Edward.

Mi estómago gruñó, recordándome que incompetente-Lynn nunca volvió con mi sándwich y café.

Al acercarme a la recepción, pregunté:

—¿Dónde demonios está mi secretaria? Se suponía que volvería con mi almuerzo.

—Me temo que ha notificado a la agencia que no volverá.

Jodidamente genial.

Me dolía la cabeza por la abstinencia de cafeína. Volví a mi oficina y agarré mi chaqueta antes de dirigirme a la tienda de delicatessen en la calle.

***

Al abrir mi computadora portátil en la mesa, se me ocurrió una idea brillante. Miré en la parte superior del sitio web de Pregunta a Alice y decidí enviar una pregunta con la esperanza de que llegara a Isabella. Empecé a escribir:

Querida Alice,
Hay una mujer que no puedo sacar de mi mente. Me envió fotos de sus tetas, piernas y trasero, pero no me dejó verla en persona. La única razón que se me ocurre es que es muy fea y tiene miedo de mostrarme su rostro. ¿Cómo puedo lograr que acepte verme y entender que no todos los hombres son tan superficiales como parece pensar?
—Arrogante Trajeado, Manhattan

Riéndome sólo, cerré el portátil y terminé mi Pastrami en pan de centeno. Esta mujer incluso me hacía comer como la mierda. Hice un par de llamadas de negocios y revisé a Meme en el hogar de ancianos antes de abrir de nuevo mi portátil. Una respuesta de Pregunta a Alice estaba esperando en mi bandeja de entrada.

Querido Arrogante Trajeado,
Es muy posible que estés sacando la conclusión equivocada. No hay evidencia que sugiera que esta mujer es fea. Tal vez, simplemente no le interesas. También puede que quieras mirarte en el espejo y considerar el hecho de que una personalidad fea, es mayor disuasión de lo que rostro feo alguna vez podría ser.

Inclinando mi cabeza hacia atrás por la risa, me maravillé con el ingenio de esta mujer. Esa boca… no podía esperar a follarla. Además del hecho de que era graciosa, sincera, hermosa, sexy, y a diferencia de cualquier persona con la que había estado antes, había una parte de ella que parecía vulnerable y cautelosa. Quería saber más de porqué tenía tanto miedo de mí. Esta clase de curiosidad no era característica de mí en absoluto. Mientras que eso era perturbador, mi necesidad de llegar a conocerla desbancó a todo lo demás.

***

Sentarme frente a ella en el tren sin comerla descaradamente con los ojos era realmente una forma de arte. Como un ventrílocuo que maneja un maniquí sin mover los labios, tuve que mirarla de alguna manera sin que lo supiera.

Esta mañana en particular, en verdad fue un reto mantenerlo sutil, no solo porque se veía condenadamente sexy, sino porque no estaba sola. Un hombre fuertemente tatuado que parecía mucho más su tipo que yo, estaba sentado junto a ella. Estaban hablando y riendo, y básicamente quería golpear su cuello de lápiz.

Mi sangre empezó a bombear cuando él se inclinó hacia ella y la besó. No podía decir si fue en la cara o en los labios dado que solo fui capaz de esconderme. Entonces se levantó y salió del tren, dejándola detrás.

Los celos, que antes habían estado persistiendo bajo la superficie, ahora habían estallado. Era tan cegador, de hecho, que ni siquiera estaba pensando cuando de repente escribí un texto.

Edward: ¿Quién demonios es él?

Pareció congelarse antes de mirarme lentamente. Su piel, ya pálida, se volvió casi blanca. Su cabeza se había levantado y se encontró con mi mirada al instante. Sabía que era yo.

¿Siempre había sabido que tomábamos el mismo tren?

Pensé sobre ello un poco más. Sin ninguna duda, sus ojos habían aterrizado directamente en los míos como si supiera exactamente dónde mirar.

Había estado fingiendo no saber quién era todo este tiempo.

Debió buscar mi foto en línea. No sabía de qué otra forma podía reconocerme, pero eso en verdad ya no importaba. Todo lo que importaba era que ahora estaba cara a cara con la mujer que se había infiltrado en mi mente, cuerpo, y alma desde el momento en que abrió su gran boca en ese intercomunicador.

Mi parada era la siguiente, pero no iba bajar. Bueno, sinceramente, iba a bajarme en otra cosa: este altamente tenso concurso de miradas.
Comprendí que ella también estaba absorbiendo ese hecho, que también yo conocía su identidad.

Se levantó de repente. Su parada debía venir después. Hice lo mismo, caminando hacia la salida y parándome justo detrás de ella. Estaba mirando mi reflejo en el vidrio de las puertas. Mi boca se curvó en una sonrisa engreída. Era como el gato de Cheshire que finalmente había atrapado a su pequeño ratón. Un toque de diversión brilló a través de su expresión.

Cuando las puertas se abrieron, la seguí, caminando tranquilamente a su lado. Los dos nos movíamos muy lentamente, inseguros de dónde ir o qué hacer. Cuando el tránsito de personas pareció desaparecer por la escalera mecánica del segundo nivel, estábamos casi solos en la plataforma del metro. De repente la agarré de la cintura, obligándola a girarse y mirarme.

Su pecho estaba agitado, y pude sentir el temblor de su cuerpo. Mi propio corazón estaba corriendo. Saber que estaba teniendo esa clase de efecto en ella era sorprendente, excitante. Tan jodidamente excitante.

El olor de su piel prácticamente me estaba drogando. Eso, en combinación con la calidez de su cuerpo tan cerca del mío, me había dado una rabiosa erección. Era como un adolescente a punto de correrme en mis pantalones de tres mil dólares.

Cuando me moví lentamente hacia ella retrocedió hacia un gran pilar de concreto. La apoyé contra la columna y acuné sus mejillas entre mis manos, plantando mis labios sobre su boca. Se abrió para mí cuando mi lengua ansiosa fue en busca de la suya. Toda la vida a mi alrededor desapareció. El sonido de rendición que hizo en mi boca me incitó a besarla más profundo. Sus tetas cálidas y abundantes se sentían como una manta eléctrica en mi pecho. El metal frío del anillo de su lengua contra el calor de mi propia lengua envió lo que se sintió como espasmos a través de mí. Si no estuviéramos en público, no podía imaginar ser capaz de detenerme solo besándola. No quería nada más que tomarla aquí.

Me empujó y se aclaró la garganta:

—¿Cómo supiste que era yo?

Acaricié su labio inferior con mi pulgar.

—No voy a responder a eso hasta que me digas quién era ese chico que estaba besándote.

—Eso no fue un beso. Fue un besito en la mejilla. Era mi amigo, Emmet. Se reunió conmigo para desayunar temprano esta mañana.

—Amigo, ¿eh?

—Está muy casado. Su esposa también es una buena amiga.

—Entonces, ¿no hay nada ahí?

—No, pero si lo hubiera, no te debo una explicación. —Se limpió la boca, que probablemente todavía estaba adolorida por mi ataque—. Entonces, dime cómo sabías que era yo.

—La pluma en tu pie, genio. Tus pies estaban en la fotografía de tus piernas. Utilicé ese tatuaje para identificarte. He estado observándote durante días. Al parecer tú hiciste lo mismo conmigo.

No negó que sabía quién era yo todo el tiempo.

Moví mi boca más cerca de la suya.

—¿Te gustó lo que viste? ¿Es por eso que sigues enviándome mensajes de texto? Cuando me di cuenta por primera vez que eras tú, no podía creer lo jodidamente hermosa que eras.

—Entonces, todo eso de que pensabas que podría haber sido fea fue…

—Una vasija de mierda. Estoy tan increíblemente atraído por ti, Isabella. Y tu cuerpo ahora está diciéndome que te sientes de la misma manera.

—No importa lo guapo que seas. Eres un ser humano peligroso.

—No tienes idea de lo peligroso que soy cuando quiero algo. No me detendré ante nada para conseguirlo. Y en este momento no hay nada que quiera más que tú. Pero si puedes decirme honestamente que no tienes ningún interés, me alejaré, y nunca volverás a escuchar de mí de nuevo. Y si el hecho de que estés temblando es alguna indicación, te estás sintiendo exactamente como yo.

—Yo no quiero sentirme de esta forma por un tipo como tú.

Escucharla decir eso fue un verdadero balde de agua fría. ¿Por qué clase de jodido ser humano me tomaba? Podría haber tratado a la gente como mierda de vez en cuando, pero no era un jodido criminal, por el amor de Cristo.

—Déjame decirte algo, Isabella. Puede que no sea el tipo más amable en el planeta o incluso el mejor para ti. De hecho, sé que no lo soy. Pero no puedes negar lo que está pasando entre nosotros. Solo hay un final para esto.

—¿Y cuál es?

—Yo enterrado profundamente en tu interior.

—Eso no puede pasar.

—Cada maldita noche, sueño con ese jodido anillo en tu lengua arremolinándose alrededor de mi polla. Eres lo único en lo que puedo pensar. De hecho, eres lo único en lo que podía pensar antes de siquiera ver tu maravilloso rostro. Pero después de todo lo que pasó, fui hombre muerto. —Acaricié su mejilla de nuevo—. Solo pasa tiempo conmigo.

—Si te dijera que no quiero dormir contigo, ¿todavía querrías verme?

Cerrando los ojos brevemente, los abrí y dije:

—Respetaría eso.

—He sido lastimada demasiadas veces en mi vida. He jurado no entregarme a nadie de esa forma de nuevo a menos que estuviera segura de sus intenciones. Así que, si quieres estar conmigo, entonces no hay sexo. ¿Quieres hablar conmigo? Bien. ¿Quieres llegar a conocerme? Bien. Pero se detiene allí. ¿Es eso lo que realmente quieres?

—Lo quiero todo, pero tomaré lo que pueda obtener… por ahora.

—Entonces, ¿cuándo va a pasar esto?

—Esta noche. Te recogeré, y te llevaré a una cita real que no involucre el cadáver en descomposición de alguien en la otra habitación.

—Eres tan romántico.

—Iré con la cosa de no sexo, pero apunta mis palabras. Cuando llegue el momento, no voy a ser el que esté rogando por ello.

***
Por el resto de ese día, la perspectiva de verla más tarde me consumió.
Para pasar esa espera insoportable, decidí escribir a Pregunta a Alice.

Querida Alice:
Estoy viendo a una mujer que ha dejado claro que no quiere tener sexo conmigo. La cosa es que, ella no sabe lo que se va a perder. Estoy pensando que, ¿debe haber algo que pueda hacer para cambiar su opinión?
—Arrogante Trajeado, Manhattan.

Alrededor de una hora después, una respuesta apareció en mi bandeja de entrada.

Querido Arrogante Trajeado:
Tengo la sensación de que tal vez solo asumes que todas las mujeres deben querer abrirte las piernas. Estoy suponiendo que hay un motivo por el que esta mujer siente que tener sexo contigo sería perjudicial para su bienestar. Tal vez trata de llegar a conocerla por un tiempo, de darle un motivo para confiar en ti. Demuestra que estás involucrado. Mientras tanto, TÚ deberías invertir en una buena ducha fría. Suena como que la vas a necesitar.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Aaa!!! /0\
Si!! Me encanta cuando se pone todo celoso cavernícola xD
Mmm... nada de sexo??? xD haber cuánto dura
Gracias ;D

cari dijo...

Gracias 😘😜❤

Laura Natalia dijo...

Gracias por otro capitulo,primer beso sin conocerse.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina