jueves, 2 de noviembre de 2017

Amarte en Secreto Capitulo 15

Capitulo 15


Las luces comenzaron a parpadear en mi máquina, y sonaba como loca. Un grupo de siete números estaban alineados en una agradable línea ordenada. El número de créditos mostrados seguía y seguía.

 Miré alrededor para encontrar que todos los ojos en las proximidades estaban en mí.

 La gente comenzó a aplaudir.

Mi corazón estaba corriendo.

Santa mierda. Gané.

 ¡Gané!

 ¿Qué gané?


 Aún no sabía. No podía entender lo que era la máquina. Se dio el número de créditos pero ninguna cantidad en dólares. Cuando todo finalmente se detuvo, saque mi ticket y toque el botón de efectivo. —¿Creo que gané, pero no puedo averiguar cuánto?

 —¿Quiere cobrar?

—Uh, sí.

La persona se veía menos que entusiasmada de ayudarme.

—¿Cuánto gané?

—Mil.

—¿Mil centavos?

—No, mil dólares.

Cubrí mi boca y hablé en mi palma—: Oh, por Dios.

—¿Lo quiere de a cincuenta o cien?

—Um… cien. —Me entregó un fajo de billetes, y lo olí antes de correr a encontrar a Edward.

Mientras hacía mi camino a través de las luces brillantes y el caos, el dinero quemaba un hoyo en mi cartera. Finalmente lo localicé en las mesas de póker. Estaba en un profundo pensamiento, rascando su barbilla y no sabía que lo miraba. Su camisa se aflojó aún más, sus mangas estaban enrolladas. Su cabello lucía como que habían estado corriendo sus manos a través de él en frustración. Su lengua se deslizó hacia atrás y adelante por el aro que tenía en el labio como si estuviera concentrado. Había algo dolorosamente sexy sobre el contraste entre su nuevo aspecto con gafas y todos los tatuajes en sus brazos.

Finalmente, bajó sus cartas y murmuró—: Mierda. —Él revisó su teléfono y se levantó de la mesa. Caminó hacia mí y finalmente me notó sonriéndole desde la esquina—. Perdí mi camisa de doscientos dólares. Estuve arriba un tiempo entonces en el último juego me jodió. ¿Cómo lo hiciste tú?

Metí la mano en mi bolsa y saqué el dinero. —Oh, ya sabes, la máquina de centavos.

—¿Estás bromeando?

—¡Mil dólares! —le dije, agitándolos en su cara y saltando de arriba a abajo.

 —Mierda, Bella. Felicidades.

Él me empujó en un rápido pero firme abrazo, rápidamente cerré mis ojos porque se sintió tan bien estar en sus brazos de nuevo. Cada nervio en mi cuerpo volvió a la vida en ese breve momento.

Seguí escuchando la voz de Evelyn en mi cabeza.

Tienes veinticuatro horas.

 Eran menos que ahora. Una divertida Evelyn visual con un arma vino a mi cabeza.

 Puse el dinero de vuelta en mi bolso. —Vamos a cenar para celebrar.

 Mientras caminábamos por los pasillos en busca de un restaurante, su teléfono sonó. Se detuvo en sus talones.

—Oye, nena. —Rápidamente me miró cuando lo dijo, e instintivamente me di la vuelta.

Con mi corazón en la boca, caminé unos pocos pasos lejos, aún escuchando cada palabra.

—Me alegro de que estés bien. —Enloquecí un poco en el entierro, de hecho. Bella condujo alrededor por un rato hasta que me calmé. Terminamos en un casino en Connecticut. Es donde estamos.

—Lo haré. —Yo también.

—Ten diversión. Diles a todos que dije hola.

—Te amo, también.

 Te amo, también.

 Bueno, eso fue una revisión de la realidad. Y, ¿por qué estaba molesta de que le dijera la verdad, cómo si nuestro viaje fuera alguna cita secreta? En ese momento, me di cuenta de que estaba desilusionada. Seguro, sus sentimientos después de vernos tal vez habían estado un poco en conflicto, pero él la amaba, no a mí. Plano y simple. Su corazón estaba en un lugar diferente de donde se encontraba el mío, y necesitaba aceptar eso.

Él caminó hacia mí. —Oye.

—Oye.

—Era Kate. Dice hola y gracias por ayudarme hoy.

Enseñé una sonrisa falsa. —Hola, y de nada.

—¿Has descubierto para qué estás de humor? Admitiendo la verdadera respuesta a esa pregunta me habría puesto en el punto de partida.

Viendo que el Ron con Coca cola que tuve más temprano se hallaba corriendo a través de mí, dije—: Me dirijo al baño. Decide lo que te apetezca.

Tomé la oportunidad para refrescarme incluso si aún olía al alcohol que se derramó en mi vestido antes. Supongo que podría haberme comprado uno nuevo ahora.

Cuando salí del baño, Edward estaba mirando abajo a su teléfono. Cuando levantó la mirada, su rostro estaba pálido.

—¿Estás bien? —Su mano temblaba, y no me respondía—. ¿Edward?

—Acabo de recibir este texto. Es de un número desconocido. Me pasó el teléfono. Estaba confundida.

—¿Veintidós?
—Mira a qué hora dice que llegó el mensaje.

—Dos y veintidós. Eso es raro, pero, ¿por qué te molesta?

—El cumpleaños de Charlie es el veintidós de febrero.

 Escalofríos corrieron a través de mí. —¿Crees que el mensaje es de Charlie?

Sus ojos seguían trabados en el teléfono. —No sé qué pensar.

 —Tal vez es solo una coincidencia. ¿Por qué te enviaría el número veintidós?

—Normalmente no creo en esa mierda. No tengo idea. Simplemente me asustó.

—Puedo entender por qué.

Edward estuvo preocupado durante toda nuestra comida en el asador. Sabía que estaba obsesionado sobre el mensaje. Para ser honesta, realmente me asusté, también.

 Volver a entrar en las brillantes luces del casino después de la cena no hizo nada para aligerar su estado de ánimo. En un momento, ya había ido a conseguirnos un par de bebidas.

Cuando regresé a donde estaba sentado, sentí que mi corazón caía a mi estómago.

Él estaba limpiando lágrimas de sus ojos. Me sorprendió ver a mi endurecido hermanastro llorando a la intemperie.

Era una prueba de que no siempre podemos escoger el momento en que la pérdida nos golpea realmente. A veces, es predecible, otras veces, pasa en el lugar que menos lo esperas. No había llorado en el velorio, o en el entierro pero había escogido este momento, aquí, en el casino lleno de gente para dejarlo ir.

—No me mires, Bella.

 Ignorando su petición de privacidad, puse las bebidas abajo y deslicé mi asiento más cerca de él. Lo empujé hacia mí y lo sostuve en mi pecho. No se resistió. La humedad de sus lágrimas se filtraba por la parte superior de mi vestido. Sus uñas se clavaron en mi espalda como si se estuviera sosteniendo de mí por su vida. Mientras más duro lloraba, más quería consolarlo y más apretado me aferraba a él.

 Nadie pareció notarnos en nuestra esquina de la habitación, a pesar de que no me habría importando que lo hubieran hecho.

Su temblor pareció calmarse, y eventualmente, solo respiraba en mi pecho. —Odio esto —dijo—. No debería llorar por él. ¿Por qué estoy llorando por él?

—Porque lo amabas.

Su voz estaba temblando de nuevo. —Él me odiaba.

—Odiaba lo que vio en ti, eso le recordaba a sí mismo. No te odia. No podría. No sabía cómo ser un padre.

—Hay muchas cosas que no te he dicho. Lo jodido de la cosa es, después de toda la mierda que hemos pasado, todavía quería que estuviera orgulloso de mí algún día, quería que me amara.

—Sé que lo hacías.

Continuó apoyándose en mí. En un momento, miró hacia arriba, y sus ojos grises estaban enrojecidos.

—¿Dónde estaría esta noche sin ti?

—Estoy contenta de haber llegado esta noche.

—Nunca he llorado delante de nadie. Ni una sola vez.

—Siempre hay una primera vez para todo.

—Hay una mala broma allí en alguna parte. Sabes eso, ¿verdad?

Nos reímos. Me imaginaba lo bien que se debe haber sentido para que se riera. Para mí, la risa nunca se sintió mejor que cuando siguió un buen llanto.

—Me haces sentir cosas, Bella. Siempre lo haces. Cuando estoy cerca de ti, si es bueno o malo... siento todo. A veces, no lo manejo demasiado bien, y lucho por actuar como un idiota. No sé de qué se trata, pero siento que ves el verdadero yo. Al segundo en que te vi de nuevo por primera vez donde Eleazar cuando estabas de pie en el jardín... era como si no pudiera esconderme detrás de mí mismo nunca más. —Frotó mi mejilla con el pulgar—. Sé que fue duro para ti que me vieras con Kate. Te conozco, todavía te importo. Puedo sentirlo incluso cuando estás fingiendo que no.

—Eso ha sido difícil, pero valió la pena ser capaz de verte de nuevo.

—No quiero llorar más esta noche.

 —Tampoco quiero que llores más. Pero si sientes que debes hacerlo, no te detengas. Es bueno dejarlo salir.

 Él estaba mirando fijamente mis labios. Yo estaba mirando a los suyos. Los últimos minutos me habían agotado. Quería darle un beso. Sabía que no podía, pero la necesidad era tan intensa que tuve que levantarme de mi asiento.

 Me sentía como que estallaría, tanto física como emocionalmente. Estábamos sentados diagonal a la ruleta. Fue el único juego que no entendí cómo jugar. Necesitaba sacar mi impulsividad en algo y tenía una idea.

 Cuando estás apostando con tu corazón, arriesgarse con el dinero no parece nada. Me dirigí a la mesa de la ruleta y tiré un montón de billetes de mi escondite en un número.

—Todo a ese —dije.

 El trabajador del casino me miró como si estuviera loca.

Edward se había acercado por detrás de mí. —¿Qué estás haciendo?

 No había visto cual apuesta era mía. Mi corazón estaba latiendo más rápido con cada vuelta de la rueda, y todo a partir de allí parecía suceder en cámara lenta.

Las manos de Edward estaban en mis hombros mientras nuestros ojos se quedaron pegados a la rueda.

 La rueda se detuvo.

 Los ojos del trabajador estaban desorbitados.

Alguien me entregó una bebida que no era la mía.

Más alcohol derramado en mí.

Las personas estaban aplaudiendo, vitoreando, silbando.

—¡Veintidós es el ganador!

—Ese soy yo. ¡Gané!

 Edward me levantó en el aire, los dos dando vueltas.

 Cuando él me dejó, me miraba en estado de shock.

 —¿Apostaste al veintidós? ¡Maldición apostaste todo en el veintidós! ¿Tienes alguna idea de cuánto dinero te acabas de ganar?

Me volví hacia el hombre detrás de la mesa. —¿Cuánto acabo de ganar?

—Diecinueve mil dólares.

 —Santa mierda, Bella. —Edward tomó mi cara entre sus manos, apretó mis mejillas y repitió—: Santa mierda. —Parecía que iba a darme un beso de celebración, pero se detuvo en seco.

 Sólo había ganado un montón de mierda de dinero, pero eso no parece importar tanto como para llegar a compartir este momento con él. Nada venció la sensación de sus manos ahuecando mi cara, de ver sus ojos sonriendo de nuevo a mí, de ser capaz de volver su miseria hacia el número veintidós en algo positivo. Si este dinero podría haber comprado más tiempo con él, hubiera regalado cada centavo de ello.

 Edward y yo caminamos hacia la cabina del cajero aturdidos. Mientras fui a recoger el dinero, él se apartó a hablar con algunas personas quienes estaban en la mesa cuando gané.

 Opté por tomar un cheque por la mayoría, pero pedí mil en efectivo. También me habían dado una llave de una habitación de cortesía del hotel casino. Esto me había atrapado con la guardia baja, y no estaba segura si lo debía mencionar siquiera a Edward.

En el momento en que caminé de nuevo hacia él, estaba solo con una enorme sonrisa en su rostro.

 Le entregué los diez billetes nuevos de cien dólares. —Quiero que tengas esto.

Su sonrisa se desvaneció, y trató de regresar el dinero de nuevo. —No estoy tomando ningún dinero de ti.

—Si no fuera por ti, ni siquiera habría jugado el veintidós. Lo elegí por ti.

 —De ninguna manera. —Lo empujó en mi cara—. Tómalo.

No me sedería. —Eso es sólo una fracción de las ganancias. Tengo un cheque por el resto. Lo pondré en el banco para ayudar a mi mamá. Si no tomas este dinero, apuesto todo.

—No hagas eso. No hay manera de tengas suerte por tercera vez esta noche.

Me crucé de brazos. —No estoy tomándolo de vuelta. Así que, tómalo o juego con él.

Suspiró. —Te diré lo que haremos. Me quedo con el dinero, pero estamos gastándolo juntos esta noche. Vamos a tener el tiempo de nuestras vidas.

—De acuerdo. —Mi boca se extendió en una sonrisa—. Puedo vivir con eso. —Echó un vistazo a la tarjeta que estaba sosteniendo.

 —¿Qué es eso?

—Oh, uh... también me dieron una llave de una habitación de cortesía. Supongo que quieren que me quede un rato y volcar todas mis ganancias de nuevo en el casino. No voy a usarla. Nos dirigimos de nuevo a Boston más tarde, ¿no?

—Ninguno de nosotros está realmente en condiciones de conducir esta noche.

 —¿Quieres pasar la noche? No podemos dormir en la misma habitación.

—No estaba sugiriendo eso, Bella. Conseguiré mi cuarto.

 Por supuesto. Ahora, me sentí estúpida por incluso asumir que eso era lo que quería decir.

 —Correcto. Bueno. Si piensas que es una buena idea, podemos quedarnos.

—La verdad es que no estoy listo para que esta noche termine. No quiero enfrentar la realidad otra vez hasta que sea absolutamente necesario. Mi vuelo no es hasta mañana por la noche. Si nos vamos por la mañana, vamos a tener un montón de tiempo.

Froté su brazo. —Está bien. —Lo seguí fuera de la sala de juego—. ¿Dónde vamos primero?

—A comprarte un vestido nuevo. Lo escojo yo. Iremos a la discoteca más tarde. No puedes usar eso.

—¿Discoteca?

 —Sí. Tienen una discoteca abajo.

—¿Debo preocuparme? ¿Exactamente que consideras atuendo de discoteca? —Miró mi ropa.

—Algo que no te haga ver como una persona de ochenta y cinco años de edad, mujer griega en luto.

 Me enderecé mi vestido. —¿Qué estás tratando de decir?

 —Hacer que una borracha mujer griega de ochenta y cinco años de edad, beba hasta que huela como un balde de alcohol.

—Gracias a ti.

—Vamos a gastar algo de dinero.



1 comentario:

cari dijo...

Argggggg lo quiero golpear, Gracias

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina