domingo, 8 de octubre de 2017

Dulce Asesino capitulo especial

Capitulo especial
Buscando una casa
Este iba a ser el verano más largo de mi vida. Había estado en Michigan por exactamente seis horas y veintitrés minutos, y ya sabía que lo odiaba. El aire era tan espeso que casi se podía beber, y había demasiados árboles. Hacia donde mirara, había árboles. Árboles y hormigón.

Como si el aire caliente y húmedo, y los árboles, no fueran suficientes para sofocarme, el pensamiento de tener que vivir con un grupo de americanos incultos y sencillos de clase media, definitivamente lo hacía. Después de haber pasado todo el día conduciendo por la zona metropolitana de Detroit mirando casas, he aprendido que la idea de esta gente de los coches deportivos eran los Mustang o los Camaro, y una buena mesa significaba Applebees y Outback Steakhouse. No volvería a ver Rollo Californiano decente.

¿Y los mataría escuchar algo que no sea hip-hop?


Justo cuando pasábamos otro centro comercial en ruinas, entramos en un barrio llamado Brookhurst.

—Sé que van a amar esta —gritó la señora de la inmobiliaria desde el asiento delantero—. ¡Este vecindario en particular tiene mucho carácter!

—¿Qué opinas, Edward? —dijo mi tía Esme, mirándome a los ojos por el espejo retrovisor.

Una palabra vino a mi mente. Infierno. Técnicamente, el mapa decía que “Hell” estaba justo a una hora al noroeste de aquí, pero aún así. Era lo suficientemente cerca. Por supuesto, no podía decirle eso a mi tía. Fui yo el que escogió esta ciudad de mierda. En serio, ¿en qué pensaba?

Me encogí de hombros sin comprometerme. —No es Beverly Hills.

—Pero esa es la aventura, ¿cierto, Edward?
Tía Esme sonaba como si estuviera tratando de convencerse a sí misma más que a mí. Me di cuenta por la expresión en su rostro que cada una de las últimas cinco casas que habíamos mirado la habían dejado tan impresionada como a mí.

—¡Bueno, aquí estamos!

La señora de bienes raíces era demasiado alegre para su propio bien. En cierto modo, quería apuñalarla. Podría haberlo estado considerando inconscientemente, porque a medida que nos acercábamos a la puerta principal, de la que rezaba no fuera mi futura residencia, mi cuchillo había encontrado de alguna manera su camino a mi mano, y yo lo giraba, abriéndolo y cerrándolo. Tía Esme se mete conmigo cuando hago eso.

Guardé el cuchillo en el bolsillo de mi pantalón y cuando la dama de bienes raíces fue a mostrarle a mi tía la cocina, vagué por las escaleras ya que no quería oír su voz nunca más.

Supuse que las habitaciones eran bastante grandes, pero quien sea que haya decorado este lugar (lo que me imaginaba que sólo podría haber sucedido en 1972) tenía algo con las sucias alfombras de pelo largo, los paneles de madera y papel pintado con colores rojo-naranja, y oro. Era como si alguien hubiese vomitado otoño dentro de aquella casa.

Ya había visto suficiente. No me importaba si yo era un mocoso malcriado y rico de Beverly Hills. Toda esa idea de experimentar la clase media era falsa.

Yo estaba, literalmente, saliendo de la habitación con el propósito de marchar abajo para exigirle a la tía Esme que olvidara este plan estúpido y me llevara a casa, cuando de repente alguien en el vecindario decidió interrumpir la paz con Social Distortion. Mi curiosidad me traicionó. Me olvidé de mi misión actual y me acerqué a la ventana.

La música venía de la casa al otro lado de la calle, de la ventana del piso superior, justo enfrente de donde yo estaba de pie, en la ventana completamente abierta.
Me apoyé en ella y esperé a ver si podía echar un vistazo al vecino. A pesar del buen gusto para la música, no quería ser atrapado viviendo en la calle de algún idiota. Realmente no tenía mucha tolerancia para la mayoría de la gente de mi edad. Chicos, especialmente.

Una mochila pesada salió volando por la ventana hacia el techo por encima del garaje, y luego una pelirroja, alta, que llevaba una camiseta deportiva lo suficientemente grande como para ahorcarla, la siguió.

Mi aliento se atascó en mis pulmones. Era preciosa. De la clase de quienes no sabían que lo eran. Su pelo largo y recto, ardiente, estaba recogido en una cola de caballo desordenada, dejando al descubierto un cuello largo y delgado. No podía ver sus ojos, pero incluso desde el otro lado de la calle me di cuenta de que tenía los labios llenos de un color rosa que sería perfecto para besar. Realmente no podía ver su figura debajo de sus ropas holgadas, pero mientras se acomodaba contra el costado de su casa, me di cuenta de que tenía una flaqueza que sugería que era una atleta seria.
Hacía su tarea en el techo, con el rock a todo volumen, y comiendo lo que sólo podría ser helado de menta y chips. Tenía una lata de crema batida a su lado, pero ella no la puso en su helado, como una persona normal. Tomó un bocado y luego roció la crema batida directamente de la lata a su boca.

Me fasciné completamente por esta extraña chica, y, oh, yo quería ser esa lata de crema batida. No, yo quería tomar esa lata y...

Salté cuando oí voces subir las escaleras detrás de mí. Fingí estar mirando el espacio en el armario cuando la tía Esme y la señora de la inmobiliaria entraron en la habitación. —¿Así que...? —preguntó la tía Esme.

Podía oír la esperanza en su voz. Ella sabía que yo no estaba encantado de mudarme, y mucho menos entusiasmado con tener que rebajar el estilo de vida lujoso al que fui acostumbrado. La pobre mujer quería desesperadamente que encontrara algo de mi agrado.

Sí, había encontrado algo de mi agrado. Pero no era esta casa de mierda.
—Sí —dije, tratando de sonar lo más indiferente posible—. Podría estar de acuerdo con ésta.

Los ojos de la tía Esme se iluminaron. —Está bien —chilló, tratando de contener su alivio. A veces era difícil para ella volver a marcar su intensidad—. Bueno, puedes tomarte todo el tiempo que necesites. Consigue una sensación del lugar. Vamos a dar un paseo rápido por la calle y ver un poco el barrio.

—Me parece bien.

—De acuerdo. —La tía Esme saltó hacia delante, envolviéndome en un abrazo emocionado—. Te quiero, Edward. Eres un chico increíble.

Traté de no rodar los ojos. O sonreír. Mi tía podría ser ridícula a veces. Siempre tratando de maquillar mi infancia. Siempre queriendo asegurarse de que yo sabía que tenía a alguien que me amaba. Nunca se lo admitiría, pero me encantaba el afecto. Ni siquiera me avergonzaría más. Yo también te quiero, tía Esme. —Nos vemos en unos minutos.

Después de estar seguro de que mi tía y la señora de bienes raíces se habían ido, me volví hacia la ventana. Para mi alivio, la pelirroja seguía sentada allí. Su cuenco vacío de helado había sido dejado de lado, reemplazado por una lata de Dr. Pepper. Ni siquiera de dieta. No sabía que las chicas podían comer helado y beber soda regular. Su cabeza se balanceaba junto con la música, y todo lo que garabateaba en su cuaderno se parecía más a un dibujo que a cualquier problema de matemáticas o al reporte de un libro.

Un gran autobús escolar amarillo apareció por la calle y se detuvo a pocas casas de distancia. Un minuto más tarde, tres tipos llegaron corriendo y riendo de forma desagradable. Me tensé cuando me di cuenta de que se dirigían a su casa. ¿Era uno de esos idiotas su novio?
—¡Swaaaaaaaan! —llamaron los tres al unísono.
Me relajé un poco. Eso no me parecía el comportamiento de un novio. Sobre todo cuando uno de ellos se dirigió a ella como: “¡Amigo!”

—¡Amigo! ¿Dónde has estado? ¡Estás totalmente perdida! Alguien se metió con el rostro de Gabby Reese esta mañana. Va a tener un ojo morado para la graduación.

La chica, Swan (supuse que era un apellido), dejó la soda. —No me lo perdí, idiota. Yo lo hice.

¿Hacer qué? ¿Meterse con el rostro de esa chica?

—¡No lo hiciste!

Mi chica misteriosa se encogió de hombros. —Preguntó mis preferencias sexuales de una manera muy ofensiva, así que mi puño puso en duda la proximidad de su cara de una manera aún más ofensiva.

Sentí que mis cejas tocaron el techo. Lo había dicho con tanta indiferencia, y sonrió, no con orgullo, pero como si lo encontrara divertido. Nunca había visto a una chica más relajada, más natural. Tan cómoda en su propia piel.

—De ahí mi ausencia en la escuela hoy —continuó explicando—. Me enviaron a casa con una suspensión de tres días.

Uno de los chicos se dirigió al primero y le tendió la mano. —Paga, perdedor. Te dije que era obra de Swan.

Él pagó su apuesta y luego dijo—: Oye, Swan, ¿cuál es tu preferencia sexual de todos modos?

Rápida como un rayo, la chica se quitó el zapato y azotó a la cabeza del tipo. Él lo esquivó, pero sólo apenas. Su brazo y su puntería eran impresionantes. —¿Cuál es la tuya, cara de idiota?

Todos rieron, incluso la chica. Incluso yo. Fue realmente algo que ver. Ella era algo.

Después de un momento, todos se calmaron y uno de ellos dijo—: Entonces, ¿qué pasa? ¿Estás castigada o qué?

—No lo sé. Fue muy raro. Cuando mi mamá me recogió de la escuela, recibí una severa reprimenda, pero entonces el agente de viajes llamó acerca de su crucero y se olvidó por completo de castigarme. Sólo me dejó en casa y se fue a trabajar.
—Genial. Entonces baja y vámonos. Probablemente sea la última oportunidad para entrar en un juego antes de que nos vayamos por el verano, porque tu trasero estará frito cuando tu madre llegue a casa y se de cuenta de que olvidó castigarte.

Me preguntaba a qué tipo de juego se referían, y los detestaba completamente por llevársela. Pero eso es lo que hicieron. Ella se arrastró hacia el interior de su casa, y, sin molestarse en cerrar la ventana de su dormitorio, volvió a aparecer en el porche delantero y comenzó a atarse un par de patines.

Antes de que pudiera salir, un coche se detuvo en el camino de entrada, por lo que sus amigos se dispersaron como bolos. —¡Bella! —Una menuda rubia con una falda corta la llamó, mientras se despedía del auto lleno de chicas que la había dejado.

Bella. Su nombre era Bella. Bella Swan. Era un nombre tan cursi, pero todavía me gustaba. La suavizaba de alguna manera.

La rubia siguió quejándose en voz alta mientras se obligaba a pasar a los amigos de Bella para llegar a la puerta principal. —¿Puedes, por favor, no dejar que tu banda de perdedores malgasten su tiempo donde la gente puede verlos? Es humillante. ¿Y realmente le diste un puñetazo a Gabby Reese en el rostro? Si pierdo mi nominación para el baile gracias a ti, en serio te voy a matar.

Me reí por varias razones. En primer lugar, debido a la mirada que Bella le dio a sus amigos detrás de la espalda de su hermana. Y, en segundo lugar, porque, por mi vida, no podía entender cómo esas dos chicas podían estar relacionadas. O, tal vez, más exactamente, cómo habían sobrevivido tanto tiempo sin matarse la una a la otra. Vivir en su calle nunca sería aburrido, eso era seguro.

—Muérdeme, Rosalie —dijo Bella—. Sólo la golpeé porque te llamó una roba novios, aspirante a animadora, que probablemente pagó para que su nombre esté nominado a princesa de la graduación. Defendí tu honor. Te lo juro.

Rosalie gritó, creyendo la mentira, y corrió hacia la casa. Sin duda para llamar a sus amigas en busca de apoyo moral, y hacer control de daños.
Bella y sus amigos no esperaron hasta que ella se fuera para caer al suelo riendo.
Todavía trataban de calmarse cuando mi tía y la señora de la inmobiliaria vinieron caminando de regreso a la casa. Vieron a Bella y sus amigos, curiosamente, Bella las miró de vuelta, también con interés evidente en su rostro.
Me di cuenta de que Bella se preguntaba acerca de quién podría mudarse a la casa de enfrente, y por lo tanto a su vida. Sin tener que considerarlo, yo sabía la respuesta. Yo.

Iba a entrar en esta casa. Iba a desempacar mi cama justo debajo de esta misma ventana. Luego iba a hacer que la tía Esme viviera en esta ciudad de mierda hasta que Bella estuviera lista para ir a California conmigo.
Bajé las escaleras para encontrarme con mi tía, con la esperanza de obtener una mejor visión de Bella y tal vez ver cuál era su reacción al verme, pero ya se había ido cuando salí, patinando lejos por la calle con sus amigos. Nunca miró hacia atrás.

—Entonces, ¿es la indicada? ¿Podemos dejar de mirar? —preguntó la tía Esme al verme.

Miré de nuevo a la casa y luego hacia la ventana abierta de Bella. Ésta era sin duda la única. Asentí con la cabeza. —Tenemos un ganador.


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ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

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