lunes, 25 de septiembre de 2017

Dulce Asesino Capitulo 11

Capitulo 11
Sorprendida no comenzaba a cubrirlo. Era tan inesperado que ni siquiera supe lo que pasaba hasta que mi hermana se volvió hacia mí con cara expectante diciendo—: Sé que no querías una fiesta, pero te veías tan triste ayer, ¿cómo no iba a hacerlo?

—¿Me hicieron una fiesta sorpresa? —le pregunté, todavía sin creérmelo bastante.

—Tuve que hacerlo. Son tus dulces dieciséis. No podía dejar que fuera sólo la cena y los fuegos artificiales con tus padres. ¿Qué clase de hermana mayor sería?
A medida que la conmoción se desvanecía, me di la vuelta. Emmett, Greg, y Sánchez habían llegado a la puerta detrás de mí y me observaban con expresiones bastante divertidas. —¿Sabían sobre esto? —pregunté.


—No nos dijiste que era tu cumpleaños —dijo Emmett, sonriendo. Greg y Sánchez parecían tan orgullosos de haber mantenido en el secreto—. Rosalie me encontró en los fuegos artificiales anoche.

Volví a mirar a Rosalie, incrédula. —Pero no sólo invité a todos mis amigos —dijo, a la defensiva—. ¿Ves? Tengo a Emmett ayudándome a obtener a tus amigos aquí también.

Finalmente, miré alrededor de la habitación y de seguro todos los chicos del parque se encontraban allí. Incluso Newton. Y se veían muy emocionados de que me hubiesen sorprendido por mi cumpleaños. Era un poco abrumador. Quiero decir, sabía que éramos amigos y todo, ¿pero una fiesta sorpresa? ¿Y Emmett, Greg y Sánchez pasando por todos los problemas para tenerme aquí? No me di cuenta que era tan querida.

—¿Y? —preguntó Rosalie nerviosamente. Creo que tenía miedo de que estuviera enojada con ella—. ¿Qué te parece?

Seguía mirando al mar de gente sonriéndome y sentí este bulto extraño en mi garganta. —Creo que ha sido bastante genial por tu parte, Ang —admití. Y luego, porque sentía como si estuviéramos acercándonos peligrosamente a una especie de momento-unión de hermanas, añadí—: A excepción de la parte donde me engañaste para meterme en un maldito vestido.

Todo el mundo se echó a reír. —Y es por esto que amamos a Bella —dijo Emmett, cepillando la mano sobre mi cabeza y erizándome el pelo.

Esa debió haber sido la señal para que la fiesta comenzara, porque todo el mundo dejó de prestarme atención y comenzó a mezclarse. Golpeé la mano de Emmett y se rió de nuevo. —Feliz cumpleaños, Swan —dijo, y luego desapareció entre la multitud.

Tan pronto como se fue, comencé mentalmente a contar. Cinco... Cuatro... Tres...

—¡Oh, Dios mío, Bella, Edward tenía razón sobre ti y Emmett! Son tal para cual.
Le di demasiado crédito. La próxima vez tendría que empezar por el tres.

—Uh, Edward no dijo que fuésemos el uno para el otro, sino que éramos muy amistosos. Y, sí, tenía razón, somos amigos.

—Pero podrían ser algo más. Estoy segura de ello. No creo siquiera que tomase mucho.

—Creí que era todo sobre Edward —argumenté sólo por motivar la charla.

—Pero, Bella, ni siquiera te gusta Edward, y tienes razón, es un poco escalofriante.

Eso me sorprendió. —¿Por qué lo dices?

—Fui a invitarle esta mañana a la fiesta y lo encontré enterrado en una pila de libros acerca de trastornos de personalidad. Le pregunté si quería ayudarme a planear la fiesta y dijo que estaba demasiado ocupado. Cuando le pregunté qué hacía, dijo: "Averiguando cómo hacer que Bella caiga por mí”.

—¿Qué?

—Lo sé, ¿cierto? Pienso que habría sido súper-romántico si no estuviese leyendo un libro sobre sociópatas cuando lo dijo.
No sé qué me pareció más inquietante, que Edward tratara de averiguar cómo hacer que cayese por él, o que buscara consejos de Hannibal Lecter.

—Pero Emmett —continuó Rosalie, regresando mi atención de nuevo—, es perfecto. Es cierto que no es tan Zac Efron como lo es Edward, pero sigue siendo bastante lindo y súper-popular. Además ya se gustan el uno al otro. Sólo necesitan un empujón en la dirección romántica.

Suspiré y Rosalie comenzó a hacer pucheros. —¿Por favor?

—Puedes tratar todo lo que quieras, pero no funcionará. Emmett y yo sólo somos amigos.

Rosalie lo tomó como luz verde para jugar a los casamenteros. Chilló y salió corriendo vertiginosamente. Cuando desapareció, suspiré de nuevo.

—Vaya, parece determinada.
La declaración fue hecha con tanta naturalidad que respondí de forma automática.

—Cuando Rosalie entra en modo casamentero, simplemente no se la puede detener.

—¿Así que cómo hago para colarme en su lista de candidatos viables? ¿Y amablemente podrías señalar mi competencia?
Eso me hizo girar. —¿Garret? —pregunté, sorprendida de ver al mujeriego de la fiesta de la semana pasada. Su rostro se iluminó considerablemente cuando lo llamé por su nombre.

—Te acuerdas —dijo—. Me alegro.

Me sonrió tan cursimente que no le pude encontrar en lo más mínimo impresionante. Una vez señaló Edward cuán jugador era este tipo, era fácil de ver.
Sonreí ante la idea de Edward casi peleándose con Garret la semana pasada. Me sentía tan enojada, pero retrocediendo, lo que hizo fue realmente muy dulce.
¿Edward? ¿Dulce? ¿De verdad dije eso?

—Me alegro de haberte encontrado —dijo Garret, colocándose a sí mismo en mi línea de visión de forma que tuviese que mirarle—. Realmente no tuvimos la oportunidad de hablar la última vez.

—¿Cómo me has encontrado, de todos modos? Rosalie no sabe quién eres.

—¿Así que preguntaste por mí?

Garret lucía tan contento con esto que era casi divertido estallar su burbuja. —No. Rosalie me preguntó sobre ti después de que nos viera hablando.

—¿Y qué le dijiste?

Me encogí de hombros. —Lo que sabía. Que eras algún chico llamado Garret.
Hablando de Rosalie. ¿Dónde diablos había ido? Con seguridad pensé que ya habría vuelto arrastrando a un temeroso Emmett tras ella. Empecé a buscarla entre la multitud. En lo más profundo de mi cerebro registré que Garret me pedía algo, pero no pude responderle porque divisé a Edward en la habitación. Hablaba con una chica que reconocí de la escuela, pero parecía estar prestándole la misma atención a ella que yo a Garret.

No sé por qué di por sentado que Edward no estaría aquí. Rosalie dijo que lo había invitado. Mi corazón aleteó ansiosamente. O tal vez fue mi estómago retorcido sobre sí mismo a la vista de él. Tan difícil de saber con Edward. Ambas reacciones eran igual de probables.

—Veo que el gran hermano está aquí de nuevo —gruñó Garret, asustándome. Me había seguido y ahora miraba a Edward tan duramente que tuve que sonreír.
Edward nos sintió observándolo y levantó la vista. La falta de vida que vi en sus ojos me confundió. Oh, me miró fijamente, igual que siempre, pero no había chispa, ni rastro de deseo, o incluso el peligro que por lo general solía haber. Bueno, no hasta que vio a Garret. Entonces hubo mucho peligro. Él y Garret parecían un par de pitbulls enjaulados listos para desgarrarse las gargantas entre sí.

No es que sea naturalmente vengativa ni nada, pero no pude resistirme a la idea tan simple que me llegó. —Bueno, me preguntaste quién era tu competencia —le dije a Garret, luego le sonreí a Edward tan dulcemente como pude.
Pensé que a Edward no le importaría que estuviera usándolo, desde que era un intento por deshacerme de Garret. Era un tipo muy fuerte y no hacía falta ser un genio para ver lo que hacía. Pero cuando le saludé amistosamente y gesticulé las palabras—: Hola Edward. —Se sorprendió. Me devolvió la sonrisa y comenzó a venir.

¡Oh, genial! No quise realmente animarlo. Ahora lo mejor que podía hacer era esperar a que se mataran el uno al otro, lo que terminaría con la fiesta y me permitiría regresar a casa para ver la pelea de la UFC.
Sin embargo, antes de tener que lidiar con ese problema, Rosalie regresó arrastrando a Emmett. —¡Bella, aquí estás! He estado buscándote por todas partes. —Me dio una mirada que sugería que no estaba contenta de verme allí parada con otro tipo.

Emmett miró a Garret curiosamente también, pero no fue tan sutil con sus pensamientos como Rosalie. —¿Otro hombre con el que no estás saliendo, Swan?

—¿Persiguiendo a mi hermana por ahí como un perrito faldero, McCarty? —respondí de vuelta.

—Oh, chicos —dijo Rosalie sonriendo. Nadie podría haberse perdido cómo se interpuso entre Garret y yo, y por consiguiente cómo me empujó hacia Emmett—. ¿Quién es tu amigo, Bella?

Tras presentarles a regañadientes, Rosalie dijo—: Así que, Garret, ¿cómo es que nunca te he visto por la escuela?

—Soy un senior en Stevenson High, Livonia.

—Oh. ¿Así que a quién conoces de Canton?

—Bueno, me gustaría conocer a Bella mejor —dijo—. Prácticamente me robó el corazón cuando le rompió la cara a ese tipo en el lago la semana pasada.
Con eso, Emmett se echó a reír. —Sí, tiende a hacer eso.

—¿El qué, robar corazones o golpear personas? —preguntó Garret.
Le eché un vistazo a Emmett, sorprendentemente curiosa de su respuesta, pero sólo le sonrió con complicidad a Garret y dijo—: Buena suerte con esta. —Dejando caer su brazo por encima de mi hombro. Rosalie tenía que estar amando esto.
—Hablando de golpear gente —murmuré.

Emmett se alejó de mí, levantando las manos en señal de rendición. —Está bien. Tranquila, Swan. Sólo estoy jugando.

—Tu último pasatiempo favorito. Pero hablaba de la pelea. ¿Podemos proseguir con el plan o qué? Estoy segura de que hay una gran pantalla por aquí en alguna parte.

Más como una pequeña sala de cine. Los padres de Rachel eran propietarios de una de las casas más grandes en Canton. Lo que hizo que la casa del lago con el barco y las motos de agua luciera poco impresionante.

—¿Qué pelea? —preguntó Garret.
Emmett respondió antes que yo. —Las preliminares de la UFC.

—¿Son esta noche?

—Sí —dije—. Y nos las estamos perdiendo, ¿así que por qué no van los dos a ver si podemos encenderla?

Garret empezó a decir algo, pero Emmett me dio un saludo burlón y dijo—: La chica del cumpleaños ha hablado.

Le di mi propio saludo especial mientras Garret era arrastrado en busca de Rachel. Antes incluso de que estuviesen fuera de mi vista, Rosalie se aferró a mi brazo, saltando arriba y abajo. —¿Viste eso? ¡Coqueteaba contigo totalmente!

—Eso no fue coqueteo. Eso fue Emmett haciendo lo que mejor hace, darme mierda.

—No creo, Bella. Es obvio subconscientemente, Emmett está por ti. Pero escúchame, si vamos a hacer que esto suceda, realmente tienes que deshacerte del hombre musculoso. ¿Qué hace aquí, de todas formas?

—¿Cómo voy a saberlo? No es como si lo haya invitado. Ni siquiera sabía acerca de esta estúpida fiesta.

La cara de Rosalie cayó y al instante me sentí como un idiota. Lo que era sorprendente, porque normalmente no me sentía mal por ser grosera con Rosalie. Pero lo que fue aún más sorprendente es que pedí disculpas. —Lo siento —dije, sorprendiéndonos a ambas—. No quise decir que la fiesta fuese estúpida. Estoy molesta por Garret. Oh, bueno, ya sé. ¿Por qué no vas a encontrarle a alguna chica para mantenerlo ocupado?
—Oh. Buena idea. Ahora, no más coqueteo con nadie más.

—No estaba… —Fue inútil. Rosalie ya se había ido.

Por el lado positivo, ya no estaba. Y Emmett tampoco. Y lo mejor de todo, Garret igual. Me dejé caer en una butaca vacía con un suspiro agotado, y cerré los ojos, disfrutando del tiempo a solas. Pero sólo tuve un momento de paz.

—Te dejaste el pelo suelto.

Sólo una voz podía hacer que mi corazón aumentara la velocidad y levantara los pelos de mi cuello al mismo tiempo. Abrí los ojos y Edward me miraba con esa familiar azul-profunda penetrante mirada.

—Rosalie me arregló —murmuré, maldiciéndome por sonar tan nerviosa como de repente me sentía.

Edward se sentó en el brazo del sillón, observándome de tal forma que me hizo sonrojar. —Me gusta —dijo—. Mucho.

Extendió la mano para tocar mi cabello y retrocedí con tanta violencia que lo sobresaltó. En un instante su cara se volvió agria. —¿Cuál es tu problema? —espetó.

—¿Mi problema? —Oye, si alguien se cabreaba conmigo, yo lo hacía con él también, pregúntale a Newton. No lo puedo evitar. Supongo que ni los posibles asesinos psicópatas eran una excepción a mi manejo de la ira.

—Tú eras la que me sonreía amistosamente hace un minuto.

—Eso no significa que quiera que me toques. ¡Caray, Edward! Sólo hice eso para molestar a Garret y que me dejara en paz.

Edward reprodujo la escena en su mente y pude ver el momento exacto en el que se dio cuenta de que era cierto. Su ira había desaparecido, y, al igual que hace un minuto con Rosalie, de repente me sentí como una especie de idiota mundial.

Excepto que no sólo dañé un poco sus sentimientos, los rechacé.
Me dio esa despreciante, amarga mirada que me hizo sentir tan atormentadamente culpable que no pude dejarlo marchar. Cuando empezó a alejarse, salté y agarré su muñeca. —Edward, espera. Lo siento, ¿de acuerdo?

Edward me miró, pero se calmó al instante en que le toqué. Pude sentir la forma en que sus músculos se relajaron bajo mis dedos. Cuando bajó la vista hasta mi mano le solté, pero intenté sonreír sinceramente. Probablemente parecía más una mueca.
Me miró por un largo instante como si fuese doloroso y luego perdió cualquier debate interno que había estado teniendo. —Aquí —dijo hoscamente. Sacó un pequeño regalo envuelto desordenadamente de su bolsillo—. Feliz cumpleaños.

—¿Un regalo? —Me había conseguido un regalo. Me sentía conmocionada y sorprendentemente halagada—. Edward, no deberías haberte…
—Simplemente acéptalo —dijo, regresando al modo ira—. No creo que mi ego pueda manejar otro rechazo de tu parte.

Ahogué un grito. Me sorprendió que me hubiese entendido mal. Por lo general, me leía como a un libro abierto.

—No, no quise decir eso así. Estoy sorprendida. No tenías por qué darme algo.

—¿Sorprendida? ¡Eres la persona más testaruda que he conocido jamás! —Su rostro comenzaba a ponerse rojo, estaba tan frustrado—.
Bella, no debería ser sorprendente que quiera hacer algo bueno por ti en tu cumpleaños. No entiendo por qué me odias tanto.

Para ser tan misterioso, no podía ocultar sus emociones. Este vulnerable, consciente de sí mismo chico que conocí en su dormitorio regresó, y trataba de luchar contra mis rechazos constantes. Psicosis o no, algo en su cara, y no sólo porque fuese hermosa, me dio ganas de hacerle sentir mejor.

—Me ha chocado un poco —dije lo más suavemente que pude—. Estoy tratando aquí. —Elevé la mano y Edward dejo caer vacilantemente el paquete en ella.
Mientras arrancaba el papel, me obligué a ser extra-educada. No que fuese muy buena en ello, como mi madre siempre andaba señalando—. Fue muy amable de tu parte, Edward. Gracias.

Me sorprendió lo que encontré en mi mano. Edward me había dado una pequeña navaja suiza del ejército, rosa, para llavero. —No te defenderá de un asesino en serie —dijo—. Pero puede venirte bien, y todo el mundo necesita un buen llavero para tu primer juego de llaves.

No pude evitar la sonrisa que se deslizó por mi cara. El rosa era el contraste perfecto para mi Jeep negro brillante, y, en realidad, el regalo era sorprendentemente reflexivo.

—Vi el Jeep estacionado frente a tu casa esta noche. Es tuyo, ¿no?
Mi sonrisa se hizo aún más grande.

—Es una belleza —dijo Edward—. Pero no creo que tus amigos estén muy contentos cuando vean el espacio para las piernas en el asiento trasero.

Mis ojos destellaron en Edward y tras un instante, sonreí. —Entonces que caminen.
Edward y yo nos reímos, pero en cuanto me di cuenta de que actuábamos como personas normales, me negué a hablar de nuevo. No podía evitarlo. Cuando ya no pude mirar a Edward, regresé la atención a la navaja. Empecé a sacar todos los aparatos y pinzas, un palillo de dientes, tijeras, lima de uñas, y por último, una pequeña cuchilla. Pensé en los diferentes cuchillos del garaje de Edward. Éste no parecía peligroso como los que tenía. Éste era lindo.

—Sé que no es un jersey autografiado ni nada —dijo Edward, sonando asombrosamente consciente de sí mismo—. Iba a conseguir pases de temporada para los Red Wings, pero mi tía me sugirió comenzar desde más abajo.
Sonreí, pensando que Edward bromeaba sobre los pases de temporada, pero cuando levanté la vista no pude realmente asegurarlo. Empecé a decir “Es perfecto", pero luego me di cuenta de lo que había dicho. —¿Cómo hiciste para saber sobre el jersey?

Edward se encogió de hombros. —Te miraba desde mi cuarto. Me imaginé que la sudadera estaba autografiada cuando casi perdiste el conocimiento.
—¿Me espiabas? —pregunté, olvidando que Edward era sorprendentemente sensible. También ignorando el hecho de que le había estado espiando prácticamente todos los días. En un intento de suavizar el golpe, le dije—: Me sorprende que no vinieras a saludar.

Edward pateó la alfombra debajo de su zapato. —Quería, pero dejaste bastante claro la última vez que hablábamos que no disfrutas de mi compañía. —Su voz era repentinamente amarga de nuevo.

—Eso no es justo, Edward. Me secuestraste. Me arrastraste a la fuerza en tu casa y me encerraste en la habitación. ¡Me sentía aterrorizada! Era como dijiste, pudiste hacerme cualquier cosa que quisieras. Obviamente no podría haberte detenido.
El rostro de Edward palideció. —¡No piensas eso! —Se quedó sin aliento. No llegué a entender su reacción. Era como si ni siquiera hubiese considerado la posibilidad de que tuviese miedo de él—. No te habría herido, Bella.

Se veía tan absolutamente horrorizado por ese pensamiento que me costó admitir la verdad. —No se sintió de esa manera.

Edward empezó a ponerse verde, y la única cosa que pudo decir fue—: Lo siento.
Lo decía en serio. Sin duda lo sentía. No lo comprendía, pero me hizo sentir mejor.
Tenerle menos miedo de alguna manera. Tal vez fui un poco ruda con toda la acusación del Acuchillador de los Sábados por la Noche. Nadie tan triste como Edward por el hecho de darme miedo podría ser el asesino.

Bueno, no podía dejarlo viéndose y sintiéndose de esa forma, así que me alejé de la multitud y me senté en las escaleras. Le hice señas a Edward para que me acompañase. Era renuente a hacerlo, pero cuando cedió finalmente, se sentó tan cerca que no dejó espacio entre nosotros. Lo dejé pasar. —Edward —suspiré—. No es que te odie, porque no, no es eso.
—¿Entonces?

—No sólo me pones nerviosa, me asustas hasta la mierda. No bromeaba cuando dije que hay algo mal contigo. Estás muy avanzado, no pareces tener ningún concepto del espacio personal, y haces cosas como entrar en mi habitación y secuestrarme. Le gente, la gente normal, no hace las cosas de esa manera.

Edward frunció el ceño, así que me apresuré a decir—: Pero no te odio. Lo digo en serio. Si pudieras simplemente bajar el nivel, probablemente podríamos ser amigos. ¿Como ahora? Esto no es tan malo.

Edward se animó con la tenue esperanza que le acababa de dar. —Puedo hacerlo —prometió.

La determinación en su voz me pilló con la guardia baja. Cuando hicimos contacto visual, algo pasó. No creo que ninguno se diera cuenta de lo cerca que estábamos entre sí, pero de pronto se vio atrapado en un momento que no pudo resistir, y yo en uno del que no podía escapar.

Esto es todo, pensé mientras la respiración de Edward comenzó a acelerarse. Mi primer beso.

No había forma de detenerlo. Creo que él lo intentó porque susurró mi nombre, como si no pudiera evitarlo, cuando empezó a inclinarse, casi como si me rogara que rompiese la conexión. Pero no podía.

Al final fue Rosalie la que nos regresó. —Bella —gritó desde el otro lado de la habitación. Su voz hizo añicos el momento entre nosotros.

—Bella, ¿dónde estás? Tu estúpida pelea está comenzando. ¿Alguien ha visto a la chica de cumpleaños?

Casi salté de mi piel y le llevó a Edward un segundo sacudirse de su aturdimiento. No estaba segura de si estar decepcionada o aliviada. Es decir, ¿realmente quería que mi primer beso fuese con alguien que me daba miedo? ¿Alguien que muy bien podría estar matando a chicas inocentes en su tiempo libre?
¿Alguien al que realmente le gustaba, y que seguía y seguía intentándolo duramente a pesar de mis desprecios?

No tenía ni idea.

—¿Dijo lucha? —preguntó Edward, rompiendo mis pensamientos.
Me alegré por el tema seguro y asentí. —Sí.

—¿Las preliminares de la UFC? —preguntó Edward entusiasmadamente de esta manera realmente adorable—. ¿Te gustan las peleas?

—Debí suponer que eras un gran fan de la UFC —dije—. Por tal y como golpeas el saco de tu garaje.

—Tuve la oportunidad de entrenar con Georges St. Pierre el año pasado. Me metió bastante en ellas.

Edward se encogió de hombros como si no fuera gran cosa, pero déjame decirte, entrenar con Georges St. Pierre no es no gran cosa. —¡De ninguna maldita manera! ¡Eso es increíble! —Me levanté y comencé a arrastrarle a través de la casa en busca de la pelea. Ahora entiendo por qué me encanta tanto verte trabajar.

Edward se detuvo bruscamente y levantó una ceja. Me tomó un segundo para averiguar cuál era su problema, pero entonces mi mandíbula cayó. —No lo hice.
¡No acababa de decir eso en alto!

—Sabes, Bella —dijo Edward, sin molestarse en ocultar lo mucho que disfrutaba de este momento—. No tienes por qué observarme desde tu dormitorio. Eres bienvenida a unirte en cualquier momento. Estaría encantado de mostrarte algunas cosas.

No podía pensar en nada que decir. Me quedé allí, luchando contra el impulso de enfermar hasta que Edward ya no pudo contener más la risa. —Vamos —dijo, tirando de mi mano—. Te comentaré el detrás-de-las-escenas.

Cuando llegamos a la sala de grabación, en la cual Emmett ya estaba repantingado, seguía sintiéndome más allá de mortificada. Luego, para empeorar las cosas, tanto Rosalie como Emmett inmediatamente se centraron en la mano. O, con más precisión, en cómo seguía aferrada a Edward.

—He encontrado a otro fan de la UFC —expliqué, soltando la mano de Edward como si fuera una patata caliente.

No pude leer la expresión de Emmett, pero la mirada en el rostro de Rosalie fue de sorpresa y molestia. Después de echarme un rápido vistazo, sonrió enormemente.
—¡Edward! ¡Estoy tan contenta de que lo hicieras!

Rosalie le saludó con un abrazo y de alguna forma se las arregló para colocarse entre los dos cuando lo soltó. —¿Así que sabes sobre lucha? —le preguntó. Cuando se encogió de hombros, tejió su brazo con el de él—. ¡Bien! Porque estoy tan perdida. Necesito a alguien que me lo explique.

Edward me lanzó una mirada inquisitiva, pero simplemente rodé los ojos con simpatía. Sabía por qué Rosalie actuaba toda coqueta con él, pero no quería explicarle su plan de casamentera. Especialmente no con Emmett sentado justo aquí.
Por supuesto, resultó que no tuve que explicarle nada a Edward, porque cuando Rosalie le arrastró al sofá con ella, "accidentalmente" me chocó, empujándome directamente a Emmett. La habría matado si no estuviera completamente preocupada por el hecho de que ahora estaba en el regazo de Emmett. Um, sí, eso no fue un poco torpe ni nada.

—¿Alguien coló un barril y no me enteré? —Se rió Emmett mientras me deslizaba en el asiento vacío junto a él—. Porque estoy bastante seguro de que por lo general tienes más coordinación que eso, Swan.

—No me caí, imbécil. —Me apoyé en Emmett para mirar a Rosalie—. Me empujaron.

—Caray, Bella. Fue un accidente. Lo siento. ¿Importa tanto?

Bien, así que no fue un accidente. Rosalie no era exactamente la reina de lo sutil y era obvio para Edward lo que acababa de hacer. Lo sabía, porque la miraba más duramente de lo que jamás había visto. Y eso ya es mucho decir, teniendo en cuenta todas las veces en las que le había llamado psicópata a la cara.

Pero al menos, Emmett parecía completamente ajeno a todo. —Sí, ¿qué te pasa esta noche, Swan? Estás de tan mal humor. Siéntate y relájate ya.

Sintiéndome algo derrotada —simplemente no del todo bien— me hundí en el sofá con un largo suspiro. El problema de esto fue que Emmett había apoyado el brazo en el respaldo y cuando me recosté, mi cabeza se posó en él. Ahora bien, para alguien que no lo supiera mejor, podría interpretarse como que estaba abrazada a él, pero volverme loca y moverme me haría quedar como un idiota, así que me quedé donde estaba y dejé que Emmett lo moviese. Extrañamente, no lo hizo.



2 comentarios:

cari dijo...

Rose eres odiosa bien x la fiesta pero siempre interrumpes en lo mejor y ahora t haces la tonta quitando a Edward del lado d Bella, Gracias =)

Lizdayanna dijo...

Hola, Rose tan intensa

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina