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miércoles, 5 de abril de 2017

Capítulo 6 Tomando instrucciones

CAPÍTULO 6

Isabella se dejó caer en una piscina de agotamiento mientras Edward la instalaba en un sofá de aspecto extraño en el calabozo. Se sentía muy dolorida y bien utilizada.  Casi podía sentir ambas pollas en su interior al mismo tiempo y la idea la hizo retorcerse, su coño estaba dolorido otra vez. Después de lo que le habían hecho pasar, tanto tiempo que la habían hecho esperar por un orgasmo, ¿por qué estaba tan lista para otra ronda?

Jasper la observaba mientras se ponía su uniforme y luego abría la gaveta donde  había dejado su cinturón de armas, y se ponía su equipo. De acuerdo con esa gran protuberancia en el pantalón del uniforme, tenía una erección de nuevo mientras la miraba. Casi sonrió sabiendo que ella encendía al gran poli lo suficiente como para que él la deseara de nuevo.
Sin embargo, Edward era a quien ella quería. Había sido asombroso ser tomada por dos hombres, pero ahora quería a Edward todo para ella.
Se deslizó en su ropa y otra vez era la única que no estaba vestida. No le  importaba. Se sentía malditamente bien.
Cuando Jasper terminó de vestirse, se dirigió a ella y se arrodilló al lado de donde estaba acurrucada en el sofá.
La besó ligeramente en los labios y palmeó sus pechos, y ella contuvo el aliento.
—Un placer conocerte, Isabella, murmuró antes ponerse de pie,  volviéndose hacia  su hermano.
Para sorpresa de Isabella, Edward no se veía feliz, se veía casi celoso.
¿Cómo de asombroso era eso? Jasper golpeó a Edward en la espalda.
—Nos vemos en un par de días, hermano. —Jasper miró a Isabella y le dio Edward una mirada perversa.—Si no antes.
Edward parecía tan molesto, Isabella tenía ganas de reír. Pero compuso su expresión y golpeó a su hermano en la espalda a cambio.
—Hablaremos de eso después.
Jasper hizo un guiño a Isabella luego se dirigió a través de las puertas del calabozo, dejando a Edward y Isabella solos.
Edward fue directamente a ella y no pudo evitar una sonrisa. Se convirtió en un grito de asombro cuando le recogió en sus brazos y la abrazó.
—Eres tan hermosa bebé—, murmuró mientras la abrazaba. —Desde la primera vez que te vi, me hiciste caer de culo.
Isabella sonrió.
—Te tomaste el tiempo suficiente.

La comisura de la boca de Edward se torció.
—Tuve una pequeña persuasión extra.
Soltó una risa suave, le echó los brazos alrededor de su cuello y le sostuvo la mirada, hipnotizada por sus hermosos ojos celestes. La besó con fuerza antes de llevarla a través de la mazmorra, a las puertas y hacia arriba por las escaleras.
Su camisa estaba caliente contra su carne desnuda, y su olor a sexo, sudor y hombre era un afrodisíaco ¿alguna vez iba a tener suficiente de él? Se preguntó si alguna vez  había tomado a otras estudiantes en su calabozo, y el pensamiento le hizo fruncir el ceño.
—Hey—.Tocó sus labios con el dedo mientras la llevaba a una habitación enorme.  —
¿Por qué el ceño fruncido?
Ella negó.
—Nada.
Edward sacó la colcha gruesa y la acomodó sobre la cama para que ella estuviera sentada con las piernas colgando del borde. Se enderezó a si misma con sus manos a cada lado en el colchón mientras lo miraba.
Tenía una expresión severa en su rostro.
—No acepto la mentira. Si mientes, te castigan. ¿Entendido, señorita Swan? Isabella se mordió el labio inferior y asintió con la cabeza.
—Sí, profesor.
—Ahora dime lo que estabas pensando. Sus mejillas se calentaron un poco.
—Me preguntaba si alguna vez habías llevado a otra estudiante a tu casa y a tu calabozo.
—Y estabas celosa. —Su tono era cuestión de hecho. Ella miró hacia otro lado.
—Sí.
Él  rió suavemente, sorprendiéndola. Cuando se volvió a mirarlo, él le sonrió.
—Isabella, ningún otra estudiante ha estado cerca de esta casa. Tú eres la primera y la única.
Un peso que no se había dado cuenta había estado allí, se deslizó de sus hombros y ella sonrió con alivio.
No tenía dudas de que había tenido otras mujeres aquí, pero al menos ninguna de sus alumnas.
—Eso está mejor. —Él comenzó a despojarse de su ropa de nuevo y la tiró a un lado. Su mirada hambrienta estuvo en su físico hermoso y su piel dorada. Parecía que se  las arreglaba para conseguir un poco de sol. La forma en que su cuerpo se flexionaba mientras se movía le hacía agua la boca y su coño dolía. Sabía como era tenerlo dentro de ella y quería más.
Cuando estaba desnudo se acercó a la cama.
—Acuéstate y deslízate más para que haya espacio suficiente para mí.
Isabella obedeció. Se estremecía con deseo y  necesidad mientras él subía a la cama y se acercaba a ella. La atrajo hacia sí rudamente, le sujetó las piernas con su muslo y ella contuvo el aliento.
—Maldita sea, Isabella. El empuñó un poco de su pelo y se lo llevó a la nariz y audiblemente inhaló.—Estás tan jodidamente caliente.
—¿Tengo que llamarte profesor en este momento? —Colocó sus palmas contra su pecho mientras su mirada se encontraba con la suya.
—No. — Soltó su cabello y trazó el pulgar sobre los labios.—Por ahora sólo estamos Edward y Isabella, ¿de acuerdo?
Ella asintió y sonrió, y Edward reemplazó su dedo pulgar con sus labios. Era amable esta vez, corriendo ligeramente su lengua a lo largo de la costura de sus labios antes de caer en su boca para una exploración suave. Lo probó disfrutando de su sabor, e incluso del suyo propio desde el momento en que había lamido sus pliegues más temprano. Suaves gemidos se levantaron
dentro de ella y se acurrucó más cerca de él mientras una de sus manos recorría su cuerpo desde el cuello hasta su culo.
La erección de Edward presionaba en su vientre y se frotó contra él y juró que lo sintió crecer
aún más duro. Su beso siguió siendo lento, como si estuviera saboreándola. Mordisqueó ligeramente su labio inferior y atrapó sus suspiros en la boca. Su mano libre seguía acariciando su carne, vagando sobre su cuerpo, explorando sus curvas.
Por su parte, Isabella deslizó una de sus manos hacia abajo por su pecho desnudo y de nuevo hacia arriba, amando el juego de sus músculos debajo de sus dedos con cada movimiento que hacía. Sus bíceps eran firmes, duros, como si los trabajara con regularidad. Su respiración se volvió más rápida mientras le clavaba los dedos en la mejilla del culo y su beso se volvió un poco más urgente, como si estuviera teniendo un momento más y más difícil para controlarse a sí mismo. Cuando liberó su culo apretado, le acarició la piel hacia abajo por el muslo y ahuecó sus testículos, luego tomó su dura polla.
Mientras acariciaba su longitud, contuvo el aliento contra sus labios.
—No voy a durar mucho tiempo si sigues así.
—No quiero que te contengas, Edward. —Ella se permitió probar decir su nombre por primera vez, y le gustó  la forma en que sonaba procedente de ella.

Le dio un sonido estrangulado mientras capturaba su mano en la suya.
—Créeme, si no te detienes esto terminará antes de que realmente comience. Isabella no pudo evitar la risa suave que se le escapó, y él se echó hacia atrás,
encontrando  su  mirada.  —Eres  tan  hermosa—,  murmuró,  sorprendiéndola.—Te   he deseado durante tanto tiempo.
—Lo mismo digo. —Ella besó la comisura de su boca.—Demasiado para dejarte ir sin captar tu atención.
Esta vez se echó a reír.
—Bebé, tienes más de mi atención.
—Y más de lo que esperaba. —Ella se retorció contra él recordando a los dos hombres dentro de ella y sentir el aguijón de la flagelación y azotes en el culo. Sus pezones estaban adoloridos por los anillos de los pezones. Pero le encantaba.
—Si alguna vez quieres dejar de…
—Lo sé, mi palabra de seguridad. Movió su cara a la curva de su cuello, inhalando el masculino aroma mientras hablaba. —Pero eso no va a suceder.
—¿Crees que puedes tomar cualquier cosa que te doy? —preguntó con voz ronca, muy excitada.
Isabella lamió un camino desde el cuello hasta la barba en la mandíbula.
—Sip. Cualquier cosa.
Edward se apartó, le agarró el hombro y la miró a los ojos.
—Puedo empujar muy duro.
—Y yo puedo tomarlo. —Llegó a la boca y le mordió el labio inferior. —Quiero todo lo que tienes para ofrecer.
Un gruñido primitivo que no pudo contener se levantó en Edward.
—¿Dijiste que tu familia se ha ido por el verano?
Isabella dio un grito ahogado cuando metió los dedos en su coño.
—A Europa hasta septiembre. —Su voz estaba completamente sin aliento. —No tengo ningún plan.
—Ahora sí. —Él levantó su dedo dentro de su núcleo duramente. Maldita sea, estaba mojada y resbaladiza. —Voy a follarte y azotarte tantas veces que vas a estar adolorida todo el verano.
Ella gimió y  apretó las caderas contra su mano.
—Eso es lo que quiero. Pasarlo contigo. La satisfacción fluía a través de Edward.
—Vas a ser mi juguete sexual. —Él deslizó sus dedos fuera de su canal y los llevó a sus labios. —Y tengo la intención de jugar duro contigo.

Ella gimió cuando él movió la mano y luego deslizó sus dedos entre sus labios, dejándola probarse a sí misma.
—Chupa—exigió, y ella obedeció como si estuviera programada para hacer lo que él quisiera.
Infiernos, sí que este iba a ser un verano que ninguno de ellos jamás olvidaría. No estaba dispuesto a preocuparse por el inicio del próximo semestre. Por ahora tenía la intención de disfrutar de su cuerpo exuberante y todo lo que tenía para ofrecer.
Que era más de lo que había esperado. Había tomado todo lo que le había hecho y estaba lista para más.
Y desde este punto en adelante pensaba mantenerla para sí mismo. Dejarla tener la experiencia de dos pollas en ella a la vez fue una base. Él no tenía ninguna intención de dejar otra persona en su interior. Ni siquiera a su hermano otra vez. Y que Jasper se vaya a la mierda.
—Todavía hay un castigo por llegar. —Contuvo el aliento mientras Isabella chupaba sus dedos.
—Pero ahora mismo, voy a follarte, a montarte duro. ¿Es eso lo que quieres? Sacó los dedos de su boca y ella asintió.
—Por favor. Ahora.
—Debería hacerte esperar. —Pellizcó su pezón, la dura protuberancia estaba entre sus dedos pulgar e índice. Jadeó y sabía que no era sólo de la sensación, sino del dolor de los anillos de los pezones. —Llegaste sin permiso en el calabozo.
—¿Puedes castigarme más tarde? —Su mano encontró su polla de nuevo y frotó el pulgar sobre la gota de semen en su cabeza. —Has dicho que podríamos ser Edward y Isabella, por ahora.
—Lo hice, ¿no es cierto? —Él tomó su boca con otro beso, tan hambriento por ella, que apenas podía contenerse. Ella se retorció en su contra, cada momento más salvaje. Sí, esto iba a ser un infierno de verano.
—Por favor no me hagas esperar más. —Apretó su polla.—Te quiero dentro de mí de nuevo.
Edward no podía esperar a estar en su dulce coño de nuevo. Tuvo que estirarse, pero se acercó y sacó un condón de una gran caja en el cajón. No tardó mucho en tener su polla cubierta y sus caderas entre las piernas de Isabella. Colocó la cabeza de su erección en su núcleo y apoyó las manos a ambos lados de la cabeza. Ella lo miró con  sus hermosos ojos verdes. Sus rasgos estaban rojos, sus párpados cerrados mientras esperaba que él se condujera en ella.
Se retorció debajo de él y hundió los dedos en su culo.
—No me hagas esperar, por favor, Edward.

A él le gustaba la forma en que decía su nombre, tanto como le gustaba que lo llamara profesor, cuando jugaba a la estudiante traviesa.
Isabella era definitivamente una estudiante traviesa. Y disfrutaba de la enseñanza de una lección o dos. Más bien, muchas más.
—¿Quieres mi polla, bebé? —Bajó la cabeza y le mordió ligeramente el labio inferior. —¿Me quieres dentro de ti?
—¡Sí! —Su expresión parecía casi como si estuviera siendo torturada. Agarró el culo con más fuerza, su uñas causando dolor placentero en su carne.
Edward sonrió y cerró de golpe su polla en el núcleo de Isabella, ella gritó.
Jesucristo, estaba apretada. Apretó los dientes y se mantuvo inmóvil por un momento. Que lo aspen si no estaba cerca de venirse ya. Su polla le dolía y ya estaba  al borde del precipicio.
Apretó los ojos bien cerrados, respiró hondo y miró hacia abajo a Isabella. Ella arqueó sus caderas hacia arriba y empezó a follarla lentamente. Él sacudió sus caderas juntas, sintiendo la presión de la carne de uno contra la del otro. Dios, se sentía  incluso mejor que la primera vez que la había tomado con Jasper.
El sudor ya había estallado en su frente y estaba húmedo. Se sonrojó, sus
los labios entreabiertos, los ojos fijos en él. Su aroma a vainilla caliente le llenaba mientras respiraba profundo, deleitándose en ella y el olor de su almizcle.
Sacó su polla dentro y fuera a un ritmo lento, construyendo su necesidad de llegar  al orgasmo. Puede que no estuvieran jugando roles ahora mismo, pero aún así disfrutaba de hacerla desearlo hasta que estaba lista para gritar.
—Oh Dios, Edward. —Ella levantó sus caderas y movió las piernas por debajo de él.
Maldita sea, pero amaba una mujer salvaje.
—Demasiado lento. ¡Vas demasiado lento!
Se contuvo. Tenía un montón de entrenamiento en autocontrol, aunque ahora no era uno de esos momentos en que era capaz de controlarlo fácilmente.
—Bebé, voy exactamente tan rápido como vas a conseguir ahora mismo.
Isabella gimió, pero siguió retorciéndose debajo de él. Rastrilló las uñas por su espalda y silbó entre dientes por el dolor y el placer que estaba dándole.
Una gota de sudor rodó por el lado de su cara mientras luchaba por contenerse y por hacerla esperar. Pero él estaba a punto de perder su auto-control.
El hombre estaba conduciéndola a la locura. Otra vez. Se sentía tan jodidamente bien dentro de ella. Tan grande… llenándola, estirándola, llegando profundo en su interior.
¡Pero él iba demasiado malditamente lento!
El sudor brillaba en su frente y parecía que estaba luchando para contenerse.
Bueno, estaba sufriendo también.
Miró hacia abajo donde se unían, y su vientre hizo volteretas de nuevo mientras miraba su polla deslizarse dentro y fuera de ella. Sacudió y alzó las caderas hacia arriba para encontrarse con él en la medida de lo posible, pero aún así tomó las cosas con calma.
Demasiado. Jodidamente. Lento. Ella iba a morir.
Por alguna razón, esto era aún más intenso que lo que había sucedido en el calabozo.
Tal vez porque eran sólo ellos dos y ella lo había querido durante tanto tiempo.
Respiró hondo los olores del sexo y la esencia masculina picante. La llenaba, extendiéndose a lo largo de ella.
Clavó las uñas en su culo de nuevo, deseando que la tomara más rápido.
Finalmente cogió el ritmo y se encontró haciendo pequeños gritos mientras su larga polla golpeaba ese tan especial lugar dentro de ella. Su erección la acarició, lo que la hizo acercarse más y más hacia el orgasmo. Inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Sus muslos empezaron a temblar alrededor de sus caderas.
—Mírame, bebé. —Su voz sonó como un gruñido. —Mírame follarte.
Las emociones giraron a través del vientre de Isabella cuando abrió los ojos y vio su expresión feroz. Tenía la mandíbula apretada, los músculos faciales rígidos.
Sus caderas pistoneaban dentro de ella más fuerte, más rápido, más profundo. La sala estaba empezando a girar en espiral.
—Voy a venirme—dijo mientras el mundo estaba cerca de girar fuera de control.
—Espera. —Golpeó su cadera contra la suya, sus empujes tan fuerte que sentía como si su coño fuera molido por el impacto. —Va a ser mucho mejor si te contienes por solo un poco más de tiempo.
—No sé si puedo. —Isabella cogió su bíceps a medida que su mareo crecía y el cuarto comenzaba a desvanecerse.
—Un poco más, bebé. ——Su voz era áspera, como lija. No tenía duda de que estaba en el borde y frenándose demasiado.
La sensación de girar en su cabeza se hizo más intensa. Se sentía fuera de su cuerpo, como si estuviera fuera sí misma.
—Por favor. —Dios, estaba tan cerca. —Por favor, déjame venirme.
Él no respondió mientras sus caderas se estrellaban contra ella con mayor  rapidez.
Agitó su cabeza de lado a lado. No podía más. ¡No podía!
—Ahora, Isabella—gritó.


Todo en su universo dejó de girar. Todas las sensaciones se apresuraron a su coño, luego se ampliaron a su músculos abdominales, el pecho, y a lo largo de todo su cuerpo cuando su orgasmo se estrelló contra ella.
Ella gritaba y lloraba y no podía controlar lo salvaje que se sentía o la forma en que se volvió loca en sus brazos.
Edward gritó su nombre y sentía el pulso de su polla mientras se venía. Se metió un par de veces más, y luego sus brazos cedieron y estaba fijando a Isabella a la cama. Su peso se sentía bien y se aferró a él mientras su coño continuaba palpitando alrededor de su polla.
Con un gemido, Edward se retiró de ella y tiró el preservativo a la mesita de noche, presumiblemente en una papelera. Luego se acomodó sobre su espalda y tiró de ella en sus brazos para que su cabeza descansara sobre su pecho. Ella dio un suspiro estremecido y todo su cuerpo se relajó contra el suyo. No pasó mucho tiempo hasta que cayó en un profundo y satisfecho sueño.

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