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sábado, 1 de abril de 2017

Capitulo 3 Tomando Instrucciones

CAPÍTULO 3

La mano de Edward se sentía grande y caliente alrededor de los dedos de Isabella mientras la conducía a la escalera que bajaba a lo que él llamó su "calabozo". Sólo el nombre del lugar donde la llevaba la hizo temblar.
El aire frío rozó su piel desnuda y le dolían los pezones. Ella estaba tan mojada entre los muslos por estar desnuda, mientras que su profesor todavía estaba vestido.
Cuanto  más bajaba  las  escaleras,  más  nerviosa  estaba.  ¿Calabozo?   ¿BDSM?
¿Palabra de seguridad?
¿Castigos? Tragó saliva.
Edward le cruzaba el pecho con su mano libre y le tiraba de los anillos colgando de sus pezones. Ella dio un jadeo suave con cada tirón. Dolió, pero se sentía bien. Una combinación que nunca había reunido,
—Yo tengo esta habitación construida a mi gusto—dijo al llegar a la parte inferior de las escaleras y ver hacia un par de puertas dobles delante de ella.
El estómago de Isabella se apretó aún más.
Abrió las puertas y entró en completa oscuridad hasta que oyó un clic y vino la luz.
Ella contuvo la respiración. Era una habitación hermosa, pero llena de las cosas más extrañas que jamás había visto. La habitación tenía moqueta gruesa color vino tinto, armarios de madera de cerezo, las paredes marrones y un techo blanco.
En una de las paredes había un panel de madera de cerezo con un surtido de artículos que le hacía latir el corazón más rápido. Como látigos, floggers, consoladores y muchas cosas que no tenía ni idea de para que se utilizaban.
Una enorme cruz en forma de X dominaba una esquina, un columpio en otra… ¿Y era eso un cepo?
Una punzada de temor se apoderó de ella, al mismo tiempo sentía entusiasmo y curiosidad. Era una inusual combinación de emociones que le hacía hormiguear en la  piel. Ella miró a su profesor de la universidad, los ojos muy abiertos.
—Deja que te presente a mis "juguetes"—dijo con una sonrisa maliciosa. Empezó con el cepo.
—Esto te inmoviliza por completo por lo que puedo azotarte o follarte por    detrás.
—Isabella apretó su mano más estrechamente, sin realmente querer. El cepo estaba echo para que la persona tuviera que estar en sus manos y rodillas, la cabeza, las muñecas y los tobillos restringidos.
—Por aquí hay una silla especialmente diseñada. —Hizo un gesto a una silla de montar de cuero, completa con estribos, salvo que tenía un consolador grande que sobresalía de donde la persona estaría cuando la montara. Sus mejillas se calentaron a la vista de la polla de goma.
—Este es un espaciador de bloqueo. —Él le dirigió una mirada que ardía con fuego.
—Puedo verte en él ahora, tu culo en el aire, los tobillos y las muñecas atadas a la barra mientras te follo.
Las rodillas de Isabella casi se doblaron con la imagen. Y su profesor diciéndole la palabra follar.
A continuación le mostró algo que parecía la silla más extraña que había visto.
—Esto tiene veintiocho sujetadores diferentes para que te restrinja, —le dijo al oído. —Puedes arrodillarte en esta parte baja,       inclinarte sobre la  cima y te ataré.
¿Alguna vez has sido follada por el culo, Sra. Swan? La atención de Isabella fue hacia su cara de nuevo.
—Um, no, profesor.
—Nosotros nos encargamos de eso. Uh-oh.
Sin embargo, la idea también la intrigaba. Realmente la intrigaba.
Él la llevó a la pared de los juguetes que había visto, que también tenía una superficie rica de madera de cerezo debajo de ella, con un gabinete que incluía varios cajones.
—En tus manos y rodillas, Sra. Swan. —Edward abrió uno de los cajones mientras ella obedecía.
Sus labios se entreabrieron, cuando sacó un tubo de lubricante y una cosa con tirantes negros y una especie de objeto de goma en él.
—Un tapón anal con arnés—Lubricó el tapón y casi se sintió mareada por todas las sensaciones extrañas zumbando a través de su cuerpo. Puso el tubo hacia abajo antes de acercarse. Ella se tensó de forma automática cuando se arrodilló detrás de ella. — Relájate, cariño—murmuró. —Va a sentirse muy bien una vez que te adaptes a él.
Uh-uh. Seguro. Relájate.
—Confía en mí. Lo disfrutarás. Una vez que te acostumbres a él. —Poco a poco, empujó el tapón más allá del apretado anillo de su ano y no se detuvo con su grito de sorpresa. Sólo siguió metiéndolo, manteniendo las cosas con calma hasta que el tapón estaba  enterrado completamente en su interior.
Oh. Dios. Nunca había sentido algo así antes. Dolió, pero se sentía bien. Entonces se dio cuenta de lo llena que se sentía con éste dentro de ella y de cuanta humedad crecía entre sus muslos.
El abrochó el cinturón del arnés a su alrededor hasta que el tapón estaba firmemente en su lugar y no había manera de que se fuera a salir. Una cinta corrió a través de los pliegues de su coño, contra su clítoris, y se retorció por la necesidad de venirse.
—Párate, Sra. Swan. —Se había trasladado al frente de ella y le tendió la mano.
Ella la tomó y se encontró a un suspiro de distancia de él. El calor de su cuerpo irradiada a través de su ropa y sus ojos eran oscuros, con deseo. Le encantaba que la necesidad de su mirada fuera por ella.
Puso su mano en la parte baja de la espalda y continuó guiándola por la gran sala. Se sentía extraño caminar con un tapón en el culo, pero también muy excitante.
—Una cama de bondage—dijo, señalando a una superficie acolchada de cuero lo suficientemente grande como para ser una cama doble, pero elevada del suelo con patas de madera que parecían que podían subirse o bajarse, y había restricciones (sorpresa, sorpresa) sujetas a su alrededor.
—Y esta es una barra de suspensión. —Hizo un gesto a un dispositivo parecido a un gancho de ropa gigante, con cadenas que formaban un triángulo en la barra de suspensión.  Colgaba del techo de una larga y gruesa cadena de eslabones.
Había incluso una jaula y una silla de bondage. La jaula le hizo levantar las cejas.
Nunca habría adivinado su profesor de la universidad era de gustos sexuales pervertidos.
La sorprendió poniéndola con fuerza contra su pecho, y tomando su boca en un áspero y dominante beso. Tomó el mando de su boca, su lengua dominando la de ella, sus labios duros e inflexibles.
Fue un beso –para-morir-por-él–.
Cuando levantó la cabeza, sintió el ascenso y caída de su pecho contra el de ella y su mente daba vueltas.
Le tomó la mano y la guió a lo que él había llamado una cama de bondage. Mariposas le hicieron cosquillas en el vientre mientras le ayudaba a dar un paso hacia arriba y sentarse en el borde.
—Acuéstate sobre tu espalda y separa las piernas—dijo en un tono que fue, sin duda una orden. —Los brazos sobre tu cabeza.
Isabella se mordió el interior de la mejilla mientras obedecía. Sentía escalofríos, hormigueo y emoción mientras él ligaba sus tobillos y muñecas en los puños de piel de modo que estuviera con las piernas abiertas.
El tope del tapón se sentía aún más cómodo dentro de su cuerpo y tan profundo, y una de las correas del arnés frotaba su clítoris. El aire frío se movió en la sala desde los ventiladores arriba y sus pezones se pusieron más duros dentro de los anillos de pezón. El aire rozó su coño y el recortado pelo de su pubis.

Después de que estuvo restringida, se arrodilló cerca de ella y olió su loción de afeitar picante. Suavemente mordió su oreja, luego tomó uno de sus pechos y deslizó el anillo de pezón quitándolo.
Al instante sintió una oleada de dolor, seguido por placer y jadeó. Él repitió el acto con el
anillo del otro pezón con los mismos resultados, y esta vez ella gimió. Murmuró cerca de ella.
—Te ves tan condenadamente sexy bebé, que te quiero follar ahora. Pero tendrá  que esperar. —Su sonrisa se convirtió en una mirada severa cuando se apartó de   ella.
—Ahora su primer castigo por ser una chica mala en la escuela, Sra. Swan.
Isabella se estremeció con anticipación. Ni en un millón de años, habría creído que estaría en esta posición. Literalmente. Pero con Edward… Algo en él la había atraído desde el primer momento en que lo vio. Algo más que el hecho de que él era el  profesor más guapo en el campus Algo sobre la forma en que sonreía, la forma en que hablaba con autoridad, pero con los pies sobre la tierra. Era obvio que estaba siempre en completo control de su clase cuando enseñaba.
Ahora tenía el control total de ella. Y ella era una estudiante más que dispuesta.
Edward le sorprendió tomando una larga pluma de avestruz de un cajón debajo de la cama de bondage.
—Parte de tu castigo es la anticipación y retrasar la gratificación.
Oh, estaba bien con la anticipación. Era la demora en la gratificación por lo que ella no estaba tan loca. Ella lo quería a él, y lo quería ahora.
—¿Por qué no te sacas la ropa, profesor? —Ella se movió contra sus ataduras, poniéndolas a prueba.
Frunció el ceño, pero ella vio un brillo en sus ojos.
—Guarda silencio y no me hables, a menos que yo diga que puedes. No hagas ningún sonido. Si lo haces, voy a añadir otro castigo. —Corrió la pluma por su vientre, la sensación de suavidad, haciendo cosquillas la hizo retorcerse, y apenas contuvo un suspiro. —¿Entiendes, Sra. Swan?
Isabella empezó a decir que sí, pero apretó fuerte la mandíbula y asintió con la cabeza.
Con una leve sonrisa, Edward dijo: —Bien.
Y luego empezó a acariciarla con la pluma.
¡Oh Dios!  Quería  gritar, gemir,  pedir que se detuviera, rogar  que siga adelante.
Todo lo que podría hacer era apretar las mandíbulas y contener todos los sonidos construyéndose dentro de ella.

El deslizó la pluma por sus pezones, produciendo su contracción y dolor por la inflamación de los anillos de los pezones. Deslizó la pluma hasta el ombligo, donde envió sensaciones zumbando directamente a su coño.
Isabella pensó que su cabeza iba a estallar de nuevo por contener sus gritos. Por no mencionar el hecho de que su cuerpo no iba a poder aguantar mucho más sin entrar en auto-combustión.
Cuando llegó a su pubis, ella movió la cabeza de lado a lado y cerró los ojos, tratando de
centrarse en no hacer ruido y no en lo que estaba haciendo con ella.
—Mírame—exigió y la forzó a abrir los ojos. Sus ojos azules ardían de pasión. — Quiero que veas todo.
Maldición. Se tragó otro grito cuando rozó la pluma sobre su montículo y  se trasladó al interior de uno de sus muslos.
Por lo menos él no le dijo que no podía tirar de sus ataduras. Agitó las piernas fuerte por las sensaciones de él acariciando la pluma por el interior de su muslo hasta la rodilla, y luego todo el camino hasta el pie. Tenía un brillo diabólico en los ojos cuando se encontró con la pluma a lo largo del empeine de su pie y le hizo cosquillas.
Tanto una risita como un grito se abrieron paso en su garganta, pero apretó los dientes aun más.
Lo que era más increíble fue el hecho de que su coño estaba poniéndose más  húmedo con cada golpe de pluma, cada suave toque susurrado. Le dolía tanto que  quería  gritar y venirse, era doloroso, mientras que también estaba siendo placentero.
El sudor estalló en su frente mientras le hacía cosquillas en el otro empeine y luego trasladó la pluma hasta el interior de su pierna. Era una auténtica tortura, goleó en contra de sus ligaduras y las lágrimas se filtraron desde las esquinas de sus ojos. La necesidad de llegar al orgasmo era tan grande que no estaba segura de que ella  pudiera aguantar más, y tampoco podía ya aguantar sus gritos.
Tenía una sensación de que podría ganase otros dos castigos, y no estaba segura de poder tomar otro de esta manera.
Llevó la pluma subiendo por su lado, y ahora se estaba mordiendo el interior del  labio tan duro que probó sangre. Ella no podía dejar de retorcerse y quería cerrar los ojos para luchar contra los sentimientos intensos que estaba creciendo dentro de ella, pero no se atrevió.
—Eso esta bien, nena—murmuró mientras se burlaba de sus pezones con la pluma. — Lo estás haciendo bien.
¿Bien? Ella se estaba volviendo loca por gritar tan fuerte como sus pulmones le permitieran.
Con sus piernas abiertas, él fue capaz de continuar a partir de su lado hacia las axilas, y pensó que iba a morir. Risas dolorosas por la sensación de cosquilleo se agolpaban en su pecho. Él sólo sonrió y siguió adelante, arrastrando la pluma a sus muñecas, palmas y yemas de los dedos. Y luego se fue hacia su otro lado, repitiendo el mismo tortuoso descenso.
Las lágrimas continuaron rodando sobre los lados de su cara. Cuando llegó a la cintura se trasladó de manera que su cara estaba cerca de ella.
—Muy bien, señorita Swan. —besó y lamió la sal de las lágrimas. —¿Quieres que te folle ahora?
Isabella casi gritó, "¡Sí!" Pero se las arregló para mantenerlo en su lugar y asentir. Sólo el pensamiento de su cuerpo presionado contra el suyo y su polla dentro de su coño era suficiente para hacer su clímax.
Edward le dirigió una mirada primitiva de hambre y la necesidad y puso la pluma a su lado en la cama de bondage antes de retroceder en la cama y acomodarse entre sus muslos.
Apretó su cuerpo contra el suyo y la tela de su camisa y pantalones puso su cuerpo en llamas porque su la piel estaba tan sensible.
—Mmmmm—murmuró mientras le acariciaba el pelo al lado de su cara.
Quería gemir por el calor de su aliento y la sensación de su cuerpo sólido contra el de ella. Su erección presionaba contra su vientre y tuvo que morderse el interior de su mejilla para contener otro gemido que quería escapar.
Con una mirada intensa en sus ojos, Edward se acomodó de tal manera que quedó de rodillas entre sus muslos y comenzó a desabrocharse los pantalones.

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