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martes, 28 de marzo de 2017

Castigando a Isabela Capítulo 7



Capítulo siete


Isabella estaba atada e indefensa en la cama del capitán, con las piernas tan abiertas como para separar los labios de su vagina (si no lo hicieran ya los lazos), y sus pensamientos corrían en círculos. Dios, no puedo creer que él vaya a hacer esto realmente. ¿Qué va a hacer de todos modos? ¿Lamerme? ¿Chuparme?
El pensamiento trajo una vívida imagen mental que era seductora e increíblemente embarazosa a la vez. Seguramente el capitán Cullen no iría tan lejos… ¿O sí?  Pero él había invocado el privilegio del capitán, lo que significaba que tenía el propósito de hacer lo que quisiera con ella. Antes del incidente de la subasta de esclavos, Isabella había fantaseado secretamente sobre él haciendo algo como esto.  Pero eso había sido antes de...

Antes de que se diera cuenta de que lo amaba, pensó, manteniendo la mirada en la enorme forma que se cernía sobre ella bajo la luz tenue de la habitación.  Era algo de lo que se había dado cuenta en el momento en el que entró en esas habitaciones y lo vio a solas por primera vez desde que la había llevado de vuelta a la nave. El conocimiento la había golpeado como un martillo en el cerebro, y con él, un sentimiento de desesperación. Porque todo el mundo sabía que los zentorianos no se casaban con nadie que no fuese de su propia raza. Era peor que ridículo tener ese deseo estúpido de estar con el capitán, y además, también era inútil. Él nunca actuaría como si tuviese alguna clase de sentimientos hacia ella, si es que tenía cualquier tipo de sentimiento.

Como si quisiera recordarle lo desesperado de su situación, él había vuelto a su modo zentoriano, su pelo azul oscuro que era casi negro perfectamente puesto en su lugar, y sus ojos azules con anillos dorados atravesándole su cuerpo desnudo cortándolo como cuchillos.
Dios, si sólo supiese la razón por la que él estaba haciendo esto. ¿Era por un extraño sentido del deber, su determinación a hacerse cargo de su tripulación sin importar lo que implicara la tarea? ¿O realmente sentía él algo por ella en ese frío corazón zentoriano suyo?  El capitán pareció tener emociones cuando los  dos estuvieron juntos en la plaza del mercado, emociones tan fuertes que daban miedo. Y, justo un momento antes, había intentado consolarla cuando estaba llorando. ¿Pero, se sumaría alguna de ellas a su actual preocupación o afecto hacia ella? Isabella no lo sabía. Y ahora tenía que pasar por la terriblemente embarazosa experiencia de tenerlo liberándola de los nudos de amor sin saber si él quería hacerlo realmente o si sólo hacía lo que pensaba era su deber.

Levantando la mirada hacia él, le suplicó con los ojos, pidiendo algo que no podía pedir en voz alta. La seguridad de que ella era para él más que un simple oficial subalterno a quien tenía que joder.
Él pareció comprender su petición porque cuando se arrodilló en la cama a su lado, sus ojos con anillos dorados suavizaron su mirada láser.
—Eres muy hermosa, Isabella, lo sabes, — murmuró acariciándole una de sus calientes mejillas con el dorso de su enorme mano. —Nunca antes me había sentido siquiera remotamente tentado a hacer uso  de mi privilegio de capitán.  No hasta que subiste a bordo, en todo caso.

Isabella deseó que él también la hubiera amordazado para así poder evitarse a sí misma hacer preguntas embarazosas. Pero ya que no lo había hecho, escuchó  su propia voz preguntando, —¿Así que estabas tentado… incluso antes de los nudos de amor?
Él asintió. —Mm-hmm. Más de lo que imaginas. Aunque tengo que admitir que destacan tus activos maravillosamente. — Recorrió con su enorme mano su cuerpo desnudo y Isabella jadeó cuando las cuerdas se tensaron bajo su contacto. Sus pezones se sentían como si estuviesen sobre fuego debido al deseo y  su clítoris se estaba gritando con la necesidad de correrse.
—Por favor, — susurró. —Por favor, sólo quítamelos.

—Lo haré—, prometió él mirándola a los ojos.

Isabella reunió su todo su coraje en ambas manos para hacer la siguiente pregunta.  —¿Cómo… cómo lo harás?
Él frunció el ceño y recorrió especulativamente el cuerpo desnudo con la mirada, como si pensara que ella era un problema que necesitaba resolver. —Voy a intentar de lamerte primero. La idea es disolver la miel de amor. Está unida a  las cuerdas y hasta que el último rastro de ella en y alrededor de la cuerda haya desaparecido, los nudos no se soltarán. — Aclaró la garganta. —Dejaremos… otras medias como último recurso.
—¿Quieres decir que no me follarás a no ser que tengas que hacerlo? — Una vez más la boca de Isabella fue por libre y pensó que parecía hacerlo mucho alrededor del alto y sombrío capitán. Pero en lugar de enfadarse, él sólo asintió con gravedad.

—No sé si te follaré pero puede que tenga que correrme sobre ti o posiblemente en ti para hacer esta tarea, Isabella. Pero no lo haré si puedo evitarlo.  Quiero que sepas eso.
Ella no estaba segura de qué decir.  —Gracias… supongo— susurró por fin.

—No hay de qué. — Cullen se tumbó en la cama con ella y ella se sintió aún más desnuda ya que él todavía estaba completamente vestido. Sin embargo, se imaginó que debería estar agradecida por eso. Si él tenía que quitarse la ropa, eso significaría probablemente que habían llegado a las medidas “último recurso”
—Voy a empezar por la parte de arriba e iré bajando, — le dijo Cullen. No tienes que mirar si te sientes avergonzada.
—Está bien. — Isabella apenas pudo conseguir que las palabras pasaran a través de sus labios entumecidos. Él era tan grande que la hacía sentir pequeña, como si no se estuviese sintiendo ya suficientemente vulnerable. Cerró los ojos cuando se inclinó sobre ella. El calor de su cuerpo grande calentó su cuerpo desnudo y tembloroso, y su almizcle cálido y masculino pareció, como siempre, llenar de vértigo sus sentidos.  Y entonces sintió su lengua.
Cálida y húmeda, él lamía suavemente la parte de la cuerda que serpenteaba sobre su hombro. Isabella se mordió el labio y lo sintió bañar él área sensible donde se encontraban el cuello y el hombro, enviando escalofríos que bajaban  por su columna. Se sentía tan bien y su cercanía hacía que los nudos alrededor de sus pezones y de su clítoris estuviesen haciendo trabajo extra. Isabella deseó  poder correrse y obtener algo de alivio y, al mismo tiempo, deseaba no hacerlo.

Sería tan horriblemente embarazoso tener al capitán Cullen viéndola perder el control cuando todo lo que él estaba haciendo era lamerle el hombro.
—Mira. — La voz profunda interrumpió sus pensamientos y ella abrió los ojos para ver la cálida expresión en los del capitán. —Está funcionando, — explicó, señalando el hombro que había estado lamiendo.
Estirando el cuello, Isabella vio que la cuerda plateada se había soltado de su hombro derecho y ahora colgaba a lo largo de la parte exterior de su pecho como una serpiente muerta.  La visión la afectó profundamente.
—¡Oh, Dios mío, funciona, lo hiciste, realmente lo hiciste! — Lágrimas brotaron de sus ojos y las limpió con los párpados con alguna dificultad. Después de casi una semana con los odiosos nudos de amor drusinianos, ya casi se había resignado a vivir en la esclavitud sexual el resto de su vida. Pero Cullen le había demostrado que no tenía que ocurrir, que esa pesadilla podría acabar realmente.
—Es un principio, al menos—, murmuró, limpiándole las lágrimas de las mejillas.
—Es maravilloso, —susurró Isabella sonriéndole por primera vez desde que había entrado en sus aposentes.  —Por favor, no pares.
—No lo haré. — Él ya estaba trabajando en su otro hombro, lamiendo cuidadosamente el borde de la cuerda donde estaba adherida a su piel. Para deleite de Isabella, notó que la cuerda también se soltaba en unos instantes. Increíble, pensó. Esto será realmente fácil. Puede ser un poco embarazoso cuando llegue a mis…
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando sintió la calidez de su lengua lamiendo suavemente la curva de su pecho derecho. Isabella gimió cuando él alcanzó el pezón y empezó a lamer el camino marcado por la cuerda que lo rodeaba. Ella esperó a sentir la liberación de los nudos de amor separándose de  su piel pero no ocurría, no importaba con cuanta fuerza o lo exhaustivamente que lo lamiera.  Finalmente, él levantó la pirada.
—Lo lamento pero creo que la mejor forma de hacer esto es saturar  el cordón. Voy a tener que chuparte los pezones, Isabella. Y puede que tenga que chuparlos con fuerza.  ¿De acuerdo?

—S-seguro—, susurró, intentando mantener la calma. Después de todo, era obvio que él sólo estaba haciendo esto para ayudarla a liberarse de los nudos. No era como si estuviesen haciendo el amor de verdad. Pero ciertamente, se sintió muy real cuando Cullen le rodeó la cintura con los brazos y tiró de ella hacia él como un hombre enamorado o, al menos, excitado.
Cullen le chupaba el pezón derecho en la boca, abarcando entre los labios tanta cantidad de pecho como podía para envolver tanto el pezón como las cuerdas drusinianas. Isabella gimió y arqueó la espalda, dándole un acceso más fácil a su cuerpo. No podía contenerse. A pesar de que el contacto de Cullen  estaba  aflojando el nudo alrededor de su pezón poco a poco, obviamente, la cuerda plateada no estaba cediendo sin luchar. Se contraía alrededor de su pezón incluso mientras Cullen lo lamía y chupaba, enviando chispas de placer desde su pecho que bajaban directamente hasta la hendidura de su coño.
Isabella podía sentir su propia reacción, podía sentir los jugos de su vagina recubriendo la cuerda que rodeaba su clítoris y bajando por su entrada acariciaba sus muslos interiores. Dios, ¿qué pensaría el capitán Cullen al ver cuán caliente la estaba poniendo al chuparle los pezones? Ella no lo sabía y casi no le importaba. Se preguntaba si podría correrse tan sólo con tenerlo chupándole los pezones y tenía la sensación de que estaba a punto de averiguarlo.
Sólo cuando ella estuvo justo al borde del orgasmo, notó que el nudo alrededor de su pezón cedía y el cordón plateado se desenrolló él solo de su pecho. Al mirar hacia abajo, pudo ver que su pezón derecho estaba hinchado e inflamado por haber sido aprisionado por la cuerda y chupado por Cullen, pero por lo demás, no era lo peor que podía soportar. Excepto por el hecho de que estaba increíblemente sensible, por supuesto.
—Dios, — murmuró Cullen suavemente, y Isabella vio que él estaba mirando su pecho recién liberado casi tan intensamente como ella.
—Hum, uno abajo y otro al que ir supongo, — dijo, intentando aligerar la situación.  Pero no había forma de hacerlo, no cuando él todavía tenía que lamer  y chupar el otro pezón hasta que la cuerda se soltara. No cuando él tendría, sin duda, que hacer lo mismo con su coño. Sólo el pensarlo la hizo estremecer con lujuria y ruborizarse con vergüenza.  Recordó la forma en que él había lamido sus dedos para limpiarlos después de empujarlos dentro de ella, la forma en que él pareció disfrutar del sabor de ella.
—Tienes los pechos más hermosos. — Su voz profunda estaba  ronca  mientras ahuecó el montículo recién liberado. Sin previo aviso, se inclinó y arrastró su lengua caliente sobre su hipersensible pezón.
—¿Qué… qué estás haciendo? — exclamó Isabella. —El, uh, el otro está hacia allí. — Señaló con la barbilla el otro pecho, todavía rodeado por la cuerda plateada.
—Lo sé. — Cullen la miró. — Sólo quiero sentir tu pecho en mi boca sin nada entre nosotros. Quiero chupar tu pezón y sentirlo entre mis labios sin nada de esto…— Hizo un gesto hacia el cordón drusiniano ahora suelto. —… en el camino.
—¿Tú… tú? —Isabella no podía creer lo que él estaba diciendo. ¿Estaba intentando decirle que todo esto era un placer para él, no sólo un deber? ¿Qué quería tocarla y saborearla, quería volverla loca por él? —¿Por qué? — No pudo evitar preguntar.
—Te compré y pagué por ti, Isabella. Ahora eres mía. — Él gruñido bajo y posesivo en su voz y el brillo en sus ojos le hizo moverse el labio. —¿Necesito una razón para tocar y saborear lo que es mío?
—No, señor— susurró con suavidad. —Yo sólo… Yo supongo que pensaba simplemente que estaba haciendo esto por un sentido del deber.
—¿Un sentido del deber, hmm? — Él inclinó la cabeza y chupó su pezón libre en su cálida boca, haciéndola gemir cuando lo pellizcó con suavidad. Finalmente lo soltó y la miró. —Dite a ti misma lo que quieras para hacer esto más fácil, Isabella, pero no luches conmigo. Puede que tenga que hacer más que lamer y chupar para conseguir liberarte de esta cuerda al final.
Follarme. Estás hablando de follarme. Se estremeció al pensarlo y no estaba segura de si su reacción estaba causada por el miedo o por el deseo. Quizá fuese una combinación de los dos.

—Yo… Yo intentaré quedarme quieta, — susurró. Pero entonces él empezó con su otro pecho y ella gimió y volvió a arquearse otra vez. Dios, pero se sentía tan bien al tenerlo chupándola, lamiéndola. Su boca estaba tan caliente y  húmeda y perfecta sobre su pezón hinchado.
Después de lo que pareció una eternidad, él consiguió liberar también el otro pecho y sólo fueron necesarios unos pequeños lametones y chupetones sobre la piel de su abdomen y su pelvis para soltar allí los nudos drusinianos. Pronto, los únicos lugares donde la cuerda todavía seguía pegada era el elaborado diseño alrededor de su clítoris y su vagina y la única línea que cruzaba su ano. Isabella sabía qué era lo siguiente y se sintió profundamente agradecida cuando Cullen se detuvo para ir a la zona de la cocina de la habitación para beber agua. Todo ese trabajo de lamer y chupar le había dado sed y la ausencia momentánea del capitán dio tiempo a Isabella para pensar.
Él dijo que el disolvente sólo funcionaría durante veinticuatro horas. Tal vez me deje salir y diga que podemos acabar mañana. Eso me daría una oportunidad para trabajar sobre estos nudos, así él no tendría que… que... Isabella se ruborizó sólo con pensar en lo que su capitán iba a tener que hacer para conseguir soltar el último nudo. ¿Intentaría lamerla primero o decidiría que no tenía otra  opción  que chuparla? El pensamiento hizo que su coño se humedeciera incluso más, si eso era posible, y deseó poder apretar los muslos y juntarlos para protegerse.   Pero ella todavía estaba atada a las cuatro esquinas de la cama con las bufandas de seda negra y no había conseguido soltarse.
—He estado pensando—. La voz del capitán Cullen la sorprendió sacándola de su ensoñación y Isabella levantó la cabeza. Vio que él estaba mirándola con una expresión especulativa en sus ojos azules y dorados y se preguntó qué podría ser lo siguiente.
—¿Sí, señor? — preguntó respetuosamente, esperando que él hubiera  decidido dejarla marchar hasta el día siguiente.
—Voy a intentar quitarte eso lamiéndote primero. — Señaló el cordón plateado que todavía colgaba sobre los labios abiertos de su coño y rodeaba su clítoris. —  Y sería mucho más fácil hacerlo contigo en el borde de la cama.     Así podría arrodillarme en el suelo delante de ti y si necesitase meter la lengua dentro de ti, podría.
La boca de Isabella se secó y, al mismo tiempo, su coño se mojó más aún. — Yo… yo supongo que es una buena idea— murmuró.
Cullen frunció el ceño. —La cuestión es, si te desato, te comportarás o intentarás correr de nuevo. ¿Puedes someterte a mí y abrir tu coño para que yo lo lama, Isabella? ¿O tengo que mantenerte atada?
Un rubor caliente subió hasta su garganta y su rostro, pero de algún modo Isabella se obligó a responder. —Pu… puedo someterme. — murmuró. —Yo  no…. Yo prometo que no intentaré escapar.
—Eso es bueno, Isabella, muy bueno. — él llegó hasta ella y acarició su pelo  y lo retiró de su frente, después le ahuecó la mejilla con su mano grande y cálida.
—Necesito que te quedes quieta mientras trabajo en tu parte de abajo para estar seguro de que conseguimos que cada centímetro de cordón drusiniano esté saturado. Ya que hasta que desaparezca el último rastro de la miel de amor, la cuerda no se soltará. ¿Así que estás segura de que puedes relajarte y dejarme comer tu coño?
Isabella sabía que él sólo estaba haciendo esto debido a un sentido del deber para conseguir que sacar a su joven oficial del lío en el que se había metido, pero todavía podía sentir como ella misma se calentaba y humedecía otra vez. Incluso con el tono “asunto sin importancia” de su voz, las cosas sucias que él estaba diciendo estaban excitándola tanto que apenas podía respirar. De alguna manera se las arregló para respirar y murmurar un asentimiento y él la desató.
Mientras pasaba rápidamente al borde de la cama donde él estaba señalando, Isabella pensó que nunca había esperado estar en esta posición particular con su estoico capitán. Y con toda probabilidad, él nunca había esperado estar en esta posición con ella, tampoco. Se preguntó qué pensaría el capitán realmente sobre todo esto, ¿la odiaría por causarle problemas? ¿O la notoria falta de emociones de los zentorianos le impediría preocuparse?  Cuando estuvo donde él la quería,  Cullen se arrodilló sobre la suave alfombra azul delante de ella y se colocó entre  sus muslos.

—Bueno, Isabella—, dijo en voz baja mirándola a los ojos. —Ahora voy a lamerte y quiero que te relajes y me dejes hacerlo. No te tenses ni intentes alejarte, sólo abre tu coño para mí y déjame saborearte.  ¿Lo entiendes?
—Yo… sí, — murmuró Isabella.  —Pero… pero ¿y si no puedes… si no  puedes soltarlos así? — no pudo evitar preguntar.
Cullen frunció el ceño ligeramente. —Vamos a tomarnos las cosas con un paso de cada vez.  Pero voy a intentar usar primero la boca,  ¿de acuerdo?
—De acuerdo—. Asintió Isabella.

—Dios— Cullen le dedicó una sonrisa austera. —Ahora, túmbate sobre la cama y relájate.  Estoy a punto de empezar.
Fue posiblemente una de las cosas más duras que había tenido que hacer nunca, pero Isabella se obligó a tumbarse sobre la cama y a permitir que el capitán le separara las piernas. Sus anchos hombros la abrieron más aún y su aliento cuando se inclinó para poder iniciar la tarea en el interior de sus muslos era cálido. Isabella creyó que podía sentir su corazón latiendo a la vez en cada parte de su cuerpo.
Dios, oh Dios, oh Dios, oh Dios. No puedo creer que él esté realmente haciendo esto. No puedo creer que le esté permitiendo…
Manos enormes le separaron las piernas aún más y supo que él la estaba estudiando, probablemente decidiendo el mejor lugar para empezar. La idea de que él estuviese viéndola tan abierta, tan vulnerable, con sus rosados pliegues interiores de su coño ostentosamente a la vista, era casi insoportable. Isabella estaba esperando sentir su boca sobre ella en cualquier momento pero en vez de eso él dijo.
—Bella—. Su voz profunda fue poco más que un gruñido y Isabella se estremeció con el deseo que escuchó en su tono. ¿Podía ser que esta tórrida situación descongelara el frío corazón del capitán? No podía estar segura con él. Después de todo, se suponía que los zentorianos no tenían ningún tipo de emociones en absoluto, pero ciertamente, en este momento, él parecía estar manifestando algunas, igual que lo había hecho en el mercado de esclavos.

—Gracias, — susurró Isabella, deseando saber con seguridad si él sentía algo por ella. Incapaz de soportar estar allí tendida sintiéndose tan impotente, se  apoyó en los codos para poder ver lo que estaba haciendo el capitán.
Él la miró. —Estás mojada. ¿Es por los nudos? — Recorrió con un dedo la  cara interna de uno de sus muslos, cubierta por sus propios jugos, y la lamió cuidadosamente.
Isabella sintió que aumentaba la temperatura de sus mejillas y supo que su cara debía estar totalmente roja de vergüenza. —No, señor, — murmuró. —Eso es… los nudos se contraen cuando usted está cerca pero la mayor parte de eso es porque… por lo que sentí cuando usted estaba… estaba intentando despegar la cuerda de mis pechos. — No podía creer que estuviera admitiendo ese hecho tan vergonzoso pero Cullen solamente asintió y soltó un sonido de aprobación.
—Me alegra oír que no encuentras mi contacto totalmente desagradable.

—¿Desagradable? Señor, yo—. Isabella se detuvo abruptamente. ¿Qué había estado a punto de decir, que tenerlo tocándola y lamiéndola era la experiencia más erótica de su vida? Tenía que mantener algo de control en esta situación. Después de todo, ella todavía trabajaría a las órdenes del capitán cuando todo esto pasara y admitir tener sentimientos hacia él no iba a ayudarla en lo más mínimo. Si sólo pudiese superar su ridícula y embarazosa obsesión por el capitán, pero considerando la posición en la que estaban, temía que eso no fuese a ocurrir en ningún momento próximo. Ella lo amaba, no había forma de evitar eso. Pero eso no significaba que tuviera que decírselo.
—¿Tú qué? — Él estaba mirándola con los ojos entrecerrados concentrados  en ella.
Isabella sacudió la cabeza. —Yo sólo… Yo aprecio su ayuda, señor. Sé que era… que era reacio a permitírselo pero yo-yo supongo que debería estarle agradecida en lugar de luchar contra usted.  Sólo que… que es tan duro.
Los ojos de Cullen se suavizaron un poco. —Sé que lo es, Isabella. Es duro abrirte cómo estás y permitirte ser vulnerable. Pero quiero que sepas que no quiero nada más que lo mejor para ti.        Y que no sólo hago esto por sentido del deber. Hago esto porque yo— Se interrumpió y miró hacia otro lado, un músculo de su mandíbula cuadrada palpitaba.
—¿Señor? — Isabella lo miró con incertidumbre. ¿Qué había estado a punto de decir?
Pero Cullen sacudió la cabeza y cerró los ojos. —No importa. Sólo túmbate y déjame ayudarte.
Temblorosa, Isabella se dejó caer de nuevo y cerró los ojos. ¿Cuánto duraría esto? ¿Podría llegar al final sin correrse? Sentía que podía soportar abrirse de piernas y permitir que el capitán lamiera y chupara su coño, pero si se corría mientras el capitán lo estaba haciendo, probablemente moriría de mortificación.
Cullen no perdió más tiempo con palabras. En vez de eso, se inclinó hacia delante y empezó a chuparla. Pero no su coño, todavía no. En su lugar, lamió primero sus muslos internos, limpiando de fluidos la sensible piel y haciendo que Isabella se mordiera para ahogar un gemido. ¿Qué estaba intentando hacer  ahora? ¿O es que realmente a él le gustaba tanto su sabor que no quería desaprovechar ni una gota del jugo de su coño? En todo caso, el enfoque exasperadamente lento que estaba realizando estaba a punto de volverla loca. Si no hubiese sido una idea totalmente ridícula, pensaría que su capitán estaba intentando prolongar la situación por alguna razón.
Y entonces puso la boca sobre su coño e hizo imposible cualquier pensamiento coherente.


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Edward miró la imagen increíblemente erótica ante él e intentó decirse a sí mismo que sólo estaba haciendo eso para conseguir liberarla de los nudos de amor drusinianos. No era por el modo en que la deseaba tanto, ni porque quisiera hacer esto.  De ninguna manera era porque la amara…
Ahí estaba otra vez. ¿Realmente amaba a la sargento Isabella Swan? ¿De verdad había roto ella su control emocional de tal forma que no podía evitar lo que sentía por ella? Porque si este era el caso, tenía un problema. Como zentoriano, esperaba emparejarse dentro de su propia especie.   Elegir una  mujer humana por encima de una fría y tranquila zentoriana le garantizaría una vida de agitación y estrés. Y pasión, se recordó.
Nunca había sentido tan intensamente como desde que Isabella Swan entrara en su vida. Exasperación, deseo, ternura, lujuria… No había  fin  a  los sentimientos que ella desataba en él.  Y ahora, viéndola temblar de miedo sobre  la cama, delante de él, con sus largas y torneadas piernas abiertas y su suave coño rosado expuesto, sintió una imperiosa necesidad de hacer que fuera bueno para ella. Quería hacer más que limitarse a liberar los nudos, admitió para sí. Quería hacerla correrse. Correrse tan duro y tanto tiempo que ella nunca olvidara esa noche.
Inclinando la cabeza, depositó con la boca abierta un cálido beso en la perla rosa de su clítoris. Ella gimió en voz baja y él pudo sentirla temblando bajo él mientras la lamía con suavidad, trazando con la lengua la cuerda gris plateada que rodeaba la yema palpitante, intentando eliminar todos los rastros de la ligeramente dulce miel de amor para liberarla.
Dejó que la lengua jugara sobre el clítoris durante un tiempo, construyendo su placer, y después baño con suavidad el resto de su coño. El sabor dulce de la miel de amor mezclado con el salado de los jugos de Isabella era delicioso, pero no importaba cuánto lamía y chupaba, la cuerda drusiniana no mostraba señales de separarse. Más bien se apretaba con más fuerza, provocando espasmos rítmicamente alrededor del tierno clítoris de Isabella, haciéndola gemir y jadear mientras la torturaba con el placer.
Edward se detuvo un momento para mirarla a la cara. Dios, sí que era hermosa. Su pelo rubio despeinado estaba derramado como seda dorada cruzándose sobre la colcha verde oscura y sus mejillas estaban coloreadas de rosa por la necesidad. Sus ojos estaban cerrados con fuerza y su labio inferior totalmente rosado atrapado entre sus dientes blancos mostraban una imagen de placer intenso, casi doloroso. Su pecho respiraba agitado y sus pezones, apretados y enrojecidos, estaban totalmente erectos de deseo.  ¿Era él responsable de algo de eso o todo  era debido a la cuerda drusianiana?
Se inclinó para besar y lamer algo más y entonces la oyó.

—Edward… oh Dios… por favor.

¿De verdad había dicho su nombre? Su pene, ya palpitando dentro de sus pantalones por liberarse, se disparó airado mientras la suave voz lo llamaba para que aumentara su propia pasión incluso más. Edward apretó los puños y los dientes, obligándose a mantener el control. Cada instinto dentro de él rugía que  necesitaba tomarla, reclamarla, empujar la polla profundamente en el coño dulce y mojado que estaba lamiendo con tanta ternura y lo llenara con su semen. Era  su sangre zentoriana llamándolo con un deseo casi animal tan fuerte que tenía que luchar para controlarlo.
Dios, no puedes hacer esto. Tengo que mantener el control…

Isabella gemía ahora abiertamente, sin aliento mientras él bajaba la cabeza y lamía su vagina resbaladiza. Ella se resistió a su encuentro, perdiéndose en el placer que le estaba dando y entonces Edward sintió algo también. Sus manos pequeñas y suaves se habían soltado de algún modo de su colcha verde y habían encontrado el camino a su cabeza. Mientras Isabella enterraba los dedos en su cabellera espesa, la oyó gemir su nombre otra vez.
—Edward… por favor… oh, se siente tan bien. No puedo evitarlo… ¡tengo que correrme! — jadeó, sus dedos tiraban de su pelo mientras inclinaba la pelvis hacia delante, ofreciéndose a él por completo.
Algo pareció romperse dentro de él. Anteriormente, había estado intentando lamer y chupar las cuerdas que la envolvían, concentrándose en liberarla. Pero ahora el objetivo de Edward cambió totalmente y pasó a ser hacer que se corriera. Chupando el clítoris tierno y tembloroso en la boca, lo recorría una y otra vez con la punta de la lengua. Al mismo tiempo, empujó el cordón de plata a un lado y presionó con dos de sus gruesos dedos en su coño caliente, tal como lo había hecho cuando ella estaba en la tarima del mercado. Él único pensamiento de  Edward era hacerla perder el control, hacerla correrse tan fuerte como pudiera de forma que él pudiera follarla y sentir sus paredes interiores contrayéndose alrededor de la rígida vara que era su polla.
—Edward… Edward… ¡fóllame!  Dios, por favor, sólo fóllame.

Al mirar los cordones plateados que todavía se aferraban a su carne tierna y fresca, Edward supo sin ninguna duda que eso era exactamente lo que tendría que hacer.   Lamer y chupar no había conseguido disolver y eliminar toda la miel   de amor que mantenía las cuerdas en su lugar. No tenía más remedio que intentar algo más.

*****************
Isabella volvió lentamente en sí mientras la bruma de necesidad y placer que habían saturado su cerebro disminuía. Sin ninguna duda, había sido el orgasmo más intenso de su vida, reforzado por el hecho de que era su propio estoico e inalcanzable capitán quien la había lamido y chupado para llegar a él. El pensamiento la hizo sentir repentinamente tensa. Dios, ¿Qué había estado diciendo mientras la lamía?  ¿Qué había estado pidiéndole que hiciera?
—Isabella. —  Su profunda voz la hizo sentarse de nuevo y mirarlo.

Cullen todavía estaba arrodillado entre sus muslos. Estaba contemplando su coño totalmente abierto donde las cuerdas drusinianas todavía seguían en su sitio. Aunque Isabella lo intentó, la mirada del rostro cincelado de su capitán era difícil de leer.
—Sí, señor. — Le habría gustado cerrar las piernas pero no había forma de hacerlo con los anchos hombros de Cullen manteniéndolas todavía abiertas.
—Me temo…— Suspiró. — Me temo que chupar y lamer tu coño no  funciona; la miel de amor no se está disolviendo. Vamos a tener que intentarlo con semen en su lugar.
Isabella sintió que se le secaba la boca. —S… sí, señor— balbuceó. —¿Va … Va usted a… a follarme? — ¿Quieres follarme? Deseaba poder preguntárselo pero, por supuesto, eso estaba fuera de cuestión.
—Dije que intentaríamos disolver la miel de amor con semen. No dije que tendría que follarte realmente. Te prometo que intentaré no hacerlo. — Su voz  era seca a pesar de que sus ojos azules y dorados brillaban. —Voy a intentar correrme sobre ti antes de recurrir a correrme en ti. ¿De acuerdo?
—Sí, señor. — Isabella se mordió el labio frustrada. En ese momento todo lo que quería era sentir la gruesa verga que podía notar debajo de los apretados pantalones del uniforme sumergirse profundamente en su coño pero él parecía decidido a intentar todo lo posible para evitar esa eventualidad.      Bajó la mirada hacia los nudos de amor que todavía la ataban y reprimió un gemido de frustración. ¿Él no quería follarla? ¿O lo quería tanto que lo asustaba? ¿Le daba miedo lo que estaba sintiendo? Sí, claro, Isabella. Te desea. Ella deseaba que ese fuera el caso, de verdad, porque eso podría significar que él sentía algo por ella, de la misma forma que ella sentía algo por él. Si él pudiera sentir algo, en todo caso.
—¿Estás preparada, Isabella? — su voz rompió el hilo de sus pensamientos y Isabella levantó la mirada para darse cuenta de que mientras ella había estado pensando, su oficial superior se había estado desvistiendo.
Guau. La visión del capitán Cullen desnudo le quitó el aliento. Sus hombros anchos y enormes llevaban a unos brazos musculosos y a un pecho liso y bronceado que parecía haber sido tallado en piedra. Perfilados abdominales bajaban hasta unas caderas estrechas y unas piernas bien musculadas, pero por alguna causa los ojos de Isabella no consiguieron bajar tan lejos. Temblaban al detenerse en la polla larga y gruesa que estaba ya dura y preparada entre los muslos de él. Parecía casi obscenamente grande para ella y, por un instante, Isabella se alegró de que él estuviera decidido a no meterla dentro de ella  porque
¿cómo podría adaptarse? La cabeza ancha, en forma de ciruela que coronaba su verga estaba goteando con líquido preseminal y mientras ella lo miraba, él se cogió la verga con una mano y se inclinó hacia ella.
—Quédate quieta y separa las piernas, — ordenó, su profunda voz sonó tensa con la tensión.  —Voy a correrme sobre tu coño.
Su mano ya se estaba moviendo, acariciándose lentamente a lo largo de la longitud de su enorme verga, haciéndola morderse el labio mientras su coño hervía con deseo. Al parecer, él iba a tocarse hasta correrse sobre sus pliegues interiores y las cuerdas de plata que la envolvían. Pero Isabella quería hacer algo más que descansar allí pasivamente y esperar a tener el coño cubierto por su semen, ella quería ayudar.
Preguntándose de dónde estaba sacando el valor para hacer eso, se sentó en la cama y lo agarró. Cuando sus dedos delgados y pequeños rodearon su gruesa verga, Cullen hizo un ruido bajo, ronco que salió del fondo de la garganta y que podía haber sido un gemido.

—¿Qué crees que estás haciendo? — lo dijo con tono áspero pero no se movió para detenerla mientras Isabella se inclinaba hacia él.
—Ayudándole… señor— añadió ella con retraso. —No creí que le importara si yo sólo…— No acabó la frase con palabras. En vez de eso, se inclinó hacia delante y lamió con suavidad la cabeza redondeada de su polla. El delicioso sabor salado del líquido preseminal se propagó por su lengua al instante, haciéndola querer más. Valientemente metió toda la cabeza en la boca, lamiéndola y besándola al tiempo que acariciaba la gruesa verga con las manos.
Cullen gimió en voz baja, sus ojos estaban fijos en la visión de Isabella chupando y lamiendo su polla. Sus enormes manos encontraron el camino hasta la cabeza de ella y sus dedos se deslizaron entre su pelo sedoso, guiándola suavemente mientras le follaba la boca.
—Dios, eres bella, —murmuraba mientras se frotaba entre sus labios. —¿Por qué tienes que ser tan bella?
Isabella sintió un escalofrío de placer al oír el sonido de su gemido y sus suaves palabras. ¿Podía ser que estaba sintiendo algo por ella? ¿O era sólo el  placer que estaba sintiendo al tenerla chupándole la polla lo que hacía que hablara así? Esperaba que fuera lo primero pero, en verdad, no se preocupaba por ese asunto. Ella estaba ya tan caliente como si no hubiese tenido ningún orgasmo y deseaba que el capitán Cullen se diera prisa y se corriera pronto para así poder sentir su cálida semilla cubriendo sus pliegues interiores.
Su deseo no tardó mucho en ser cumplido. La verga de él parecía crecer a lo ancho e incluso ponerse más dura en su mano y ella podía sentir la cabeza palpitando contra su lengua.  Entonces, Cullen la alejó con suavidad de él.
—Túmbate sobre la cama otra vez, Isabella, — ordenó con voz ronca. Ahora voy a correrme sobre ti.
Ella gimió en voz baja mientras obedecía su orden. Más que nada, quería sentirlo dentro de ella, bombeando en ella su semen caliente, pero parecía que  eso no era lo que iba a ocurrir. En vez de eso, él iba a correrse sobre ella, lo cual seguramente no estaría cerca ni de lejos de ser tan agradable como tenerlo corriéndose en ella.

Cullen se tumbó sobre ella soportando su peso con uno de sus musculosos brazos, mientras él mismo encerraba su pene en un puño con fuerza. Al mirar hacia abajo entre ellos, Isabella pudo ver la cabeza de su polla siguiendo el camino de la cuerda de plata que le rodeaba el coño mientras frotaba toda su longitud. Tuvo un segundo para reflexionar sobre lo increíblemente bien que se sentía cuando él se frotaba contra su clítoris hinchado, y al momento, él estaba corriéndose.
Isabella se mordió el labio y miró fascinada como brotaba un chorro después de otro de semen espeso y blanco de la cabeza de la polla y bañaba su coño abierto. El semen estaba caliente, le cubría el coño como crema cálida y  resbalaba bajando hasta la entrada de su vagina. La visión increíblemente erótica la hacía respirar mientras lo miraba.
Por fin Cullen acabó. Se dejó caer al lado de ella durante un momento, los planos suaves de su pecho musculoso se agitaban mientras cogía aire después de un orgasmo tan intenso y prolongado. Durante un momento, Isabella  se  encontró cara a cara con él y ella no pudo evitar mirar en las profundidades de los ojos azul dorado con asombro.
Cullen le devolvió la mirada, una expresión más suave de la que nunca había visto en sus duras facciones iluminaban su rostro. —No tenías que hacerlo, lo sabes, — retumbó en voz baja, levantando la mano para recorrerle la curva de la mejilla con un dedo suave. —Chuparme, quiero decir. Yo podía haberlo conseguido.
—Yo… yo quise hacerlo—. Isabella le devolvió la mirada desafiante. Que él hiciera lo que quisiera con eso. —Quería saborearte de la misma forma en que  me probabas a mí, — casi en un susurro, todavía atrapada en el oro y el azul de la mirada.
—Isabella, — murmuró acariciándole todavía la mejilla. Ella se estremeció bajo su contacto.  —¿Sí… Edward?
El momento pareció extenderse entre ellos como un hilo de miel caliente y durante un momento Isabella pensó que él, en verdad, podría besarla. Pero entonces él pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo, que era permitir   que las  cosas  entre  ellos  se  hiciesen demasiado personales. Sacudiendo la cabeza ligeramente, retiró la mano y se sentó.
—Veamos si funciona. — Su tono fue brusco y cortante como si estuviese enfadado consigo mismo por traicionarse demasiado. Pero Isabella  no  pudo evitar sentir agitarse su corazón. Durante un momento, había estado segura de que él sentía algo por ella, incluso siendo él zentoriano.

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Tratando de mantener un aire práctico, Edward se inclinó para examinarle el coño. Casi gimió ante la erótica visión de su semen bañando sus  pliegues internos y el cordón de plata atándola. Pero de algún modo se contuvo. Necesitaba ser cuidadoso, se recordó. Necesitaba mantener sus emociones bajo control. Un momento antes, cuando estaban tumbados en la cama, mirándose a los ojos, casi le había dicho que la amaba. Sólo  un tremendo  esfuerzo  por su parte le había permitido volverse atrás.
Un músculo se tensó en su mandíbula. ¿Qué pasaba con él? Había estado actuando como un cadete enamorado con su primer amor en plena floración en lugar de cómo un experimentado capitán intentando ayudar a su subordinada. Una subordinada obstinada, se recordó. Una que era casi tan irritante como hermosa.  Hasta que la tuvo en la mano, eso era.
Es verdad, admitió para sí, que Isabella había estado mucho más manejable desde que la ató en la cama. Igual que después de la paliza que le había dado en  el mercado de esclavos. ¿Podía ser que todo lo que necesitaba esa irritante y hermosa oficial inferior fuese el tipo adecuado de atención? Tal vez, después de todo, podía convertirse en una parte útil de su tripulación si él sólo…
¿Si qué, Edward? ¿Si sólo la atas, la azotas y la follas de forma regular? ¿Si sólo haces uso de tus privilegios de capitán con ella cada noche? Porque eso era lo único que podría satisfacerle, lo sabía. No podía follarla una vez y dejarla ir. Quería a la sargento Isabella Swan bajo él cada noche, quería reclamarla completamente, mostrarle cómo se sentía…
Sentimientos otra vez, maldición, ella estaba haciéndole perder el control de sus emociones.  Haciendo que la amara y eso era un estado peligroso de las cosas.

Tengo que mantener el control, se dijo severamente. Pero no sabía cómo iba a hacer eso si su último esfuerzo para liberarla de los nudos de amor no había funcionado y tenía que follarla de verdad. Él sólo había esperado que no fuese necesario. V le había dicho que el semen disolvía la miel de amor sin problemas, seguramente ahora sería capaz de liberarla sin más dificultades. Después la enviaría de vuelta a su camarote y seguiría adelante con su vida bien ordenada.
—Déjame intentar arrancarte esto, — murmuró, forzando a su mente a  volver a la tarea que tenía entre manos.
Isabella gimió sin aliento mientras él tiraba con suavidad de la cuerda drusiniana que seguía obstinadamente pegada a su carne. —Por favor…— Sacudía la cabeza, su larga melena rubia se movía sin descanso sobre la colcha verde oscuro.  —No creo… no creo que funcione.
Edward frunció el ceño. —No lo entiendo. V me dijo que una vez se eliminara toda la miel de amor de los nudos, se soltarían.  A menos…— Se interrumpió,  una sospecha repentina floreció en su mente. —Isabella, — dijo dedicándole una mirada severa.  —¿Acaso también inyectó algo de miel dentro de ti?
Sintiéndose miserable, Isabella asintió con la cabeza y se incorporó para sentarse el borde de la cama al lado del capitán. —No pensé en eso pero sí, lo  hizo.  Pero usted, uh, ha empapado la cuerda.  ¿No debería ser suficiente?
—Aparentemente no. Si recuerdo lo que dijo correctamente, cada rastro de la miel tiene que ser eliminada de tu cuerpo para que la cuerda se afloje y te libere. Lo que significa…
—Que tendrás que follarme después de todo. — El bello rostro de Isabella se sonrojó mientras hablaba y una mirada asustada aparecía en sus ojos. A pesar de sus gemidos en el calor de la pasión, era obvio que ella no quería que él hiciera eso. Pero Edward no creía que tuviera elección, no había ningún otro modo de liberarla. Ella tendría que poner su disgusto a un lado y él tendría que controlar sus propios deseos posesivos y salvajes lo suficiente al menos para hacer esto.
—Sí, — dijo con gravedad.  —Lo siento, Isabella, pero voy a tener que follarte.
**************************************que les parece lograrán quitar el nudo. 

2 comentarios:

  1. ahh ya era hora de actualizar me mori todo el fin de semana ,esperemos que pasa cuando porfin lo hagan

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  2. Ya ves que tú qué problema... El par de tontos haciéndose los santos... Jajajaja gracias por el capítulo

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