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miércoles, 15 de marzo de 2017

Castigando a Isabella capítulo 2


Capítulo dos


A pesar de su creencia de que las cosas no podían empeorar, lo hicieron y en muy poco tiempo. Isabella había tenido razón, su primer encuentro  con  el capitán había tirado por la borda toda su carrera a bordo del Orgullo de la  justicia.
Durante las reuniones de personal, a las que todos los oficiales estaban obligados a asistir, ninguna de sus sugerencias o ideas recibía la más mínima atención.
Cuando se repartían las órdenes, las suyas eran siempre las más sencillas y cuando la tripulación bajaba a un planeta para una misión, o incluso para una búsqueda de rutina, ella nunca estaba incluida en la partida que desembarcaba. Cuando intentaba hablar personalmente sobre ello con el capitán Cullen, él sólo asentía y miraba directamente a través de ella.
Lo extraño era que, mientras él la ignoraba siempre que ella intentaba conseguir su atención, algunas veces Isabella experimentaba una sensación de comezón entre los omóplatos como si alguien la estuviese observando. Ella se volvía para ver esos ojos oscuros de anillos dorados fijos en ella durante un instante antes de que el capitán mirara hacia otro lado, aparentemente interesado en algo mucho más importante que una novata desgraciada.
¿Por qué me mira así y me odia tanto? ¿Y si me quiere, por qué no me ordena ir a sus habitaciones una noche? En realidad, a nadie se le había ordenado nunca ira a los aposentos del capitán en ningún momento del día o de la noche, una circunstancia inusual considerando cuanto tiempo permanecían en el espacio profundo sin ningún planeta para aliviarse. Las relaciones entre los otros miembros de la tripulación florecían, pero hasta donde ella podía decir, el capitán Cullen estaba por encima de todo eso, recorriendo su camino solitario, sin emociones, mientras gobernaba su nave con puño de hierro. Isabella no conseguía entenderlo, pero pronto esa fue la menor de sus preocupaciones. Su carrera  en  Intergal  hacía  aguas  antes  de  que  hubiera  empezado  siquiera,  su

futuro brillante y prometedor y  sus  planes  para  llegar a  la  cima,   echados a perder por un encuentro embarazoso con demasiado jabón y ropa insuficiente.
Las cosas llegaron a su punto crítico cuando al Orgullo de la justicia le fue encomendada la misión de dirigirse a Ortha Seis en búsqueda del famoso traficante intergaláctico de esclavos, llamado V. Conocido por su crueldad y extremada astucia, V había estado en busca y captura tanto tiempo que la mayor parte de la galaxia había renunciado a capturarlo. Pero el rumor era que iba a dirigirse al mercado negro anual para vender algunos esclavos excepcionales a los ricos y famosos del sistema Ortha.
V no iba a ser el único criminal allí pero, por lo que respectaba al capitán Cullen, era el único que contaba. Durante años, diferentes agencias legales habían intentado caer sobre él, pero aunque la esclavitud era ilegal y V era conocido por haber traficado con esclavos durante años, nunca había sido capturado. No importaba lo sucio de sus negocios, sus manos siempre estaban limpias, un hecho que parecía llevar la expresión “Estoy hablando en serio, no estoy de broma” del capitán zentoriano por el camino equivocado.
Se convocó al personal a una reunión y elaboraron un plan de acción. Ninguna sorpresa, al menos para ella, el nombre de Isabella no estaba incluido en la lista de oficiales que bajarían a tierra, ni siquiera en la del equipo de planificación. En realidad, Cullen no la había mencionado para nada. Aparentemente, ahora, ella era tan visible como poco importante, pensó Isabella con amargura. Y fue entonces cuando ella decidió que ya había tenido suficiente. Si el capitán Cullen no le permitía participar en la operación, organizaría su propia operación. Por su cuenta, sin nadie que la ayudara. Y Isabella pensó que sabía exactamente cómo hacerlo.
Su cabeza se llenó con visiones de ella apresando al criminal más famoso de la galaxia por su cuenta y consiguiendo el respecto de los oficiales, incluido su capitán, y un ascenso en el escalafón. Así que Isabella empezó a planear sus  pasos.
En ese momento le había parecido una buena idea. Todo lo que se necesitaba realmente para llevar a V a la justicia era una prueba de que estaba actuando realmente   como   un   traficante   de   esclavos,   en   lugar   de   cómo   un   rico

comerciantes negociando con productos exóticos como pretendía. Isabella salió a hurtadillas del Orgullo de la justicia cuando el anochecer se cernía sobre el seco y polvoriento mercado de Orthan, llevando un dispositivo de vídeo-vigilancia  oculto en su collar, segura de que podría cogerlo rápidamente en cualquier momento.
Iba vestida con ropas de civil, lo mejor para pasar desapercibido, con su placa oculta en un bolsillo. El plan era conseguir las pruebas, después golpearlo y dominar al astuto esclavista con sus esposas inmovilizadoras, y llevarlo de vuelta a la nave antes de que él supiera siquiera qué estaba ocurriendo. En su imagen mental, Isabella sólo podía ver la imagen de la mirada conmocionada y  de respeto que se extendería por las facciones duras como el granito del capitán  Cullen cuando ella se presentase ante él con el criminal que había estado buscando tanto tiempo.
Muy pronto, se encontró en la zona prohibida, esquivando las calles polvorientas y ocultándose entre las sombras de los edificios de color beige opaco hechos de arena endurecida químicamente. Ortha seis era un planeta árido cuya riqueza principal provenía de los muchos yacimientos de minerales bajo su superficie de arena. De ahí y del tráfico ilegal que se realizaba de forma ininterrumpida.
Isabella lo vio por fin. Un hombre alto y corpulento con piel oscura y barba negra que se bifurcaba al final como la lengua de las serpientes, V era difícil de pasar por alto. Vestía las largas túnicas púrpuras de los mercaderes de Orthan y sus dientes blancos resaltaban en su cara oscura cuando hablaba y reía. Isabella contuvo el aliento cuando vio lo que él estaba haciendo y se aseguro que se dispositivo de grabación lo captara todo.
—Este lote debería conseguir una buena suma en el mercado de mañana—,  le estaba diciendo a dos hombres grandes y morenos que lideraban un grupo de hombres y mujeres medio desnudos que estaban encadenados juntos. Obviamente, eran esclavos, sus cabezas estaban caídas con abatimiento mientras arrastraban sus pies descalzos por la calle polvorienta.  Por no mencionar el  hecho de que estaban desnudos, bueno, no totalmente desnudos, se dijo Isabella, entrecerrando los ojos para ver más claramente con la luz del atardecer.     Todos

llevaban alguna clase de cuerdas plateadas que cruzaban por encima de sus hombros y recorrían sus torsos en intrincados lazos y nudos.
Las cuerdas que llevaban los hombres pasaban por encima de sus pechos planos y daban varias vueltas alrededor de su pene y de sus testículos.  Isabella  vio como casi todos estaban erectos y se preguntó si el estado de preparación sexual de los esclavos tenía algo que ver con las cuerdas plateadas que llevaban. No podía pensar en ninguna otra explicación para que los esclavos masculinos, que parecían derrotados y deprimidos, estuviesen paseando con las pollas “encendidas”
Las delgadas cuerdas de plata que llevaban las mujeres esclavas parecían aún más intrincadas. Después de cruzarse sobre los hombros, enmarcaban los pechos  y rodeaban los pezones, los cuales se mantenían obviamente igual de erectos que los penes de los esclavos varones. Bajando la mirada, Isabella pudo ver que la cuerda de plata se dividía en tres hilos en el pubis, dos para mantener separados los labios de la vagina y una que parecía rodear el clítoris antes de continuar bajando entre los muslos de las mujeres y fuera de la vista.
¿Qué demonios? Se preguntó inquieta, incapaz de apartar los ojos de las torturadoras cuerdas de plata que sometían a los esclavos a una servidumbre silenciosa tan efectivamente como las cadenas que les rodeaban las muñecas. De vez en cuando uno de ellos gemía significativamente y se movía un poco, no  sabía si de dolor o de placer. ¿Estarían moviéndose las cuerdas?  ¿Estaban cargadas con electricidad? Debía ser algo así porque la mayoría de ellos parecía activarse de alguna manera. Parecían estar apretándolas o  aflojándolas  la  medida exacta para mantener a cada esclavo en un estado perfecto de excitación dolorosa sin permitirles aliviarse nunca.
Isabella sacudió la cabeza ante sus propias ideas locas. ¿Quién había oído hablar de semejante cosa? Lo más probable era que las cuerdas que llevaba cada esclavo estuvieran allí sólo por decoración erótica, para animar a los propietarios en perspectiva a comprarlos resaltando sus mejores bazas.
Estaba tan abstraída mirando las cuerdas de plata y preguntándose acerca de su propósito que la manaza que le cubrió la boca la cogió totalmente por  sorpresa.  Empezó a luchar al momento e incluso alcanzó las rodillas de su captor

con algunas buenas patadas, pero quienquiera que fuese no estaba dispuesto a dejarla ir.
—Mire aquí, jefe, parece que tenemos otra para la subasta de mañana— dijo un voz ronca a su oído mientras la arrastraba hacia delante. Isabella se maldijo a sí misma por no mirar detrás de ella, por haberse permitido distraerse. Pero cuando el otro hombre moreno y musculoso la arrastró con ella pateando y luchando y la lanzó a los pies del traficante de esclavos, supo que era demasiado tarde.
Estaba atrapada.


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—¿A dónde ha ido?

—A algún lado por su cuenta, capitán. — La sargento Hale asintió con respeto pero había un brillo malicioso en sus ojos. Era evidente que estaba disfrutando mucho al hablarle del oficial más joven a bordo del Orgullo de la justicia.
—Maldita sea, — Edward maldijo en voz baja y cerró la mano apretando un puño.  —¿Tenemos alguna idea de a dónde ha ido o por qué?
Los sensores de los buques la siguieron hasta la zona prohibida antes de perderla. Creo… — Hale ahogó una risa contra su  puño, convirtiéndola en  una tos, y continuó.  —Creo que puede haber decidido ir tras V por su cuenta.
—¡Pequeña tonta! — Edward se puso en pie abandonando el escritorio tras el que había estado sentado en su camarote para ponerse a caminar de un lado a otro.
—V no será capturado por ningún oficial actuando en solitario, es un bastardo inteligente y verá directamente a través de ella. Así que será asesinada o capturada, o algo peor, a menos que llegue a ella a tiempo.
Hale lo miro, claramente sorprendida por su explosión emocional. El propio Edward estaba sorprendido. Sorprendido y disgustado porque a pesar de    sus

intentos de distanciarse de su irritante sargento rubia, ella todavía conservaba la capacidad de hacerlo perder el control. Reprimió su irritación al momento y empezó a pensar qué hacer.
—¿Debería enviar una patrulla a buscarla? — la voz de Hale interrumpió sus pensamientos.  Edward negó con la mano.
—No, me encargaré de esto yo mismo.  Puede irse, sargento.

—Señor. — Seamos saludó formalmente y dejó la habitación, el aire al cerrarse la puerta tras ella hizo un sonido sibilante.
Un gruñido bajo se formó en la garganta del capitán Edward que caminaba en  la misma estrecha franja de suelo y se preguntaba cuál sería la mejor forma de conseguir sacar a su rebelde oficial de problemas.
************************************** Bueno que les parecio bella está en problemas. Bueno que tal la historia  les agrada o la cambiamos a otra comenten que les parece estar e subiendo por aquí también adaptaciones. Bueno muchas gracias por leer.

1 comentario:

  1. Jajajaja, pues no va a ser tan fácil como ella pensaba... Gracias por el capítulo

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